Voluntarios, inmigrantes o personas sin techo acuden con sus familias a celebrar juntos la Navidad en la comida del día 25 de la Comunidad de Sant’Egidio. «Es una fiesta inclusiva, porque la Navidad es una fiesta para todos», dice una responsable del grupo en Madrid
«Esto no es “sentar a un pobre en nuestra mesa por Navidad”. Es una verdadera comida de familia. Igual que las familias se sientan el día 25 a comer, en la Comunidad de Sant’Egidio celebramos la Navidad con los pobres porque ellos son nuestra familia. Con algunos, nos conocemos desde hace más de 20 años, nos vemos un par de veces semanalmente y hay una relación de amistad».
Como Tiscar Espigares, responsable de Sant’Egidio en Madrid, habrá más de 1.000 personas en las cuatro comidas organizadas por la Comunidad este 25 de diciembre. Unas 250, en la iglesia de las Maravillas, más otras 430 en la del Cristo de Medinacelli, alrededor de 200 en San Roberto Berlamino y unas 250 en el salón cedido de un colegio en Puerta de Toledo.
Comida de Navidad de 2016 en la iglesia de Maravillas
Algunos llevan desde noviembre trabajando en la preparación del banquete, congelando el ragú de ternera que servirá de plato fuerte. Antes, unos entrantes y aperitivos y un consomé. Y para terminar, brindis, dulces y turrones.
Se trata ya de una tradición que se repite desde hace 17 años en Madrid, iniciada por la Comunidad de Sant’Egidio en Roma en 1982, en la iglesia de santa María en Trastevere. Muchos «ya no concebimos la Navidad de otra forma», dice Espigares. «Aquí la familia se hace más grande. Uno va con sus hijos, con sus abuelos… Yo venía con mi madre, hasta que falleció. Es una fiesta inclusiva, porque la Navidad es una fiesta para todos», dice.
También –apunta– «mucha gente hoy su familia bastante disgregada, por no decir rota. Y para ellos esta es una ocasión de vivir una navidad en familia». Compartir estos momentos con «personas que ves cómo son capaces de rehacer su vida desde situaciones muy difíciles es algo también que te llena», añade.
Pero sobre todo, «como continuamente recuerda el Papa, el Evangelio solo se entiende desde los pobres. No hay otra manera».
Desde ancianos que viven solos, a personas sin techo, pasando por familias de inmigrantes y refugiados de Siria o Ucrania, cada uno recibe un regalo personalizado. Algunos muy prácticos, como sacos de dormir o tiendas de campaña para aquellos que duermen en la calle. También hay perfumes, juguetes para los niños… «Regalos que se pueden hacer solo cuando al otro lo conoces bien», puntualiza Tiscar Espigares. E insiste: «Cuando digo que somos una familia, no es retórica, es que de verdad es así».