Con ocasión del Jubileo del 8 y 9 de marzo, recordamos algunas reflexiones de los Papas, comenzando por Juan Pablo II.
Ciudad del Vaticano, 7 de marzo 2025.- El distintivo del voluntariado se encierra en una opción de amor: la de donar. «Cristo -escribe el apóstol Juan- dio su vida por nosotros». La consecuencia de este don debe ser un discipulado vivido a imitación de Cristo: «también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos» (Jn 3,16). El Jubileo del mundo del voluntariado, que tendrá lugar en Roma los días 8 y 9 de marzo, está dedicado en particular a los voluntarios, a las asociaciones sin ánimo de lucro, a las ONG y a los trabajadores sociales de todo el mundo. Una ocasión para reflexionar sobre este compromiso gratuito pero significativo y para promover la solidaridad.
Escuela de vida
Sólo si ama y se entrega a los demás, el hombre se realiza plenamente. Este es el tema central del mensaje del Papa Juan Pablo II con ocasión del Año Internacional del Voluntariado proclamado en 2001 por la Asamblea General de las Naciones Unidas para reconocer, promover y celebrar el voluntariado en todas sus manifestaciones. El voluntariado -subrayó el Papa Wojtyła- está llamado a ser en todo caso escuela de vida.

A través del amor a Dios y del amor a los hermanos, el cristianismo irradia toda su potencia liberadora y salvífica. La caridad representa la forma más elocuente de evangelización porque, respondiendo a las necesidades corporales, revela a los hombres el amor de Dios, providente y padre, siempre solícito con cada uno. No se trata de satisfacer únicamente las necesidades materiales del prójimo, como el hambre, la sed, la carencia de vivienda y la asistencia médica, sino de llevarlo a experimentar de modo personal la caridad de Dios. A través del voluntariado, el cristiano se convierte en testigo de esta caridad divina; la anuncia y la hace tangible con intervenciones valientes y proféticas. No basta salir al encuentro de quien se halla en dificultades materiales; es preciso satisfacer al mismo tiempo su sed de valores y de respuestas profundas. Es importante el tipo de ayuda que se ofrece, pero mucho más aún el corazón con el que se brinda. Ya se trate de microproyectos o de grandes realizaciones, el voluntariado está llamado a ser en todo caso escuela de vida, especialmente para los jóvenes, contribuyendo a educarlos en una cultura de solidaridad y acogida, abierta a la entrega gratuita de sí.
Amar con Dios
«Comprometerse en el voluntariado constituye un eco de la gratitud y es la transmisión del amor recibido». Así lo subrayó el Papa Benedicto XVI al encontrarse con el mundo del voluntariado en 2007, durante su viaje apostólico a Austria.
«Deus vult condiligentes», «Dios quiere personas que amen con él», afirmó el teólogo Duns Escoto en el siglo XIV. Visto así, el compromiso gratuito tiene mucho que ver con la gracia. Una cultura que quiere contabilizarlo todo y pagarlo todo, que sitúa la relación entre los hombres en una especie de corsé de derechos y deberes, experimenta gracias a las innumerables personas comprometidas gratuitamente que la vida misma es un don inmerecido. Aunque las motivaciones y también los caminos del compromiso del voluntariado puedan ser diversos, múltiples e incluso contradictorios, en resumidas cuentas, todos se basan en la profunda comunión que brota de la «gratuidad». Hemos recibido gratuitamente de nuestro Creador la vida; hemos sido liberados gratuitamente del callejón sin salida del pecado y del mal; nos ha sido dado gratuitamente el Espíritu, con sus múltiples dones.
Salir para encontrar
El Papa Francisco ha insistido varias veces durante su pontificado en el valor del voluntariado. En particular, durante el encuentro con los miembros de la Federación de Organismos Cristianos del Servicio Internacional Voluntario (Focsiv), subrayó que ser voluntario significa ante todo «salir al encuentro».
El voluntariado. Es una de las cosas más hermosas. Porque cada uno con la propia libertad elige hacer este camino que es un camino en salida hacia el otro, salida con la mano extendida, un camino de salida para preocuparse por los otros. Se debe hacer una acción. Yo puedo quedarme en casa sentado, tranquilo, viendo la televisión y haciendo otras cosas… No, yo me tomo esta fatiga de salir. El voluntariado es la fatiga de salir para ayudar a otros, es así. No hay un voluntariado de escritorio y no hay un voluntariado de televisión, no. El voluntariado está siempre en salida, el corazón abierto, la mano extendida, las piernas preparadas para ir. Salir para encontrar y salir para dar.
Salir al encuentro del otro a través del don, en una sociedad que vive profundas laceraciones a causa de las guerras, es un canto a la fraternidad. Es como el sonido de Jobel, especialmente en este Jubileo de la esperanza.
AMEDEO LOMONACO