Bióloga de profesión, dedicada desde hace años a la divulgación medioambiental, Odile Rodríguez de la Fuente es la pequeña de las tres hijas de Félix Rodríguez de la Fuente. A los 40 años de la muerte de su padre en tierras de Alaska, acaba de publicar Félix, un hombre en la tierra (GeoPlaneta). A las puertas de la celebración de la Semana Laudato si, habla para Alfa y Omega de un Félix «desconocido», que se consideraba «más amigo de la humanidad que de los animales», y «muy en línea» con el pensamiento del Papa Francisco sobre el cuidado de la Casa Común.
Odile, cuándo piensa en su padre, ¿cuál es el primer recuerdo que le viene a la cabeza?
Me viene una emoción, más que un recuerdo visual; una emoción de amor incondicional, de fuerza y de confianza ciega.
En nuestra memoria colectiva, su padre siempre aparece muy en sintonía con la naturaleza, pero al mismo tiempo como un buen marido y padre de familia. ¿Cómo vivió él estas dos dimensiones tan importantes de su vida?
Era un poco complejo, porque debía estar mucho tiempo fuera de casa, pero para él el núcleo familiar, incluso desde un punto de vista antropológico, era fundamental. La familia era lo que le anclaba a la realidad, y desde esa seguridad se lanzaba a explorar el mundo. En la aventura de su vida la familia era el puerto al que volver siempre, y en eso mi madre fue muy importante, porque tenía una total complicidad con su profesión, con su relación con el entorno y con su misión de divulgador. Ella era la que cuidaba la retaguardia. Otro detalle de la importancia que mi padre le daba a la familia era que, estuviera donde estuviera, siempre volvía para celebrar en familia el cumpleaños de su abuela. La familia era lo que le daba la tranquilidad de que todo estaba en orden.
En su libro habla de un Félix desconocido, más allá del naturalista que todos tenemos en el recuerdo. ¿Quién era ese Félix?
Creo que, a pesar de todo el cariño de la gente, nos hemos quedado con una visión reducida de él. Para muchos, Félix es solo «el amigo de los animales», pero el eje de su pasión fue el ser humano. Se consideraba más amigo de la humanidad que de los animales. El fenómeno de la vida le admiraba, y para él el máximo exponente de ese fenómeno es la capacidad humana de poder concebirnos y reflexionar sobre nosotros mismos. Su mensaje y su legado son muy filosóficos y muy profundos. En toda su obra hay un proceso de reflexión sobre nuestro lugar en el mundo, sobre quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos.
En este sentido, ¿vivía su padre sus paseos por el campo, sus salidas a la naturaleza, como una experiencia espiritual?
Totalmente. Mi padre era una persona espiritual al cien por cien. Cualquiera que lea su obra puede comprobar que está llena de trascendencia, de misterio. Aunque fue una persona que utilizó el rigor científico como una forma de aproximarnos a la realidad, no por eso dejó de lado los aspectos más intangibles y misteriosos que nos rodean. Todo eso impregna su obra, y la llena de magia y de asombro.
Para Félix Rodríguez de la Fuente, ¿tenía la naturaleza un autor? ¿Era consciente de que detrás de lo creado hay un Creador?
Hay bastantes citas en la que habla de un Creador, pero no define. Habla de la creación e incluso se pregunta de dónde nace ese impulso hacia la autoconciencia propia del ser humano, pero no define a ese Creador ni dice cómo es. En ese sentido se aproximaba al misterio de manera abierta.
¿Tenía Félix experiencia religiosa?
Para mi padre, su iglesia era la naturaleza. Si lees su obra, verás que está inundada de un profundo sentido místico. Sus relatos están impregnados de mística, y así fue su relación tan intensa con la naturaleza. Sobre la religión, fue criado en la fe católica y acudía a bodas, bautizos y comuniones, pero no era un practicante asiduo, aunque tenía un respeto profundo hacia la religión.
Estos días se celebra en la Iglesia la Semana Laudato si, en referencia a la encíclica del Papa Francisco en la que propone un estilo de vida que cuide de la Casa Común. ¿Cómo la habría recibido su padre?
Yo creo que de una forma parecida a como la recibí yo. Yo pertenezco al mundo de la ecología, aunque no comparta algunos planteamientos, y cuando la leí me pareció uno de los mejores y más acertados textos que se hayan escrito nunca sobre el ser humano y su relación con el entorno. Es un texto que atiende a aspectos intangibles y profundos, espirituales y místicos, que para mí son el eje principal en torno al que debe girar el despertar colectivo hacia el que nos debemos dirigir, y del que hablaba mi padre. Creo que Laudato si debería ser de lectura obligatoria para todo el mundo. Es de una sensibilidad exquisita, y valoro especialmente que incluya al ser humano como parte fundamental del reto que tenemos por delante. Hay quienes plantean este reto como un enfrentamiento entre el ser humano y la naturaleza, pero Laudato si propone recuperar un nexo que nos une con nuestra verdadera esencia. Y eso está muy en línea con el pensamiento de mi padre, porque es lo que él también defendía.
Odile, ¿cómo cree que habría vivido su padre todo lo relacionado con el coronavirus y con el confinamiento?
Seguramente, habría visto todo esto como una lección de humildad. La humanidad es demasiado arrogante, y esto al final se vuelve en su propio perjuicio. Nos creemos por encima de todo, y también distantes del entramado de la vida. Sentimos que no nos afecta lo que le ocurre a la naturaleza, y vivimos empoderados por la ciencia, la tecnología y la economía. Creo que debemos ser más humildes frente a la vida, porque dependemos de la vida como una especie más. Todo esto puede ser una oportunidad para recuperar los valores esenciales y vitales que estaban apagados últimamente. Y nos ha de servir para darnos cuenta de que la calidad de nuestra vida depende de recuperar esos valores. Es una lección para todos, y también una oportunidad.
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Imagen: Odile con una foto de su padre, Félix Rodríguez de la Fuente.
(Foto: Daniel G. López)