El párroco de la basílica vaticana, Fray Agnello Stoia, cuenta la tarde que pasó con las personas sin hogar que viven en los alrededores del Vaticano, en el patio del complejo Santo Spirito in Sassia, compartida con el cardenal limosnero Krajewski y muchos voluntarios: «Escuchamos sus historias, que eran muy incisivas. Decidimos hacerlo al aire libre porque nuestros amigos viven en la calle».
Ciudad del Vaticano, 27 de marzo 2024.- Un cojín, una rebanada de tarta y una taza de té: muchos pequeños «salones» para vivir una tarde de serenidad y amistad y dejar de lado, al menos por unos instantes, el peso de la soledad y la indiferencia. Este es el regalo que el lunes 25 de marzo, inicio de la Semana Santa, la Elemosineria Apostólica y la parroquia de San Pedro quisieron ofrecer a los pobres que diariamente gravitan en torno a la Basílica Vaticana. Se habían hecho un centenar de invitaciones, 75/80 personas respondieron con su presencia.
El lugar de esta especial «merienda» fue el «Cortile dei Frati» (Patio de los Frailes), dentro del complejo monumental de Santo Spirito in Sassia, al que se pudo acceder gracias a la disponibilidad y colaboración del Comisario Extraordinario de la ASL Roma 1, Giuseppe Quintavalle. Junto con el limosnero papal, el cardenal Konrad Krajewski, y el párroco de la basílica, Fra Agnello Stoia, numerosos voluntarios se sentaron con los pobres para hablar y escuchar sus historias. Además de las duchas, los servicios sanitarios, el suministro de ropa y alimentos por parte de la Limosnería y diversas asociaciones, son ocasiones como ésta las que hacen que las personas se sientan parte de una comunidad, personas para las que la vida es especialmente dura. A los medios de comunicación vaticanos, Fray Agnello describe la tarde que vivió:
Fray Agnello, ayer el limosnero Krajewski y la parroquia de San Pedro que usted dirige quisieron ofrecer a los pobres que viven en los alrededores de la Basílica una tarde diferente. Pero, ¿qué momento fue?
Fue un momento en el contexto de la Semana Santa, que comienza con Jesús en casa de sus amigos. De hecho, la titulamos «Con Jesús en Betania, en casa de Lázaro». En casa de Lázaro, Jesús encuentra el calor de la amistad y encuentra sobre todo a María y a Marta, la primera escuchándole y la otra sirviéndole. Y así quisimos compartir todo esto con nuestros pobres amigos. Los acogimos como a Jesús en un lugar precioso, idealmente en casa de Lázaro, y había algunas personas escuchando sus historias, así que ellas hacían de María, y otros les servían haciendo de Marta. Fue un momento muy bonito, un mimo a nuestros pobres amigos, entrando así con ellos en Semana Santa. Jesús, por cierto, en el Evangelio de ayer, donde los demás reprendían a Judas por la salida que hace Judas al quejarse: ‘O sea, todo este perfume… es un desperdicio, se podría haber dado para ayudar a los pobres…’. Jesús dice de María: ‘déjala, a los pobres siempre los tendrán entre ustedes…’.
Llama la atención que la tarde transcurriera al aire libre. ¿Por qué esta elección, por qué era importante que fuera al aire libre?
Al aire libre porque nuestros pobres amigos viven en la calle. De hecho, no pusimos mesas, ni estructuras, sino cojines de colores para colocar en el suelo. Había un mantel en el centro y sobre el mantel algunas flores y huevos de Pascua, un poco como una mesita, pero en el suelo, porque en la calle es donde viven los pobres y en la calle es donde queríamos encontrarnos con ellos y donde queríamos recrear estas pequeñas salas de estar. Fue muy bonito traer a los pobres a un espacio donde, básicamente, acoger a los pobres era la normal. La estructura del Santo Spirito nació, hace unos siglos, para los peregrinos, para que los pobres se cobijaran bajo esos arcos, y ayer nos apetecía devolver un poco este lugar a su historia original.
¿Cuáles fueron los comentarios, las reacciones de los participantes, qué les dijeron?
Los pobres presentes contaron sus historias. Historias muy bonitas, muy incisivas. Nos impresionaron. Ciertamente, el P. Konrad conoce muy bien todas estas situaciones, porque como limosnero viaja mucho y conoce a esta gente pobre mucho más que yo. Recuerdo que cuando en diciembre organizamos una cena para los pobres bajo la columnata de San Pedro, el comentario positivo de ellos no era sólo que habían comido algo bueno, sino sobre todo porque habían podido vivir un momento de compañía con los demás. Así que el hecho de que estos amigos pudieran hablar ayer entre ellos, que pudieran romper un poco el muro de soledad que habitualmente les rodea, fue algo muy bonito. Todos estaban muy contentos, muy contentos también de llevarse el regalo de este cojín, que por supuesto siempre viene bien, especialmente para los que viven en la calle. Pero también fue bonito para los que escucharon, es decir, la gente que hizo de «María», que quedó muy impresionada por la experiencia, y también la gente que sirvió, entre los que había también algunos niños que vienen a catequesis. Todos quedaron realmente muy muy contentos con la experiencia.
En resumen, de da, pero también se recibe en contacto con los pobres…
Ciertamente, porque servir a los pobres evangeliza. El Papa Francisco nos recuerda a menudo que los pobres nos evangelizan porque los pobres tienen la levadura del Evangelio, nos lo anuncian. Jesús nos dice ‘a los pobres los tendrán siempre con ustedes’ y los pobres nos recuerdan al Señor a quien debemos la unción de la escucha. Los pobres son una bendición, nos recuerdan la presencia del Señor en el mundo. Jesús dice en el Evangelio que Él se manifiesta en las necesidades de sus hermanos y hermanas. Tenía hambre o sed, estaba en la cárcel, estaba desnudo, estaba enfermo. Por eso, cuando nos encontramos con los pobres y nos hacemos sus amigos, sabemos que a través de ellos hay una manifestación del Señor. Y también son un recordatorio de que sabemos hacernos «Eucaristía», sabemos «partir», sabemos escuchar.
ADRIANA MASOTTI
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