Dicen, en efecto, que Castilla y León, es la tierra donde nadie es más que nadie. Con toda razón histórica y actual. El salmantino presidente de esta Comunidad, Alfonso Fernández Mañueco, se propuso practicar un autonomismo inclusivo, básicamente constitucional y eficaz, que sirva para la extensión geográfica más grande de toda la Unión Europea. Lealtad al Estado y a España es algo que va de suyo, porque desde esa tierra se levantó España e incluso lo que conocemos como Hispanoamérica, con la coyunda inestimable del resto de las tierras del país.
Abigarrada historia al margen, los hechos actuales hablan por sí solos. Castilla y León lidera el tema clave de la Educación dentro de España y es uno de los grandes modelos en Europa y en el mundo occidental. Su economía va como un tiro, con exportaciones récords, y la Comunidad autónoma encabezará el crecimiento en Producto Interior Bruto per cápita entre 2019 y 2025, básicamente gracias a la exportación y a la mejora de la productividad, con un crecimiento en ingresos por turismo interior muy notable, entre otros inputs macroeconómicos.
Al frente de Castilla y León figura un hombre tranquilo, ausente en las huecas alharacas que se producen dentro y fuera del Partido Popular, marcando el paso en su propia agenda de modernizar la tierra que los electores le encomendaron gobernar con sentido común, persistencia y determinación. El resto le traen al pairo.
Sin ruido, sin acritud, sorteando las dificultades propias de gobernar más de cien mil kilómetros cuadrados, entre ellas, dar cumplida respuesta a la idiotez histórica de algunos dirigentes leoneses de buscar una ruptura institucional, Mañueco afronta la segunda parte de su mandato al frente de un Gobierno de coalición con la obsesión de avanzar en el bienestar de su propio pueblo obviando los enfrentamientos vacuos y estériles. Las alharacas, la presencia permanente ante los focos, se las deja a otras y otros.
Castilla y León es hoy, básicamente, un surco luminoso…
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 21.4.2024