Hubo un tiempo largo (1996/2011) en el que el centroderecha y otros partidos más escorados a la derecha concurrían juntos a las elecciones, sobre todo, en las generales. Algunos tratadistas, no precisamente zurdos, pero sí demócratas y con sentido de Estado, que consideraron al Partido Popular como un bien general, porque sin él todavía estaría gobernando Felipe González.
Cuando llegó Rajoy aparecieron en ese espectro Ciudadanos a su teórica izquierda, y cuyo resultado conocemos todos, y a su derecha Vox, que impidió la reconstrucción de aquel partido ante el abandono de los principales valores referenciales desde su fundación por Manuel Fraga. Abascal y su gente tenían y tienen toda la legitimidad democrática para subsistir e incluso engrandecer en votos su proyecto. Siendo conscientes, en cualquier caso, de que su crecimiento sólo puede venir de la casa madre, si bien afirman que crecen entre los caladeros de la extrema izquierda desencantada. Ni lo niego ni lo afirmo, simplemente quiero comprobarlo en las urnas.
Rivera cometió el error cuando cayó Rajoy de creer que podía alzarse con el santo y seña de todo el centro y el centroderecha. Ahí tienen los resultados. Vox también aspira a situarse como partido hegemónico en ese territorio y está por ver cuál será su destino.
Ahora ha llegado otro desastre nada menos que en Navarra, donde la no izquierda unida casi siempre fue ampliamente mayoritaria en el viejo reino. La desunión de la UPN de Esparza con el PP es otra pésima noticia para los constitucionalistas y una extraordinaria para Sánchez y sus coaligados vascos.
Leyendo las noticias de estos días y anteriores, este columnista podría tener la tentación de concluir que existe una confluencia de intereses electorales entre los partidos que sustentan al Gobierno y otros que están en la oposición.
GRACIANO PALOMO
Publicado en okdiario
Domingo 22 de enero 2023