La Asociación pro Terra Sancta (ATS) de los franciscanos ofrece en Damasco refugio, comida y medicinas a las víctimas de la guerra. El supervisor del proyecto es Ayham Howli, que se juega la vida a diario para prestar ayuda humanitaria. Este joven de 26 años no solo es testigo de los horrores de la guerra, sino que ha decidido denunciarlos a través de un mensaje y un vídeo difundido por los franciscanos
Cada mañana, Ayham Howli sale de casa para trabajar sin saber si regresará con vida. Este joven de 26 años se juega la vida a diario para ayudar a «los que más sufren en estos días el baño de sangre que se está produciendo en Damasco», Siria, donde la guerra dura ya siete años. Howli supervisa la ejecución de proyectos de ayuda a la emergencia de la Asociación pro Terra Sancta (ATS), de los franciscanos, en Damasco. Junto a los monjes, la asociación ofrece refugio, comida y medicinas a las víctimas de la guerra y colabora con diferentes hospitales para asistir especialmente a mujeres, niños y ancianos.
Sin embargo, la ayuda humanitaria que dispensan se ha visto detenida abruptamente por la lluvia incesante de morteros de los últimos días. «La situación ha vuelto a empeorar. Solo hoy, Damasco ha sido alcanzada por unos cuarenta morteros y, a partir de mañana, estamos obligados a quedarnos en nuestras casas. Ir a Bab Touma estos días [donde se encuentra la parroquia de los franciscanos] es realmente arriesgado», denuncia el joven «mientras las bombas explotan a pocos pasos de aquí» en un comunicado de la ATS.
Lluvia de misiles
«Desde principios de 2018, concretamente desde el 9 de enero, llueven cientos de morteros y misiles en el barrio de la parroquia y en la ciudad vieja de Damasco, provocando multitud de muertos y heridos». El día más crítico fue «el 8 de febrero, cuando 72 bombas en un día causaron 20 víctimas civiles y 141 heridos, entre ellos muchas mujeres y niños», asegura Ayham. Según explican desde la Asociación pro Terra Sancta, el lanzamiento continuo de misiles responde a una ofensiva puesta en marcha por los rebeldes del área de Al-Ghouta, a pocos kilómetros de la capital.
Sin embargo, los disparos también se producen en sentido contrario. Desde Damasco, la artillería del Ejército de Assad también ha lanzado su propia ofensiva contra los rebeldes, lo que ha generado un sinfín de bajas civiles. La zona más castigada por la intensificación de la violencia es Guta Oriental, el principal bastión opositor cerca de la capital. Solo en la que va de semana, los bombardeos de Damasco y de la aviación rusa han provocado allí más de 500 muertos, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. El sábado, al menos 32 civiles, entre ellos ocho niños, perdieron la vida en bombardeos sobre las poblaciones de Duma, Harasta, Zamalka, Beit Saua y Al Shifunia.
Según denuncia el observatorio, en la zona hay una falta dramática de personal sanitario y de medicamentos esenciales como antibióticos y compuestos para bajar la fiebre.
Cruel recrudecimiento
El enfrentamiento, calificado por el Papa como «inhumano», está dejando «muchos muertos y heridos» tanto en Damasco como en Guta, «la mayoría de ellos niños», asegura Ayham Howli. De hecho, para evitar más muertes infantiles «muchas escuelas en la ciudad vieja de Damasco han decidido cerrar para preservar la seguridad» de los estudiantes.
El recrudecimiento de la violencia ha llegado «precisamente ahora que se empezaba a hablar de paz y reconstrucción en Damasco y se había vuelto a mirar al cielo. Ahora, ese mismo cielo nos ha devuelto una oleada de terror y la ciudad ha vuelto a caer en el pánico». Frente a esto, «todo lo que podemos hacer es orar por la paz en Siria», concluye el joven.
José Calderero de Aldecoa @jcalderero
(AFP Photo / Hamza Al-Ajweh)