La Conferencia episcopal de Costa Rica advierte sobre la gravedad de la ola de violencia que tiende a extenderse y llama a buscar caminos de unidad y de paz para enfrentar tan compleja situación: Instamos una vez más a los servidores públicos de todas las instituciones de la República, a no escatimar esfuerzos para asumir las medidas pertinentes y atender a profundidad esta urgente problemática».
1 de julio 2024.- ¿Vamos a normalizar los hechos de violencia aceptando que es inevitable? ¿Vamos a seguir admitiendo que el dolor de tantos hermanos se reduzca a simples datos estadísticos o a espectáculos mediáticos?. Estos son sólo dos de los planteamientos que hacen los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR) en un mensaje que, bajo el título «¡Paz! un grito que urge ser escuchado» manifiestan su preocupación por la ola de violencia que afecta al país centroamericano, no obstante, las «grandes manifestaciones de bien, bondad y solidaridad que contrastan con tanto dolor».
«Creyentes y no creyentes deseamos condiciones sociales que nos permitan vivir dignamente y en libertad, vivir sin miedo», se lee en el mensaje publicado en el portal de la CECOR, en la que se presenta el mensaje publicado en la Solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo, en el que los obispos reiteran su llamado a «un genuino y efectivo compromiso de todos, ante la ola de violencia en nuestro país», porque esta dolorosa problemática «tiende a extenderse en el tiempo y en muchas direcciones: Es necesario «buscar caminos de unidad y de paz para enfrentar tan compleja situación».
La violencia va en contra de la verdad de nuestra humanidad
Haciendo suyas las palabras de San Juan Pablo II, pronunciadas en Irlanda en 1979, los obispos costarrisenses recuerdan que «la violencia es un mal, que la violencia es inaceptable como solución de los problemas, que la violencia es indigna del hombre. La violencia es una mentira, porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestra humanidad»
«Miramos con dolor la gran cantidad de homicidios que se vienen acumulando, muchos de ellos tienen implicados a jóvenes, ligados al narcotráfico o a la delincuencia organizada. Se observa un agravamiento en la perversidad y capacidad organizativa con que se perpetran. Observamos una alta persistencia en los casos de violencia a lo interno de los hogares, donde mujeres, niños y adultos mayores son las principales víctimas. A esto se agrega la violencia en los centros educativos, lugares de trabajo, en las carreteras y otros muchos contextos», subraya la CECOR.
El mensaje explica que hya una complejidad de factores involucrados en la violencia, que si bien no se distribuye de manera uniforme, ni social ni geográficamente, se concentra sobre todo en los sectores más vulnerables de la sociedad y de la familia.
Una sana política, un compromiso real
«Instamos una vez más a los servidores públicos de todas las instituciones de la República, a no escatimar esfuerzos para asumir las medidas pertinentes y atender a profundidad esta urgente problemática. En ese sentido, es necesario ejercitarse en “una sana política, capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas». No es fácil, pero sí urgente, porque están sufriendo y muriendo nuestros hermanos», advierten los obispos.
Al concluir su mensaje, los obispos de la CECOR, si bien reconocen que las soluciones no son inmediatas, recuerdan que es necesario ir en búsqueda de esa paz querida por Dios y que sólo puede florecer cuando cada uno reconoce la propia responsabilidad para promoverla. «Para prevenir conflictos y violencias, es absolutamente necesario que la paz comience a vivirse como un valor en el interior de cada persona: así podrá extenderse a las familias y a las diversas formas de agregación social, hasta alcanzar a toda la comunidad política”, como señala la Doctrina Social de la Iglesia.
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