La vida de «Jane Roe» comenzó con una infancia salpicada de abusos y pequeños delitos. 25 años después de la sentencia del Tribunal Supremo que lleva su nombre y que legalizó el aborto en todo el país, Norma McCorvey encontró la sanación y la paz final en la Iglesia católica
«Voy a pasar el resto de mi vida deshaciendo la ley que lleva mi nombre». Lo dijo en 1998 Norma McCorvey, la mujer estadounidense cuyo caso sirvió para legalizar el aborto en el país en 1973. En el 25º aniversario de la sentencia del Tribunal Supremo en el caso «Roe vs. Wade», la mujer a la que se presentó como «Jane Roe» pedía a la misma corte que revocara la sentencia.
«Ahora soy 100 % provida. No creo en el aborto ni siquiera en casos extremos». Aunque sea el fruto de una violación, «es un niño. No puedes actuar como tu propio dios», dijo en una entrevista ese mismo año. Su petición no tuvo éxito, pero Norma pasó otros casi 20 años luchando en defensa de la vida, hasta que falleció el sábado a los 69 años por una dolencia cardiaca.
Su último mensaje público lo había enviado a la Marcha por la Vida, celebrada el 27 de enero en Washington DC. «Quería que le dijera a todos que continuaran la lucha», dijo el sábado su amiga Janet Morana, de la organización «Priests for life». También Sandra Cano, «Mary Doe» en otra demanda sobre el aborto que se decidió a la vez que «Roe vs. Wade», se convirtió a la causa provida más tarde.
Infancia dolorosa
Norma había tenido una infancia problemática, entre los abusos sufridos en su casa y los pequeños delitos que cometió desde niña. Solo estudió hasta 9º grado (15 años). En su juventud, desarrolló una adicción al alcohol y empezó a tener relaciones lésbicas. En 1969, a los 22 años, estaba embarazada por tercera vez. Su madre tenía la custodia de su hija Melissa, y su anterior pareja tenía la custodia de su segunda niña. Quería abortar, algo que entonces era ilegal en Texas salvo en el supuesto de riesgo para la vida de la madre. Le recomendaron que consultara con dos abogadas, Linda Coffee y Sarah Weddington.
Después de su conversión, McCorvey alegó que las letradas la habían utilizado como «un peón», animándola a iniciar un caso que llegaría hasta el Tribunal Supremo y que ellas manejaron para promover la causa del aborto, pidiendo a la corte que invalidara las leyes provida estatales. El caso «Roe vs. Wade» se presentó en 1970. Para 1973, cuando se hizo pública la sentencia del Supremo, la tercera hija de Norma tenía dos años y medio y había sido dada en adopción. Después de la sentencia, se implicó en el movimiento proabortista.
Excrementos de rata y uso de drogas
Su compromiso lo desarrolló tanto desde el activismo como desde su propio trabajo en un centro abortista. «No es glamuroso pasar por un aborto, he trabajado en tres clínicas y lo sé», dijo más tarde. También contó las pésimas condiciones de higiene en la que se desarrollaba su labor, en una clínica legal.
«Las luces colgaban del techo, había excrementos de rata en los lavabos, y salpicaduras de sangre en las paredes –narró–. Pero la sala más inquietante era la de las partes. Allí se almacenaba a los bebés abortados. Había partes amontonadas como leña. El hedor era terrible», y atraía a los roedores. También describió cómo los trabajadores recurrían a distintas sustancias para afrontar un trabajo así, e incluso cómo se las ofrecían a las mujeres que tenían dudas sobre su aborto.
«Flirteando con la verdad»
Norma McCorvey en 1989, durante una manifestación proaborto
En 1994 publicó su primera autobiografía, Soy Roe. En ella, contaba que tenía una relación sentimental con otra mujer, Connie Gonzales. Pero en esa época ya estaba «flirteando con la verdad», como contó más tarde, en 1998, el sacerdote Frank Pavone, amigo suyo y director de Sacerdotes por la Vida. En una columna escrita pocas semanas antes de confirmar a Norma y admitirla en la Iglesia católica, describió el camino que la había llevado hasta ahí.
El primer paso lo dio a través del reverendo evangélico Flip Benham, responsable de la entidad provida Operación Rescate, que se había instalado cerca de su clínica. «Le escuchó admitir con humildad que también él necesitaba el perdón de Dios, y permitió que cayera su estereotipo de los provida como mojigatos. Escuchó a una niña» –la hija de Benham– «invitarla a ir a la iglesia, y finalmente pensó que no le haría daño. Poco a poco, la verdad la atrapó y demostró ser más atractiva que la industria del aborto».
En 1995, Benham bautizó a Norma en su casa. «Al principio, todavía pensaba que algunos abortos tempranos eran admisibles –narró Pavone–. Sin embargo, estaba abierta a la verdad y la verdad no la abandonó», sino que la llevó a darse cuenta de que el aborto siempre es un mal absoluto. Después de su conversión, «encontró sanación en un retiro del Viñedo de Raquel [el origen de lo que en España se conoce como Proyecto Raquel, NdR.] por la parte que había jugado en la decisión de «Roe vs. Wade»», explica Morana.
«Se bebió el agua bendita»
En los años siguientes, «me fui dando cuenta de su interés por el catolicismo. Poco después de su bautismo, me pidió que bendijera su casa». El día que lo hizo, el sacerdote dejó allí una botella con agua bendita que Norma, no familiarizada con el catolicismo, se bebió. «Acudió con interés a una Misa que celebré en Dallas», y durante una entrevista para la televisión católica EWTN «me pidió que le bendijera una cruz que llevaba, hecha con una pulsera “pro-elección”».
Un tiempo después, continúa el sacerdote, «me pidió que le enseñara a rezar el rosario. Al seguir hablando sobre su fe, me di cuenta de que sentía con fuerza la llamada a abrazar completamente el catolicismo. Simplemente fui contestando las preguntas que me iba haciendo, a su tiempo y a su modo. Finalmente, un día me mandó un mail en el que me decía que el Jefe le estaba diciendo que se uniera a la Iglesia».
Al hacerse pública la noticia de su muerte, Pavone mostró su dolor por que Norma «no vaya a estar aquí para celebrar conmigo cuando finalmente abolamos el aborto legal. Pero sé que nos estará observando».
María Martínez López
Publicado por Alfa y Omega
20 de Febrero de 2017
Imagen: Norma McCorvey
(Foto: REUTERS/Shaun Heasley)