Una vez más, una comunidad autónoma, Cataluña, vuelve a decidir el destino del resto de los españoles. ¿Cuántas van?
Lo decide, en efecto, porque la rutilante victoria del PSC/PSOE le ha insuflado oxígeno a Sánchez, pero también porque tendrán que ser los secesionistas ERC/Junts los que decidan si se suben a la piragua del socialista o si deciden ir a unas nuevas elecciones.
Los periodistas de mi generación, al igual que el resto de los nacionales, siempre hemos tenido que «soportar» el llamado «conflicto catalán». Hubo un tiempo en el que la gran preocupación de los españoles no catalanes era la conocida como «desafección» de los habitantes de aquella pequeña comunidad autónoma (en kilómetros cuadrados, of course) hacia el Estado. Como sus dirigentes –y también una gran parte de su pueblo porque son los que los eligen- se han pasado mucho, a pesar de que se les ha concedido todo menos lo que no se les puede dar, ahora la pelota está en el tejado contrario.
Tan hartos nos tienen con sus desprecios, desplantes, su soberbia sin causa, que son muchos los españoles a los que no les preocupa nada que se vayan. ¡Hartos ya de estar hartos de tanta monserga y desvarío!
Es fácil de entender; sin embargo, es también un hecho descriptible que la mitad o más de los catalanes quieren continuar siendo españoles y el Estado (formalizado en el Gobierno) no puede dejarles al pairo. Es una vergüenza democrática que un puñado de votos se imponga a millones de ellos. Además, con un prófugo de la Justicia cabalgando en el bote. Es lo que hay, señores.
Sé que nada parecido ocurre en ningún país del mundo libre. La Transición resultó formidable, pero también se cometieron errores. El encaje territorial fue uno de ellos. A mi alrededor hay mucho pensamiento acerca de que Sánchez, si logra convencer a Puigdemont y darle lo que exige, de alguna forma convocará una consulta que sería el principio del fin, la guinda al desaguisado más grave desde la Guerra Civil. Por los antecedentes, me podría sumar a tal consideración.
Por si fuera poca afrenta para la democracia que un Puigdemont, pájaro donde los haya, negocie el futuro de España, a más vergüenza, ERC nomina a otra prófuga, Marta Rovira, para que represente a los republicanos independentistas en la negociación con el PSOE para investir al jefe de estos. ¿Cabe mayor sinrazón? Tengo la esperanza de que España siga siendo España, aunque algo o mucho ha cambiado. Observar para ver.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario.
Sábado 29 de julio 2023.