El Frankenstein ha acusado el estacazo. Y les han temblado las canillas. La sentencia del Tribunal Supremo, por unanimidad y bajo la inspiración del ponente Manuel Marchena, a propósito de la revisión de las penas a los del jolgorio ensoñador del procès, resulta más allá de la mera coyuntura en un deshilachado Estado de derecho, una pieza jurídica para la Historia.
Un poder ejecutivo desaforado en fondo y forma, convertido en Leviatán anticonstitucional y democrático en muchas de sus decisiones, cree que una mayoría parlamentaria conseguida de aquella forma, avala para ir al sastre y, gratis, encargarse un gorro napoleónico. Una mayoría parlamentaria democrática, constitucional, europea y en progreso no puede ignorar las leyes y mucho menos la ley de leyes que es la Constitución. Porque las mayorías parlamentarias cambian, obvio, lo comprobaremos en breve, pero las bases de la convivencia, la paz civil, sobre las que se sustenta un Estado en pleno uso de sus funciones y facultades, no pueden ponerse en almoneda por intereses de un señorito que se cree haber fundado el mundo.
Más allá de poner blanco sobre negro acerca de la situación de unos señores feudales que intentaron perpetrar un golpe de Estado en aquel malhadado 1-0 contra los españoles en aras de sus vuelos gallináceos, la sentencia del Tribunal Supremo, a mi entender, es un alegato con vitola histórica. No contra Sánchez, su Gobierno, sus socios o el partido político que representa. No. Un alegato contra lo perpetrado por los golpistas y el Gobierno que les ampara. Contra hechos acreditados, en modo alguno contra posiciones ad hominem.
En cualquier caso, resulta del todo apropiado que la lectura jurídica, sólo jurídica, Constitución en la mano, ponga en entredicho las medidas a favor de los golpistas, muy especialmente, liquidando el delito de sedición (en vigor en todos los países democráticos del mundo libre), aguachinando la corrupción (malversación) y poniendo alfombra estelada, of course, a aquellos que porque conviene a sus intereses de clan, tratar de dinamitar un Estado en perfecta sintonía con las grandes democracias mundiales.
Tengo para mí, que más allá del rictus desairado del gran conducator, él y su entorno no han calibrado en toda su profundidad la carga que conlleva la sentencia de Manuel Marchena. La denuncia argumentada hasta el paroxismo de que a partir de los cambios legislativos operados por el Gobierno (de concentración de intereses) el Estado, España y sus ciudadanos han quedado al pairo. Tras esos cambios, sostiene la sentencia, cualquier intento de repetir el golpe quedará impune. ¿Le parece poco al señor presidente del Gobierno? Él que ve conjuras por todas partes –jueces, medios, empresarios- cuando el único conjurado contra el orden constitucional está debajo de sus faldas.
P.D. ¿Cambiará la ley Sánchez ante el hecho cierto, decretado por su Agencia Tributaria, de que el FC Barcelona pagó a los árbitros para que no tomaran decisiones en su contra? ¡Estos independentistas irredentos hasta en las cosas del fútbol son mentira…!
GRACIANO PALOMO
Publicado en okdiario
Sábado 18 de febrero 2023