Lo del tan anunciado aumento de las pensiones para 2023 ha sido una broma pesada de muy mal gusto.
Acabo de recibir una carta del Ministerio arriba mencionado -que también podrían haber ahorrado en papel y repartir alguna migaja más- en la que una directora general, de nombre Mª del Carmen Armesto González-Rosón, me comunica que el importe de mi pensión en este mes de enero, que asciende a 1160,22 euros, se queda reducido a 1109,87 euros, y la diferencia se la queda la Hacienda que somos todos, porque el IRPF ha subido de 1,71 a 4,34 por ciento.
Resumiendo, que las pensiones, o al menos la mía en particular, no se han actualizado al 8,5 por ciento que se correspondía con la media que ha hecho el gobierno de la inflación anual, sino a prácticamente la mitad: los 50€ de diferencia -que en mi caso suponen la alimentación de más de una semana- se los queda la Agencia Tributaria
(Evidentemente el gobierno no está para fijarse en estos detalles, pero lo que pago de alquiler equivale a casi el 80 por ciento de esta pensión, tras la subida del dos por ciento que el propietario, muy legal ciertamente, me aplica desde noviembre).
Es evidente que el mío no es un caso único. Mi cabreo no es tanto por la cuantía -menor- del aumento percibido sino por el engaño del que somos víctimas: si la intención era hacer malabarismos para subir solo un cuatro por ciento, debieron decirlo así de claro. Les prometo que ni un solo pensionista habría protestado, si tenemos en cuenta que los sindicatos se están dejando la piel -frase muy en boga entre las ministras del gobierno que deben estar gastando una fortuna en crema hidratante- para arrancar a las diversas patronales algo más del dos o el tres por ciento en los convenios sectoriales.
De haberla, la sangre de la protesta de los pensionistas no habría llegado al río, estamos acostumbrados a que nos vapuleen desde que nos convertimos en asalariados; en mi caso muy joven, durante el franquismo de los años sesenta. Siempre venimos llorados desde casa (Otro día les cuento de los días que pasé en Carabanchel).
Gracias por, al menos, leerme.
Atentamente
MERCEDES ARANCIBIA
Periodista jubilada, exdirectora del diario Liberación,
exvocal de la Junta de Reporteros sin Fronteras.