Las palabras de Francisco a las autoridades húngaras interpelan a los dirigentes de las naciones implicadas, así como a los jefes de los gobiernos europeos y de todo el mundo. Y desafían la conciencia de cada uno de nosotros.
Es una pregunta dramática que Francisco dirige desde el corazón de Europa, desde esa Hungría cuyas fronteras tocan Ucrania, víctima de la guerra de agresión rusa. Es una pregunta que interpela en primer lugar a los líderes de las naciones implicadas, junto con los jefes de los gobiernos europeos y los del mundo entero. También cuestiona la conciencia de todos y cada uno de nosotros.
El Papa hizo suyas las palabras de uno de los padres fundadores de Europa, Robert Schuman, en 1950: «La contribución que una Europa organizada y vital puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de relaciones pacíficas», porque «la paz mundial no podrá ser salvaguardada sino mediante esfuerzos creativos, proporcionales a los peligros que la amenazan».
Palabras «memorables», las define Francisco, que luego preguntó: «En esta fase histórica, hay muchos peligros; pero, me pregunto, pensando también en la atormentada Ucrania, ¿dónde están los esfuerzos creativos por la paz?».
Es significativo señalar que el presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, hace un año, hablando en el Consejo de Europa, ya había citado esta frase de Schuman. Sí, ¿dónde están estos esfuerzos creativos? ¿Dónde está la diplomacia con su capacidad de tomar caminos nuevos y valientes hacia una negociación que ponga fin al conflicto? ¿Dónde están los «esquemas de paz» que hay que poner en juego para superar los «esquemas de guerra» que se avecinan?.
La pregunta de Francisco es a la vez dramática y realista. Dramática, porque nos enfrenta a la ausencia de iniciativa por parte de una Europa que parece rendirse a la lógica del rearme y de la guerra, mientras se muestra bastante apática respecto a la paz. Realista, porque nos advierte del peligro de acostumbrarnos al «infantilismo bélico», a un conflicto trágico que puede degenerar en cualquier instante, con consecuencias catastróficas para toda la humanidad.
Sin embargo, las palabras del Pontífice, su referencia al camino unitario europeo, la «gran esperanza» junto con las Naciones Unidas para evitar nuevas guerras después de la devastadora que terminó en 1945, ya contienen una respuesta. Está en la invitación a redescubrir «el alma europea», el entusiasmo y el sueño de los padres fundadores, estadistas que supieron mirar más allá de sus fronteras, que no sucumbieron a las sirenas del nacionalismo y fueron capaces de remendar en lugar de desgarrar. Millones de personas, que hoy ven frustradas las grandes esperanzas suscitadas por el final de la Guerra Fría y ven regresar las pesadillas de la amenaza atómica, esperan una respuesta: ¿dónde están los esfuerzos creativos por la paz?
ANDREA TORNIELLI
Editorial de Vatican News
Imagen: El Papa Francisco durante el encuentro con las autoridades húngaras en el ex monasterio carmelita.
(Foto: Vatican Media)