El presidente de GAD3 considera que, al vivir en un mundo secularizado, los cristianos de hoy «están en una constante conversión».
El pasado lunes participó en las VIII Jornadas de Actualización Teológico-Pastoral para Sacerdotes de la Universidad Eclesiástica San Dámaso. ¿Qué le interesaba de juntarse con clérigos?
Como sociólogo, quería compartir con ellos la idea de que no somos fruto de la casualidad ni un conjunto de células. Cuando empiezas a investigar cada rama de la ciencia, ves que el mundo es demasiado inteligente. Tiene que haber un Dios, lo pienso cuando veo la bondad del ser humano y cómo funcionan todas las cosas.
Impartió allí una charla titulada Una sociedad en transición: identificación religiosa vs pertenencia eclesial. ¿Qué contó en ella?
Todas las sociedades están en transición porque están compuestas por individuos que estamos de paso. La mayoría de males que vemos en nuestras sociedades también existen en otras y nuestros problemas los han pasado nuestros antepasados. La diferencia es que la velocidad de los cambios es cada vez mayor y esto dificulta que nuestros mayores puedan enseñar a los jóvenes por dónde transitar. Antes no había infancia y los niños empezaban a trabajar en el campo súper rápido; ahora la hemos prolongado y nos hemos infantilizado.
¿Ha cambiado mucho el modo en que los católicos se perciben a sí mismos?
A la hora de darle vueltas a nuestra identidad, depende mucho de nuestros roles y de nuestro papel ante los demás. A lo largo de la historia, el sentido de identidad ha tenido mucho que ver con las religiones. Los sitios donde la religión ha jugado un papel más fuerte ha sido en naciones que se sentían atacadas por el protestantismo, como Polonia o Irlanda. Ahora vivimos una época en la que esos Estados ya están conformados y ser polaco, irlandés o español no tiene que ver necesariamente con ser católico.
¿Cómo era un católico de entonces?
Para nuestros antepasados, la forma de ser cristiano en el mundo tenía mucho que ver con unos comportamientos y unas actitudes. La Iglesia lleva 20 siglos transitando con el hombre y adaptando el mensaje de Jesucristo en cada momento. Hay tradiciones que tienen muy poco tiempo y a veces pensamos que llevamos 20 siglos con eso, pero no ha sido más que nuestros antepasados adaptando el mensaje. Otro elemento que configura muchísimo nuestro sentido de identidad y nuestra forma de ver el mundo es el lenguaje. Cuando hablas, no te cuestionas el idioma que estás usando y conectas mucho más con quien utiliza el mismo que tú. Por ejemplo, parece que una causa de la separación entre la Iglesia bizantina y la romana en el siglo XI es que —aparte del debate teológico— unos entendían el mundo en griego y otros en latín. Fue sobre todo un divorcio cultural.
¿Qué tradiciones había antaño que ahora se hayan abandonado?
La Iglesia se ha ido renovando permanentemente hacia una Iglesia del futuro. Hay ramas que envejecen. Por ejemplo, en los primeros siglos una figura común era la del ermitaño, pero después evolucionó hacia los cenobios y la vida en comunidad. Luego, en el siglo XX ha sido de otra forma. El Espíritu Santo va haciendo que surjan otras hojas nuevas y, para ver el futuro de la Iglesia, no hay que fijarse en esas otras hojas otoñales. Como sociólogo, lo que me interesa no son tanto las hojas que van surgiendo, sino ver cómo comportamientos muy parecidos van apareciendo en contextos diferentes.
¿Y cuáles sí se repiten?
Muchas veces las identidades se conforman por la oposición de unos grupos a otros. Hace tres siglos, un católico español o un católico francés se veían como alguien que no se había dejado contaminar por lo que se consideraba la herejía protestante. Existía ya una cultura católica de tradición, de respeto a la autoridad de Roma, de pertenencia y de devoción a la Virgen y a los santos. Después, en el siglo pasado, la confrontación era contra la revolución soviética. La mayoría de los países católicos se oponían a esa visión materialista de las cosas.
¿Y cómo es ahora?
Ahora, la diferencia del joven creyente es que está en una sociedad donde la mayoría de sus contemporáneos creen solo en la materia, pero no en ese Dios trascendente y personal. Por tanto, están en un mundo donde hay mucho desconocimiento sobre la religión.
Así que esa diferencia, en vez de concentrarse en un grupo de fuera, la encuentran en su propio día a día.
La mayoría de los jóvenes hoy en día no saben rezar el padrenuestro, pero sus padres sí sabían rezarlo. Durante muchas generaciones, el católico salía directamente de fábrica. Sin embargo, el joven de hoy día, incluso aunque proceda de una familia de herencia cristiana o vinculada a algún tipo de comunidad, conecta mucho más con los inicios de los cristianos porque siempre está en una constante conversión.
¿Qué más hay nuevo en los jóvenes católicos?
En general, en todas las sociedades occidentales hemos vuelto a la parte emocional. Los jóvenes lo son mucho y las crisis que hay no son de libertad sino de identidad. Además, el joven de hoy en día se diferencia de sus mayores en que ya no tiene los complejos que pudo haber en épocas pasadas. Un andaluz ya no se siente diferente a un catalán o a un vasco y un español no se siente diferente a un norteamericano o un sueco. Están viendo que todos tienen las mismas capacidades. Y eso está haciendo que, en materia religiosa, tampoco se arrastren los prejuicios de sus mayores. Están sucediendo cosas muy curiosas con la globalización y el joven de ahora conecta muchísimo con jóvenes de otros sitios; una prueba de ello son las JMJ.
RODRIGO MORENO QUICIOS
Alfa y Omega
23 de enero 2025