El mes de agosto ha vuelto a poner de manifiesto el nulo respeto que desde el Gobierno se le tiene al jefe del Estado, magistratura encarnada con solvencia por el Rey Felipe VI con una profesionalidad y un sentido a prueba de provocaciones.
Le han vuelto a dejar solo, como a los de Tudela, en sus viajes internacionales, en este caso, la retoma de posesión como presidente de República Dominicana, Luis Abinader, con la excusa de que ya era jefe institucional de aquella isla caribeña antes de volver a ganar las nuevas elecciones.
No es la primera vez, ni será la última. Ni es la excusa más digerible. Se olvidan que, por ley, el Gobierno está obligado a refrendar todos los actos del Monarca y así fue durante muchos años hasta la llegada de Sánchez, al que respetar la legalidad le importa tanto como una higa. A Sánchez y sus conmilitones bien engrasados les molesta la existencia del Rey Felipe, no pueden ocultarlo, y observado el tema con precisión, se puede concluir con justicia que tampoco se atreven a romper la cuerda porque se irían por el precipicio. Sánchez no ha digerido todavía que la marcha del gran servidor Jaime Alfonsín fuera ocupada por un diplomático de prestigio cercano a SM, Camilo Villarino, cuando pensaba que sería Moncloa quien apuntara el nombre del sucesor del jefe de la Casa.
El Rey observa, calla y actúa. Sin rebasar ni un milímetro su rol constitucional y comportándose como exige el pueblo que le paga, con responsabilidad y conciencia de lo que representa. Encarna (la permanencia, continuidad de la nación), discreción y altura de miras por encima de cualquier otra consideración.
Ahí me quedo en esta ocasión.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 24.8.2024.