2 de junio 2022.- En El desafío Francisco, el filósofo Massimo Borghesi lanza un duro alegato contra ciertos católicos conservadores, los teocon, sin ahorrar críticas a los progresistas, por ejemplo, a los alemanes.
¿Cuál es, a corto y medio plazo, el mayor peligro para la Iglesia? ¿Los teocons o el camino sinodal alemán?
Buena pregunta, jajaja. No tengo preferencias: ambos representan un peligro desde lados opuestos. Porque por uno tenemos un viento conservador que sopla con mucha fuerza en algunos sectores de la Iglesia –Estados Unidos, Polonia–, y por otro tenemos un viento progresista, plasmado en el Sínodo de la Iglesia alemana. Uno se alimenta del otro. El pescado se muerde la cola, como decimos en Italia.
El progresismo de la Iglesia alemana…
… se engaña a sí misma pensando que puede superar la crisis del cristianismo con el matrimonio de los sacerdotes o el matrimonio gay. Y nunca se reflexiona sobre un hecho muy simple: un gran número de bautizados alemanes piden no estar inscritos en el registro eclesiástico porque, como se sabe, allí existe la imposición obligatoria, un remanente de un clericalismo estatal que no se da en ningún otro lugar. Si la Iglesia alemana es tan rica es porque obliga a los católicos a pagar un impuesto. Esto muchos lo experimentan como constricción y coerción. Así que si, en lugar de dar lecciones de progresismo, la Iglesia alemana, tan rica, hiciera voto de pobreza y aplicara el modelo liberal de distinción entre Iglesia y Estado, tendríamos mejores resultados.
¿Está en peligro la unidad de la Iglesia católica?
Espero que no. No creo que la Iglesia alemana llegue al cisma, eso sería impensable e imperdonable. Por otro lado, me parece que hemos tenido mayores peligros durante este pontificado, cuando todo el frente conservador amenazó con un cisma tras la publicación de Amoris laetitia.
¿Es el momento de que el Papa tome medidas disciplinarias contra el Camino Sinodal alemán?
Yo diría que no hasta que no se tomen medidas o se hagan declaraciones de ruptura. Aún estamos a tiempo de intentar una solución de compromiso y entendimiento recíproco sin radicalizar demasiado ciertas cuestiones que nos apartan de los verdaderos problemas de la secularización.
¿Cuáles son?
Yo diría, en primer lugar, una presencia renovada de la Iglesia y una presencia cristiana renovada dentro del mundo contemporáneo. En los años 70 y 80 asistimos al florecimiento de movimientos eclesiales. Hoy, si miramos a nuestro alrededor, no vemos nada parecido. Por lo tanto, está claro que existe un problema de renacimiento cristiano en el mundo contemporáneo, que interesa especialmente a las generaciones más jóvenes.
Volviendo a su libro, se puede decir que es una enmienda a la totalidad del universo teocon.
La crítica es en primer lugar a su modelo, caracterizado por una aceptación acrítica y total del modelo capitalista, por lo que apartan las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia sobre el bien común y la justicia social. Se percibe una mentalidad burguesa. Por otro lado, fomenta una presencia pública de los católicos concentrada en dos o tres valores morales, como la lucha contra el aborto, la eutanasia y el matrimonio homosexual, dejando de lado toda la plenitud de la doctrina social de la Iglesia. Es justo combatir el aborto, pero no puede agotar la presencia cristiana en el mundo.
El aborto es un tema de primera importancia. El Papa lo subrayó así.
Absolutamente. Pero enmarquemos el problema: la lucha contra el aborto es la defensa de la fragilidad de la vida, ¿vale? Pero entonces esta defensa debe extenderse a los enfermos terminales, a los ancianos, a los pobres, a la oposición a la guerra y también a la pena de muerte. Si uno está en contra del aborto no puede estar a favor de la guerra o de la pena de muerte ni alabar un capitalismo despiadado que cada año crea millones de nuevos pobres. Hay que ser coherente en el fondo.
No hay una hostilidad de principio por parte de la Iglesia hacia el capitalismo: los franciscanos fundaron la banca en el siglo XV.
Por supuesto. Pero una cosa fue el sistema económico de los años 1400-1500, que solo afectó marginalmente a la población. Otra es el capitalismo financiero que se ha impuesto desde los años 90 y que estuvo a punto, en 2007-2008, de provocar una quiebra planetaria. Estamos hablando de cosas diferentes: no podemos utilizar las teorías franciscanas de 1400 para referirnos a un sistema que solo ve la riqueza como fin y no considera el plano del trabajo.
Pero algunos consideran que el Papa está más cerca del bando de la teología de la liberación.
En primer lugar, la teología del pueblo de la escuela argentina del Río de la Plata no es la teología de la liberación de Gustavo Gutiérrez. La teología del pueblo, a la que se refiere el Papa, rechaza totalmente la violencia, la lucha de clases y el marxismo. Por tanto, es una teología del pueblo creyente, del pueblo cristiano, que ciertamente pone en primer plano el problema de los pobres, de acuerdo con las conferencias de la Iglesia latinoamericana.
En segundo lugar…
… y de esto nunca se habla, esas críticas que el Papa hace al modelo capitalista actual son las mismas que se encuentran en la encíclicas Centesimus annus y Sollicitudo rei socialis, ambas de Juan Pablo II, o en la Caritas in veritate de Benedicto XVI. Si se leen con atención estas encíclicas, uno se dará cuenta de las duras críticas al modelo capitalista que contienen. Parece que el Papa Francisco sale de la nada. No: su discurso forma parte de la doctrina social de la Iglesia.
En su libro sitúa a la Centesimus annus como el punto de ruptura de los conservadores.
Si se lee con atención la Centesimus annus, una encíclica publicada en 1991, tras la caída del comunismo, es de principio a fin una dura crítica al nuevo capitalismo financiero. ¿Qué hacen los teoconservadores americanos, Novak, Weigel o Neuhaus? Se centran en un único párrafo de la Centesimus annus, el 42, donde el Papa distingue una doble visión de la economía de mercado. A partir de esta distinción, dicen que el Papa ha legitimado el capitalismo por primera vez en la doctrina social de la Iglesia. Esto es una manipulación.
¿No cree que una mayoría de católicos está un poco harta de la guerra de bandos? Progresistas contra conservadores, teocon contra representantes de la teología de la liberación…
Sí, y yo el primero. Pero esta división entre conservadores y progresistas delata un punto de fragilidad y debilidad en el pensamiento católico contemporáneo. No hay valores de derecha o de izquierda. Una perspectiva católica tendrá ambas cosas.
¿Cómo define el concepto de Iglesia en salida?
Es una Iglesia misionera, el gran deseo del Papa Francisco: en lugar de una Iglesia clerical, cerrada, temerosa, replegada sobre sí misma, puede pasar a ser una Iglesia abierta y con perspectiva misionera.
¿Cuál debe ser la estrategia de los católicos en la vida pública? ¿De guerra cultural o de dejar que las cosas pasen y vengan tiempos mejores?
Una estrategia de oposición en el parlamento a leyes que consideramos absolutamente injustas. Pero con realismo político, del que hemos aprendido que lo óptimo es enemigo de lo bueno.
¿Sigue siendo pecado el liberalismo?
No. Hay que distinguir entre liberalismo y liberalismo económico. El liberalismo es una doctrina sacrosanta de las libertades modernas, tanto políticas como religiosas, que la Iglesia reconoció plenamente en la Dignitatis humanae. Por otro lado, está el cristianismo, que en los primeros cuatro siglos de su historia afirmó el entonces revolucionario principio de la libertad religiosa. Y la Iglesia ha retomado su antigua tradición.
¿Liberalismo económico?
Por liberalismo se entiende aquella doctrina económica de la que el libre mercado es un valor absoluto, en el sentido de que solo juega el papel de los intereses individuales que no pueden ser limitados de ninguna manera por el llamado bien común. Así, en economía, el liberalismo coincide con una especie de individualismo total. Esto es lo que critica la doctrina social de la Iglesia, no la idea de libertad incluso en el ámbito económico. La libertad no puede socavar el bien común.
¿Incluso en la esfera política?
También: la libertad es sacrosanta, pero insisto: no puede ir en contra del bien común. Existe siempre una polaridad entre la libertad y el bien común que caracteriza a la doctrina social de la Iglesia.
Bio
Massimo Borghesi, nacido en 1951, es catedrático de Filosofía Moral la Universidad de Perugia y conferenciante habitual en su país, Italia, y también en el extranjero. Muchas de sus investigaciones, algunas convertidas en libro, se centran en el pensamiento filosófico alemán de los siglos XIX y XX. Pero es ante todo un católico comprometido, firme defensor del actual Papa. Es la razón por la cual ha escrito El desafío Francisco, su último ensayo.
JOSÉ MARÍA BALLESTER ESQUIVIAS
Alfa y Omega
Imagen: El autor italiano durante la presentación del libro
en la Fundación Pablo VI en Madrid.
(Foto: Fundación Pablo VI)