El Prefecto Apostólico de Ulan Bator, el cardenal Giorgio Marengo abre su artículo dedicado a Mongolia con un «punto en la estepa». Lo cierra con el signo de esperanza que será la visita que emprende este jueves el Papa Francisco para la Iglesia local y universal. Mientras tanto, el cielo siempre azul del país asiático invita a su lectura en el diario vaticano L’Osservatore Romano.
Un punto en la estepa. Así se siente uno cuando viaja por Mongolia. Aquí uno redescubre la posición que le corresponde en el mundo y en la vida. La fe vuelve a su esencialidad original, o al menos es provocada a este retorno. Uno se encuentra pequeño, frágil, y por eso mismo objeto de un amor incondicional que es puro don. La visita del Papa Francisco a Mongolia participa de esta gracia y la confirma con un plus que le hace a uno aún más humilde y agradecido.
La pequeña comunidad católica local (unos 1.500 fieles mongoles) desea acoger esta gracia con toda la intensidad posible. Los fieles se preparan para ella con el fin de ayudarles a crecer en la fe, para ser confirmados en su opción (que de ningún modo se da por supuesta) de ser amigos, discípulos y testigos del Señor que cuida de toda persona, perteneciente a cualquier cultura, en cualquier latitud.
Los misioneros y misioneras que trabajan aquí con tanta pasión y tanta paciencia esperan acoger entre ellos al sucesor de San Pedro. La población mongola en general también siente curiosidad por ver a este líder espiritual, del que se viene hablando desde hace tiempo.
San Juan Pablo II esperaba venir aquí en 2003. Pero el Papa Francisco será el primer Romano Pontífice que pise el país del eterno cielo azul, como lo llaman sus habitantes.
Existe una relación directa con los mongoles desde la época del Papa Inocencio IV (siglo XIII). De esa época data la primera misión diplomática, llevada a cabo por el fraile umbro Giovanni di Pian del Carpine. La Santa Sede, por tanto, ostenta una primacía a la que probablemente se referirá el Papa Francisco y que el presidente Khurelsukh también conoce muy bien. Quizá también por eso, en julio de 2022 decidió hacer la invitación formal, que fue inmediatamente aceptada con gratitud por el Santo Padre. El documento fue traído personalmente por una delegación oficial, que también asistió al Consistorio. Estaba escrito con la letra antigua, la de arriba abajo, la marca de un pueblo que siempre sabe mantenerse en pie, incluso en los momentos difíciles. Como los niños que se asoman al ger (típicas casas circulares móviles), sin miedo a mirar a la cara incluso al huésped extranjero.
El Papa Francisco vendrá como peregrino e invitado, testigo de la paz y promotor de la fraternidad. Sus palabras serán seguramente escuchadas con atención, como cuando un viajero se detiene para reponerse de un largo viaje y la gente del ger le hace un hueco, sentándose alrededor del fogón para escuchar su relato, con una humeante taza de té en la mano.
Creemos que el Papa Francisco apreciará la belleza de este país de vastas praderas, imponentes cadenas montañosas, claros lagos alpinos y extensiones desérticas. Un país con dos caras: la de la tradición nómada, que aún practica alrededor del 30% de la pequeña población (3,2 millones de habitantes) y la de la ciudad cambiante y a veces contradictoria, con los relucientes palacios en el centro y los suburbios despoblados que salpican las colinas alrededor de la capital, Ulán Bator.
Tradición y novedad. Incluso para la fe cristiana, ya conocida aquí en la antigüedad y luego desvanecida hasta casi perderse. En la trama de este hilo se vislumbra algo muy positivo: una pequeña comunidad creyente, que vive en situación de marginalidad, con ganas de seguir sembrando la buena semilla del bien; como desde principios de los años 90, cuando la Iglesia comenzó su silenciosa y fructífera labor de promoción humana, investigación cultural y diálogo, haciendo florecer incluso las primeras comunidades católicas, hoy reunidas en 9 parroquias. Sí, la palabra diálogo es quizá una de las que más caracterizarán este camino apostólico. Diálogo cultural y social, pero también ecuménico e interreligioso. Es la premisa indispensable para poder construir (o consolidar) puentes, en un momento particularmente difícil para el planeta, donde parece más fácil destruir que construir.
En efecto, el Papa es también un padre, que se preocupa por todos los hijos e hijas de Dios esparcidos por el mundo. Es el Santo Padre, que desea irradiar la santidad (reflejada) de la Iglesia, servidora del Evangelio, y quiere hacerla brillar también en esta tierra de historia tan fascinante y de profunda tradición espiritual. Así lo esperamos aquí, y es una gran alegría que está a punto de florecer.
La Virgen María ha querido mostrarse de forma discreta y fuerte, encontrándose en la imagen esculpida de una estatua surgida en un vertedero. A su intercesión está dedicado este año, que ha visto pasar la estatua por todas las comunidades, antes de volver a la catedral de los Santos Pedro y Pablo, donde el Papa Francisco la encontrará el 2 de septiembre. La señora Tsetsegee se la entregará, dentro de un ger. En los próximos días viviremos la invitación del profeta Isaías: «Ensancha el espacio de tu tienda» (Is 54,2), cuando el mundo entero venga a nuestra tienda. Habrá sitio para todos. La visita del Papa Francisco seguirá siendo memorable y será un signo de esperanza universal: «Esperar juntos».
GIORGIO MARENGO
Prefecto Apostólico de Ulan Bator.
L’Osservatore Romano.
Jueves 31 de agosto 2023
Imagen: El cardenal Marengo con los fieles de Ulaanbaatar.