La Universidad Pontificia de Comillas convoca un concurso de monólogos sobre ciencia y religión para acabar con bulos como que Galileo ardió en la hoguera o que el big bang refuta la Creación
«La existencia del mal contradice la de un Dios bueno». «El big bang refuta hipótesis de un Creador»… Son prejuicios muy extendidos entre estudiantes de Secundaria en España, según descubrió un estudio de la Cátedra Francisco José Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Pontificia de Comillas. «A menudo nos encontramos con ideas totalmente erróneas pero que están muy interiorizadas por muchas personas», afirma su director, el teólogo José Manuel Caamaño.
Casos llamativos son bulos como que Galileo fue encarcelado por la Inquisición o que el Papa León XII prohibió la vacuna contra la viruela por considerar esta enfermedad un castigo de Dios. En ese mismo saco entraría el desconocimiento generalizado sobre cuestiones como que Copérnico fue canónigo; Lamaître (autor de la teoría del big bang), «un sacerdote de profunda religiosidad»; o Medel (el padre de la genética), un religioso agustino. «A día de hoy muchos de los grandes científicos son creyentes», añade Caamaño. Pero esto no parece afectar la opinión de muchas personas, que presuponen que «los descubrimientos científicos descartan la existencia de Dios y reducen la fe a una superstición». Razón por la cual –prosigue el argumento– «la Iglesia es, ha sido y será siempre enemiga mortal de la ciencia».
«Acabo de leer el último libro de Dan Brown… ¡Dice unas cosas increíbles! Pero es un best seller y mucha gente cree firmemente las cosas que dice. A nosotros, en cambio, nos falta tomar conciencia sobre la importancia de comunicar bien».
La Cátedra Francisco José Ayala ha hecho de la divulgación una de sus prioridades. Ahí se encuadran los 11 libros coeditados con la editorial Sal Terrae o la revista digital Fronteras CTR. La cátedra organiza continuamente debates y conferencias. Pero ahora da un paso más y convoca un concurso de monólogos –humorísticos o no–, en los que, junto al rigor y la claridad en el contenido (relacionado siempre con el diálogo ciencia-religión), se valorará la capacidad de seducir a una audiencia no especializada. El plazo de entrega finaliza el 1 de febrero. Los doce mejores vídeos serán seleccionados. Tras un segundo corte, los seis finalistas competirán en una gala en abril, en la que el ganador se llevará un premio de 1.000 euros.
Espiritualidad y neurociencia
Pero antes que difundir, la cátedra genera conocimiento por medio de la investigación a cargo de equipos interdisciplinares. Entre los temas prioritarios para Caamaño está hoy el transhumanismo, que plantea el reto de nada menos que «redefinir el ser humano». Otros importantes desafíos vienen motivados por los avances de la neurociencia. Se abren paso nuevos determinismos para los cuales no existe propiamente la libertad ni hay nada humano que no se reduzca a la actividad neuroquímica del cerebro, incluidas «las experiencias espirituales».
Fiel al estilo del siempre dialogante del prestigioso científico que le da nombre –Francisco José Ayala es un creyente buen amigo de ilustres ateístas como Richard Dawkins–, la cátedra organiza encuentros con «científicos de ideas distintas, pero dispuestos a dialogar», oferta que por lo general encuentra buena acogida, salvo en el caso de algunos «ateos beligerantes» sin aparentemente otro propósito que «eliminar a Dios de la vida pública», destaca José Manuel Caamaño.
Pero el diálogo enriquece a las dos partes, siquiera porque ayuda a delimitar los respectivos territorios. «El gran problema en algunos científicos consiste en que no respetan los ámbitos de su propia disciplina, con lo cual acaban haciendo en primer lugar daño a la ciencia», que es lo que sucede al pretender «estudiar a Dios con los mismos instrumentos que uno utiliza para investigar los genes».
Como ejemplo en sentido inverso, Caamaño alude los intentos en EE. UU. de presentar como científicos los postulados del creacionismo, incluida la variante del llamado diseño inteligente. Francisco José Ayala y otros prestigiosos científicos cristianos –recuerda– lucharon para que no se introdujeran esas enseñanzas en las clases de ciencias en las escuelas norteamericanas, con la misma vehemencia con la que protestan cuando científicos como Dawkins se escudan en la ciencia para justificar sus propios prejuicios ateístas personales, transmitiendo de paso «una imagen totalmente estereotipada de la religión».
Ricardo Benjumea
Imagen: José Manuel Caamaño (derecha) junto a Francisco José Ayala
en su investidura como doctor honoris causa por la Universidad Pontificia de Comillas en 2016.
(Foto: José Ángel Molina/Universidad Pontificia de Comillas ICAI-ICADE)
Puntos de encuentro
«¿Se puede decir que la Iglesia está en contra de la ciencia por rechazar la investigación con células troncales embrionarias? ¿Significa esto que se opone a curar enfermedades? En absoluto; lo que rechaza es la destrucción de embriones», explica José Manuel Caamaño, director la Cátedra Francisco José Ayala de la Universidad Pontificia de Comillas.
Caamaño ve, sin embargo, en ese tipo de debates éticos no solo un ámbito de confrontación, sino también un espacio de encuentro de enorme potencial con científicos de otras corrientes, que igualmente desean una ciencia al servicio de las personas. Amenazas como las nuevas brechas sociales que van a generar los avances tecnológicos o las posibles derivadas de «las técnicas de mejora genética» ni mucho menos preocupan hoy solo a los creyentes.
Cuestiones como la justicia social o la ecología son también puntos de unión. Como lo es, de entrada, salvar en España la ciencia del maltrato por parte de las políticas públicas. «Ahí sí tenemos un buen punto de encuentro con la generalidad de la comunidad científica», destaca Caamaño.