Le ha faltado a Juan Lobato un poco más de coraje para enfrentarse al leviatán. De haberlo hecho se hubiera constituido como la referencia socialdemócrata más evidente al carajal sanchista que ni es socialista, ni la madre que lo fundó.
Como dejó escrito con el ejemplo Winston Churchill a los sátrapas, Sánchez ha demostrado serlo en ejercicio, no se les puede dar ventaja alguna antes de encararlos sin complejos. Si no hubiera sido tan lewinskyano hasta el final, Juan Lobato, persona educada, moderada, con valores democráticos, se hubiera posicionado como la única alternativa que ahora tiene la cúpula corrupta del PSOE, la formación centenaria que siempre ha mamado en la corrupción se ponga como quieran sus hooligans.
Lobato tiene oficio del que vivir al margen de la política, lo cual no es un dato menor en los tiempos que corren alrededor de Sánchez. Lobato, además, tiene precisamente por ello cabal conocimiento de lo que es un delito en la Agencia Tributaria y se negó a secundar los cantos de sirena de Óscar López y su muñidora con vistas a la liquidación política de una adversaria. Por eso se fue, con acierto, hasta un notario a dejar constancia de algo intolerable en un Estado de derecho.
A sus cuarenta años tiene toda la vida por delante para resurgir cuando el cadáver político de su enemigo interno cuelgue de una percha. Peor lo tiene a mi entender, pese a las apariencias, el teórico sustituto Óscar López, gran conspirador donde los haya y arribista en todas las estaciones. Se hizo segoviano (sic) porque, al parecer, tuvo algún familiar de por allí, aunque realmente lo que pretendía es aprovechar esa circunstancia para encaramarse al poder autonómico en Castilla y León. El resultado de las elecciones le dejaron aviso de lo que los castellanos y leoneses pensaban de su ambición. Tras hacer campaña contra Sánchez en las famosas primarias, luego se subió a su carro que pasaba por Paradores. Su sucesor en esa empresa pública hablaba y no paraba de los muertos que se encontró tras el paso del segoviano por aquellos edificios emblemáticos.
Ahora es ministro del algoritmo, cuestión en la que ha demostrado ser un gran experto tras dedicar toda su vida a la ciencia y la tecnología. Se aburrirá pronto. Y si Sánchez decide enfrentar sus posibilidades a las de Ayuso podrá definitivamente entender que el jefe no es su amigo. Precisamente.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 1 de diciembre 2024