En la mentalidad europea, la palabra vudú está asociada a películas o relatos de terror donde unos malvados brujos clavan agujas a muñecos para hacer daño a otras personas o emplean extraños brebajes para reanimar a los muertos creando los célebres zombis, palabra que por cierto procede de África occidental. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja y alejada del cliché: en la costa del golfo de Guinea el vudú es una religión más que convive con el cristianismo y el islam, muy lejos de las prácticas de magia negra —prohibida, además— con las que se le asocia.
Benín es una república del tamaño de Portugal situada en el golfo de Guinea. Poblada por 13,7 millones de habitantes, sorprende por su gran variedad étnica, destacando los fon, los adja, los yoruba y los fulani, entre otros. Ensombrecido por su poderoso vecino, Nigeria, Benín no es un destino turístico popular, a pesar de que no le faltan atractivos. Se trata de un país ideal para el viajero que busca salirse de lo convencional. Así, en Porto Novo, la capital, la mezquita aljama de principios del siglo XX parece una iglesia de la ciudad brasileña de Bahía; no en vano fue construida por esclavos liberados que optaron por volver a la tierra de sus ancestros, trayendo con ellos lo aprendido en América. Cerca, Ouidah cuenta con el templo de las pitones, donde se adora al dios Dan. Delante, en un terreno donado por el templo de Dan, se erige la catedral católica, todo un ejemplo de convivencia religiosa. Existe también un bosque vudú. Abomey, antigua capital del reino de Dahomey, exhibe con orgullo sus doce palacios reales, con una superficie de 44 hectáreas. Al norte, los Tata Somba y los poblados taneka hablan de un pasado de resistencia contra la trata de esclavos.
A Benín se le conoce como la cuna del vudú. A diferencia de lo que pasa en naciones vecinas donde existe este, como Togo, o religiones similares como la isese yoruba, en Benín esta práctica no se oculta. Más bien todo lo contrario, ya que ha sido declarada religión oficial y se ha convertido en un emblema nacional. Se estima que un 18 % de los benineses lo practica, aunque, con frecuencia, de manera sincrética con las otras religiones.
El cristianismo es la religión mayoritaria del país, siendo seguida por el 52 % de la población, la gran mayoría en el sur. El catolicismo es la rama principal, pues la mitad del total de cristianos se declaran de esta confesión. Su expansión en el país data de finales del siglo XIX, cuando Francia empezó su conquista colonial de la región. El protestantismo ha crecido en importancia en las últimas décadas. Junto con denominaciones conocidas en otras regiones del mundo, como los pentecostales o los luteranos, cabe destacar una iglesia local: la Iglesia del cristianismo celeste. Fue fundada en Porto Novo en 1947 por Samuel Oshoffa, quien después de estar tres meses perdido en un bosque aseguró que un ángel le había encargado la tarea de predicar el Evangelio. Además, se le achacó la capacidad de realizar milagros y de poder emitir profecías. Sus adeptos son fácilmente reconocibles al llevar siempre ropa blanca y caminar descalzos. Hoy en día se estima que alrededor del 6 % de los benineses siguen esta Iglesia, que cuenta con importantes grupos de fieles en el suroeste de Nigeria, dado que su fundador era yoruba, etnia mayoritaria en la región de Lagos.
Por último, el norte concentra a la mayoría de los musulmanes benineses, que suponen un 27 % de la sociedad. El islam llegó desde el Sahel, concretamente del valle del Níger y de las ciudades estado hausa nigerianas. Los benineses musulmanes son mayoritariamente suníes y, como sucede con los cristianos, en muchos casos mantienen prácticas pertenecientes a la religión tradicional. En las carreteras del norte es fácil encontrar mezquitas de reciente construcción financiadas por los países del Golfo o por Turquía.
En la actualidad, el Gobierno beninés está haciendo una notable inversión para atraer turistas. Se ha comenzado por mejorar infraestructuras clave como el aeropuerto de Cotonou —capital de facto del país— y la red de carreteras, para pasar después a crear cuatro grandes museos que están llamados a convertirse en polos de atracción turística. En Cotonou se está edificando el de arte contemporáneo; en Abomey, los palacios reales acogerán el museo del reino de Dahomey; en Ouidah, el antiguo fuerte portugués albergará el museo de la trata esclavista y en Porto Novo, el del vudú.
MARIO LOZANO ALONSO
Profesor de Etiópico Clásico en la Universidad Eclesiástica
San Dámaso. Experto en historia africana.
Publicado en Alfa y Omega
18 de diciembre 2023.