La película documental «In viaggio», del director italiano Gianfranco Rosi, sobre las peregrinaciones de Francisco, es proyectada hoy en la sección “fuera de concurso” del Festival de Venecia. La película, de la que informa L’Osservatore Romano, en su artículo «El aliento del Evangelio en los silencios del Papa», se estrenará en los cines el 4 de octubre, día de la fiesta de San Francisco.
5 de septiembre 2022.- Es como el aliento del Evangelio. Jesús se detiene a orar, recupera el aliento, reordena sus pensamientos, piensa en sus hermanos y hermanas y escucha al Padre. Entonces, el mundo desordenado y chapucero, trágico y desesperado, vuelve a hacer oír sus lamentos. Los apóstoles se acercan, le llaman, le invocan, y la multitud se hace más ruidosa. Entonces Jesús sonríe y, gracias al aliento que ha recogido en la oración, puede dirigirse de nuevo a todos los que piden su palabra y su ayuda.
El aliento del Evangelio tiene su propio ritmo sagrado e indispensable. Es la fuente de nuestra esperanza. Gianfranco Rosi, con ‘In viaggio’, en los repentinos silencios del Papa, redescubre ese mismo aliento y lo cuenta con la mirada de la humanidad doliente que intenta volver sus ojos al cielo. La película de Rosi forma parte de la Sección Oficial – Fuera de Competición del 79º Festival de Cine de Venecia y se estrenará en los cines el 4 de octubre, día en que se celebra San Francisco. En 2013, recién elegido, el Papa Francisco había estado en Lampedusa. En 2021 había ido a Irak. Son los mismos lugares que Rosi había descrito en sus películas Fuocoammare (2016) y Notturno (2020). El encuentro del director con el Pontífice era casi inevitable, era como si estuvieran en el mismo camino.
El Papa Francisco, en nueve años de pontificado, ha realizado 37 viajes y ha visitado 59 países. De Lampedusa a Canadá, su peregrinaje sigue el hilo rojo de algunas coyunturas cruciales de nuestro tiempo: la pobreza, la naturaleza, la migración, la condena de todas las guerras, la solidaridad. Una leyenda al principio de la película lo explica. Rosi trabajó con el repertorio de estos nueve años pero, con motivo de su viaje a Canadá, también quiso rodar algo con su propia cámara. Aunque el repertorio utilizado por Rosi es bien conocido, para el espectador tiene la misma frescura que el material inédito. Rosi eligió cuidadosamente recortes (Fellini los llamaba hígados) que nadie más hubiera querido. En su película, el Papa guarda a menudo silencio. Es el verdadero giro copernicano de las numerosas hagiografías televisivas y cinematográficas que han caracterizado los primeros nueve años de pontificado del Papa Francisco.
Los medios de comunicación y los nuevos medios no pueden prescindir de las estrellas egocéntricas y parlanchinas. Pero el Papa no es así. Rosi tuvo el don de entenderlo y el valor de contarlo. Las primeras imágenes de la película alternan el rostro del Papa, inmóvil y silencioso, con las de la Tierra (como al revés) tomadas desde la estación espacial internacional. Fuera de sintonía, la voz del Papa invita a la humanidad a creer más en la capacidad de hacer el bien que el Padre nos ha dado a cada uno. Estos son sólo los primeros momentos de la película, pero son suficientes para escribir un libro.
El silencio del Papa es un momento de oración al Padre. La tierra invertida que asoma por los ojos de buey de la estación espacial es la metáfora aplastante de un peso insoportable (nuestra humanidad coja) y, al mismo tiempo, es también el obstáculo que nos impide mirar al cielo (el plano ocupa toda la pantalla). Oración y humanidad. El aliento del Evangelio. Este ritmo sagrado caracteriza toda la narrativa de Rosi. El Papa habla con franqueza, como suele hacerlo. Se disculpa por haber dicho que quería esperar a las pruebas de la culpabilidad del obispo Barros y pide perdón por la matanza de niñas nativas en las escuelas católicas de Canadá. También dice que la globalización de la indiferencia nos impide llorar por las víctimas del Mediterráneo o que todas las guerras, salvo una, sólo tienen una motivación, el dinero.
En la película de Rosi, sin embargo, el Papa calla casi siempre al final. Cuando se encuentra con musulmanes, judíos u ortodoxos. Cuando va en el papamóvil atraviesa ciudades llenas de multitudes que le aclaman o calles desiertas por la política y la violencia. Su mano siempre se levanta para bendecir: las lágrimas de los muchos o las ausencias de los muchos. El viaje de Rosi está inspirado. Es difícil hacer una película de montaje. Ante el interminable repertorio, uno siempre tiene la necesidad de añadir, nunca de quitar. Dicen desde el equipo de producción que el director ha hecho y deshecho mil veces.
Rosi nos lleva de la mano y quiere que entendamos que el mensaje del cristianismo, y por tanto el apostolado de este pontificado, no está en la victoria sobre el mundo (que de hecho está al revés), sino que está en la humildad de la Cruz. A medida que las imágenes de la peregrinación del Papa se superponen entre sí, junto con los silencios cada vez más frecuentes, Rosi también inserta, hacia el final, algunas imágenes bastante sorprendentes. El Papa está fuera de foco. Los rostros de las personas con las que se encuentra son nítidos en cuanto a los detalles, pero Francisco está desdibujado en un desenfoque de colores. El ambón con la Palabra está perfectamente enfocado, pero la procesión del Papa que se acerca está en cambio borrosa en la pastoralización de la imagen.
Al principio de la película, el Papa invita a la humanidad a no dejar de creer en su propia capacidad de hacer el bien. Al final de la película, cuando su rostro desaparece en el desenfoque, sólo queda la fuerza de la oración ante la bestialidad de la guerra: «¡Señor, deténganos!». Es el aliento del Evangelio. También Jesús se quedó solo mientras las multitudes que lo aclamaban desaparecían como el rocío de la mañana. También Jesús no dejó ni un momento de incitarnos al bien. También Jesús, al final, ante la locura de la violencia extrema, invita al Señor a perdonarnos porque no sabemos lo que hacemos. Es el aliento de la oración. Podemos y debemos hacer el bien. Somos incapaces de detenernos ante la muerte porque sólo la Gracia puede salvarnos.
ANDREA PIERSANTI
L’Osservatore Romano
Imagen: Viaje apostólico en Irak en 2021.
Entrada en papamóvil en el estadio de Erbil
para la celebración de la Santa Misa.
(Foto: Vatican Media)