La edad media de los jóvenes que se hacen daño en España son 12 años y lo hacen, por ejemplo, para sentirse acogidos en la familia. Unas conductas que alivian a corto plazo, pero pueden enganchar hasta el suicidio.
19 de septiembre 2024.- «Empecé a cortarme las muñecas cuando tenía 13 años. Cuando no quedaba marca, seguía apretando hasta que la herida fuera profunda y la pudiera ver cuando quisiera. Me sentía bien mirándolas. Me parecían bonitas esas marcas». Es el relato de Patricia (nombre ficticio) que, tres años después, recuerda una de las etapas más duras de su vida. Fue su hermano quien descubrió las señales al subirse las mangas de la camisa. Ella no culpa a sus padres, pero sí reconoce que tener en sus manos un móvil con acceso a determinadas aplicaciones le reveló las formas de hacerse daño que tenían otros chavales de su edad. «Estaba pidiendo ayuda a gritos. En silencio, pero gritaba histérica que alguien me ayudara», rememora.
A diferencia de lo que se pueda pensar, la intención de Patricia no era acabar con su vida, porque la autolesión en sí misma no tiene una funcionalidad suicida. «Son fenómenos distintos, pero si las autolesiones se vuelven más frecuentes es un factor de riesgo para que acaben desarrollando ideas de suicidio», explica en conversación con Alfa y Omega la psicóloga Anna Sintes, quien asegura que ha tratado a chicas con autolesiones muy graves en consulta «y nunca deja de impresionarme». Ella es doctora en Psiquiatría y Psicología Clínica, trabaja en el hospital San Joan de Deu de Barcelona y pertenece a un grupo de investigación llamado Greta, en el que diversos profesionales ofrecen información veraz y estrategias para afrontar la autolesión.
«Así muestra la generación de jóvenes actual su malestar emocional»
Anna Sintes
Psicóloga
En España, los jóvenes que se hacen daño empiezan, de media, a la edad de 12 años y sobre todo son niñas. Una edad muy precoz que ha disparado las alarmas porque, mientras que hace unos años la autolesión se catalogaba dentro del trastorno límite de la personalidad y otras alteraciones graves, ahora el perfil de las jóvenes que llegan a consulta lo hacen con problemas alimentarios o de gestión de las emociones. «También con claros signos de impulsividad, déficit de habilidades sociales, principios de ansia y depresión e incluso problemas de relación con los padres», explica Sintes.
Si a la etapa adolescente, llena de incertidumbre y confusión vital, se le suma la falta de atención por parte de las familias y el entorno, la autolesión aflora como uno de los recursos más inmediatos para sentirse mejor. Como Patricia, que asegura que «solo veía a gente triste a mi alrededor y deprimida, tanto en internet como en la vida real». Un sentimiento que también viene inducido por «unos modelos de vida menos ligados a compartir en comunidad, con menos espacios seguros y personas que nos puedan sostener y acompañar», según señala María de Castro, terapeuta ocupacional de la clínica Nuestra Señora de la Paz, perteneciente a la orden San Juan de Dios. «Estos jóvenes se autolesionan porque quieren parar el pensamiento que les genera malestar, sentirse cuidados y presentes en el núcleo familiar, castigarse cuando se rechazan a sí mismos o por los altos niveles de autoexigencia que muchas veces sufren».
Aunque el gran aumento de las lesiones autoinfligidas lo protagonizan jóvenes de entre 10 a 24 años, habiéndose multiplicado por cuatro en las dos últimas décadas según el Ministerio de Sanidad —dato que se destacó la semana pasada, Día Internacional de la Prevención del Suicidio—, en adultos también existe y, muchas veces, con mayor estigmatización. Es el caso de María, quien relata para este semanario cómo, a sus 46 años, una profunda depresión tras un accidente fue la causante de autolesiones en los pies junto a cuatro intentos de suicidio y largos ingresos médicos. «Me hacía daño porque no sentía nada en mi vida y hacerme los cortes me generaba adrenalina y calmaba mi ira», y cuenta cómo tras un «duro y largo proceso de entendimiento y paciencia» está intentando salir adelante con ayuda de su familia.
«Las redes son escuelas de cómo autolesionarse porque se dan ideas»
María de Castro
Terapeuta ocupacional
Los expertos confirman que las autolesiones generan una disminución del malestar inmediata, pero solo a corto plazo, ya que «al cabo de poco tiempo suele aparecer la culpa, se sienten peor y vuelve a comenzar el ciclo», declara Sintes. De alguna forma, «todo el tiempo que están haciéndose daño no están aprendiendo estrategias como la relajación, la meditación, el deporte o la música». Los profesionales recuerdan la necesidad de estar alerta ante cualquier signo sospechoso y pedir ayuda, ya que cada comunidad autónoma tiene sus propios recursos. Por ejemplo, en Cataluña cuentan con una consulta especial en los centros sanitarios a la que los adolescentes pueden acudir sin cita previa y de forma anónima, así como un programa en el que enfermeras atienden un día a la semana en los institutos. De esta forma, se acerca la atención médica a esta población de riesgo.
Tanto Sintes como De Castro reclaman, como gran parte de la comunidad sanitaria, más recursos para poner en práctica todos los planes que salen a la luz. Reducir los tiempos con dispositivos electrónicos, establecer rutinas o tejer una buena red de apoyo también son fundamentales para atajar estas conductas desde casa y evitar que los jóvenes sigan marcando sus muñecas.
ESTER MEDINA
Alfa y Omega