El nuevo obispo auxiliar del exarcado grecocatólico de Donetsk narra los desafíos de la Iglesia para trabajar en una diócesis de Ucrania que tiene tres de sus cuatro regiones ocupadas.
Los padres Levytsky y Heleta, dos redentoristas detenidos por las fuerzas rusas, pertenecen a su diócesis. ¿Saben algo de ellos?
Desgraciadamente, ahora es imposible tener información, no tenemos ninguna comunicación con las autoridades rusas al respecto. Lo hemos intentado a través de algunos diplomáticos, pero nadie ha podido hacer nada por ellos. El Gobierno ucraniano conoce el caso y cree que sería posible hacer algún tipo de intercambio, pero los rusos piensan de forma diferente. Estamos esperando un milagro.
¿Qué ha ocurrido con el resto de sacerdotes en territorio ocupado?
Tenemos a dos en Donetsk, que trabajan de pueblo en pueblo. En Zaporiyia teníamos a seis. Además de los dos ya mencionados, los otros cuatro fueron expulsados por el Gobierno ruso. La Iglesia grecocatólica ucraniana supone un problema para ellos porque afirma los valores cristianos de respeto, amor, libertad responsable y dignidad que siempre ha enfatizado el pueblo ucraniano. Además, la mentalidad cristiana propone la libertad de conciencia y la dignidad, que resultan imposibles en el sistema político ruso actual. Solo permiten la Iglesia ortodoxa ucraniana vinculada al Patriarcado de Moscú porque apoya el concepto de mundo ruso que es tan necesario para justificar la conquista de territorios extranjeros.
Bio
Nacido en Leópolis en 1980, a los 18 años ingresó en los salesianos y en 2007 se ordenó sacerdote. En Kiev ha estado al frente de la Pastoral Universitaria. Conoce bien el este del país, pues entre 2011 y 2013 trabajó allí desde Dnipropetrovsk. Aunque la sede de su diócesis está en Donetsk, debido a la invasión reside en territorio libre de Zaporiyia.
Por su parte, el Gobierno ucraniano ha registrado monasterios vinculados al Patriarcado de Moscú. Incluso se prepara una ley sobre la misma existencia de esa Iglesia, aunque tras la invasión se distanció de Moscú.
En realidad fue un paso político para permanecer aquí. No era sincero. Desgraciadamente, sabemos que durante la Unión Soviética algunos sacerdotes ortodoxos colaboraron con el régimen comunista ateo. Esto es de dominio público. Y sobre esa ley, creo que es imposible no permitir a los sacerdotes hacer su labor, porque muchos del Patriarcado de Moscú que siguen en Ucrania son ciudadanos ucranianos y seguirían sirviendo bajo esa prohibición.
¿Cómo afronta su nueva tarea como pastor en un territorio tan grande y en gran medida ocupado?
Pienso en lo que sí es posible hacer. Un desafío son los problemas psicológicos de nuestros ciudadanos. Cuando visitaba a distintos grupos de Kiev me impactaba cómo los niños y jóvenes se asustaban ante cualquier ruido. Otro reto serán los sitios ocupados por Rusia. Allí las personas se sienten como animales porque no pueden hablar de lo que piensan; solo tienen miedo. Abandonar esos estados mentales no será algo instantáneo. Necesitamos pensar en qué hacer para ayudarlas a volver a su vida ordinaria.
¿Será posible la reconciliación?
El Papa habla de la necesidad de la convivencia pacífica entre ucranianos y rusos, pero por ahora es imposible. Para nuestra mentalidad cristiana esto es un gran problema. Hace falta ayudar a la gente a redescubrir esas relaciones humanas. Es un desafío enorme. Después de todo lo que los militares rusos hacen a nuestro pueblo es imposible perdonar. Debemos buscar nuevas maneras para ayudar a la gente a encontrar a Dios en su vida. Es la única vía de no volver a la guerra. Lo que está ocurriendo ahora se debe al hecho de que durante mucho tiempo en Rusia no tenían a Dios.
Ahora, el patriarca de Moscú apoya la guerra.
Cuando dice que es una guerra santa es una estupidez. Los jóvenes no se creen este tipo de justificaciones… y dejan de creer en Dios.
En su diócesis, un porcentaje significativo de la gente hablaba ruso. ¿Teme problemas al final de la guerra?
No. En primer lugar, muchas personas que conozco de la parte oriental de Ucrania han cambiado del ruso al ucraniano. En Dnipropetrovsk teníamos un amigo cirujano. Hablaba solo ruso porque, cuando estudiaba, un profesor le dijo que si seguía hablando ucraniano no aprobaría ningún examen. Muchos no tenían el valor de hablar ucraniano aunque se sintieran ucranianos. Y también hay gente que sigue hablando ruso, incluso en el Ejército, y no es problema.
MARÍA MARTÍNEZ LÓPEZ
Alfa y Omega
Imagen: Con su obispo en una parroquia de la región de Zaporiyia.
(Foto cedida por Maksim Ryabukha).