¿Resulta tan extraño que el Congreso de los Diputados intente conocer las explicaciones que el Gobierno tiene que dar en puridad democrática por asuntos de extraordinaria importancia y de gran actualidad en España? ¿Es tan raro que el pueblo español, a través de sus representantes, quiera saber la posición de Sánchez en temas como la insoportable presión migratoria en Canarias y Ceuta, la corrupción familiar, el apoyo subliminal del Gobierno al régimen tiránico de Maduro?
Entonces, para qué sirve el Parlamento, si sistemáticamente el poder ejecutivo se niega a cumplir con esa obligación de dar cuenta de una gestión caótica, desnortada y mentirosa.
Se puede comprender que los socios gubernamentales de ultraizquierda y la rabiosa izquierda independentista se pliegue a las exigencias del presidente que más ha hecho y hace por sus irredentas causas. Lo que resulta del todo incomprensible es que una formación como el Partido Nacionalista Vasco, casi siempre trabucaire y ahora trasmutado en progresista (sic), acepte poner sordina a una obligación tan constitucional como democrática. ¿A qué juegan? Juegan a seguir sacando tajada de un jefe de gobierno que les ha entregado la cuchara. Ortuzar, Esteban y otro del Opus que chapotea en esas filas han descubierto que además del xenófobo y racista Arena también nació en Alemania un tal Karl Marx.
Desde que Sánchez colocó en la presidencia del Congreso de los Diputados a una tal Francina Armengol (todavía no ha explicado los múltiples indicios de corruptelas de su Gobierno en Baleares), se pudo tener idea clara respecto a que la sede de la soberanía nacional y popular quedaría como una sucursal de Moncloa. Un año después, aquellas intuiciones se han sustanciado en dolorosa realidad democrática. Ni son progresistas y mucho menos demócratas. ¿Alguien en su sano juicio puede imaginar que algo similar pueda ocurrir en países como Alemania, Francia, Italia o Países Bajos? Decididamente, no.
En el Congreso de los Diputados pululan bastantes miembros de esa Cámara que no creen en el parlamentarismo (antigualla) y amén de llevarse una pasta gansa a cambio de poco trabajo, exigencia mínima de preparación técnica y obediencia perruna y obligada al jefe, lo consideran un trabajo como otro cualquiera, mucho mejor pagado y con más prebendas de lo que podrían encontrar en el mercado libre y en la sociedad civil.
La negativa de Sánchez a dar explicaciones sobre los temas candentes del momento, en un raro contubernio muñido entre intereses políticos y personales cruzados, no hace otra cosa que aumentar las sospechas del pueblo llano, atónito y pasible ante lo que está ocurriendo.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 31.8.2024