En la antesala de la entrega del Premio Zayed 2022, dos Nobel de la Paz y una activista contra el extremismo comentan la profunda relevancia que revisten los valores impulsados por el histórico documento firmado en 2019 por el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar. Además, desde su propia experiencia, señalan caminos para acelerar que en el mundo nos reconozcamos y vivamos verdaderamente como hermanos.
Abu Dabi, 26 de febrero 2022.- La lucha por la paz y el desarrollo en armonía de los pueblos no se detiene, pese a que una nueva guerra hiere al mundo desde hace tres días. Así, mientras las tensiones entre Rusia y Ucrania ya escalaron a una fase bélica, en Abu Dabi se prepara todo para conceder el Premio Zayed 2022 a la fundación haitiana Fokal y al Rey y la Reina de Jordania, como un reconocimiento a sus esfuerzos por promover la fraternidad humana. Precisamente este galardón se instituyó como uno de los primeros frutos del Documento de la Fraternidad Humana por la paz mundial y la convivencia común, firmado el 4 de febrero de 2019 por el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmed Al-Tayeb, destacado líder del islam sunita.
En este escenario los valores impulsados por el Documento recobran su relevancia, y bien lo saben quienes han dedicado sus vidas a favorecer el reencuentro de naciones que enfrentaron serios conflictos armados y la profunda división de sus sociedades. El ex Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, asegura que es urgente la promoción de “la empatía para comprender y aceptar a los que consideramos diferentes, la compasión para solidarizarnos con los más débiles y lograr más justicia, y aceptar que todos somos una sola raza, la raza humana, y todos vivimos en una misma casa, el planeta tierra”. Pese a que fue duramente criticado por ciertos sectores, el político y economista negoció el fin de la guerrilla que asoló su país por más de medio siglo y logró un acuerdo que no solo fue exaltado con el Premio Nobel de la Paz 2016, sino también celebrado por el Papa Francisco en su viaje apostólico a esa tierra cafetera al año siguiente.
Desde su compromiso como activista pro paz que contribuyó al fin de la guerra en Liberia en 2003, Leymah Gbowee añade la dimensión del respeto como esencial para vivir la Fraternidad Humana. “Creo que si se respeta la vida, la cultura de los pueblos, su religión, su forma de vida, su ideología política, estamos en un buen camino”. Así lo vivió ella durante los 13 años que duró el conflicto armado. Cuando las negociaciones entre las partes se habían vuelto estériles, ella animó a mujeres cristianas y musulmanas a implementar acciones de protesta no violentas, encuentros de oración y, sobre todo, a sentarse a conversar. Así comprendió la fecundidad del diálogo, que es otro de los valores que ella estima fundamentales. “Cuando no se entiende por qué hacen lo que hacen, se ha de buscar el diálogo para aclararlo”, especifica con el aplomo de una experiencia que le valió el Nobel de la Paz en 2011.
Otra persona que ha roto el círculo del odio y el rencor es la estadounidense Leah Pisar, quien como presidenta del Proyecto Aladino combate el antisemitismo y toda forma de extremismo enseñando las lecciones que dejó el Holocausto judío. Hija de un sobreviviente de Auschwitz que perdió a toda su familia en la guerra, aprendió del testimonio y la resiliencia de su padre que los enemigos no son algo heredable. Para ella “la Fraternidad Humana es un principio absolutamente universal que trasciende la religión y supera cualquier tipo de diferencias. Es tan importante y tan vital, en especial hoy que lamentablemente el mundo está explotando en diversos lugares, creo que es aún más central. A veces, cuando atravesamos dificultades, tenemos que centrar nuestra mirada en lo realmente básico, para no perder de vista lo que más importa, y yo diría que es la Fraternidad Humana. Debería ser tan obvio que no tendríamos que hablar de ello, pero hoy lo hacemos y por eso estamos aquí”, afirma como miembro del jurado reunido en Abu Dabi para la entrega del Premio Zayed 2022.
La participación del pueblo
El Documento firmado por el Papa y el Gran Imán comienza afirmando que “la fe lleva al creyente a ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar. Por la fe en Dios, que ha creado el universo, las criaturas y todos los seres humanos —iguales por su misericordia—, el creyente está llamado a expresar esta fraternidad humana, protegiendo la creación y todo el universo y ayudando a todas las personas, especialmente las más necesitadas y pobres”. Es una afirmación que apunta a la dignidad compartida por todos los hombres y mujeres de la tierra y, por ende, a su necesaria participación en el destino de sus pueblos. Eso es algo que evidenciaron Juan Manuel Santos y Leymah Gbowee al momento de buscar soluciones viables y concretas para la paz.
“Las víctimas del conflicto armado en mi país, Colombia, después de medio siglo de sufrir todo tipo de atrocidades fueron las más entusiastas y generosas cuando se llegó el momento de aceptar una justicia especial para acabar la guerra, que les daba beneficios y en muchos casos perdonaba a los victimarios a cambio de la verdad. Lo hicieron ‘para que otros no sufran lo que nosotros sufrimos’, me decían en lo que para mí y para muchos fue una bella lección de vida”, relata el ex Presidente Santos.
Gbowee recuerda que, como expresión de la Fraternidad Humana, las mujeres cristianas y musulmanas en Liberia “utilizamos nuestras diferencias, nuestras diversas fuerzas colectivas para llevar la paz a una nación que estaba desgarrada por la guerra”. En la inclusión y el diálogo encontraron la clave, algo que según ella hoy también es practicado por mujeres en medio de las tensiones y conflictos armados que se padecen en el Congo, Yemen y Siria.
Animar a los líderes mundiales
Pero, así como los ciudadanos tienen mucho que decir y roles esenciales que jugar, los líderes de las naciones son los responsables de decidir y a ellos también está dirigido el Documento de la Fraternidad Humana. Es una tarea difícil, cuando los intereses particulares y la vertiginosidad de la vida política no deja espacio para una reflexión que favorezca una cultura del encuentro y del diálogo. Por eso para Leah Pisar es necesario que se mantenga de modo permanente una conversación sobre estos temas. “Cuanto más se hable de ello en todo el mundo, a nivel local, en las comunidades, a nivel nacional e internacional, más se recordará lo importante que es, y más se esperará de sus líderes que ellos también lo tengan en cuenta en su pensamiento y en su liderazgo”, afirma quien, además, fuera asesora de comunicaciones del presidente Bill Clinton en Estados Unidos.
También para Juan Manuel Santos dar ejemplo de lo vivido es una estrategia adecuada para animar y convencer a los líderes mundiales: “Firmar la paz con la guerrilla más antigua y poderosa del hemisferio occidental después de 50 años de guerra, lo que muchos consideraban imposible, demostró que todo conflicto tiene solución si somos capaces de ponernos en los zapatos de nuestros adversarios y reconocer que todos somos seres humanos. Vivir en un ambiente de paz, así sea imperfecta, es siempre, siempre mejor que vivir en guerra o en permanente conflicto”, sostiene.
Más práctica aún es Leymah Gbowee, quien se declara admiradora de la Carta encíclica Fratelli tutti del Papa Francisco. A su juicio, todos deberían conocerla, desde los líderes mundiales hasta los niños. “Dondequiera que vaya les digo a todos que tienen que leer esto. Y la esencia para mí es que esa carta es una hoja de ruta para la paz mundial, para la justicia y para nuestra humanidad colectiva, al igual que el Documento sobre la Fraternidad Humana” concluye con entusiasmo la Nobel liberiana.
FELIPE HERRERA-ESPALIAT
Imagen: Leah Pisar, Juan Manuel Santos y Leymah Gbowee
han contribuido a vivir los valores de la Fraternidad Humana.