Etty Hillesum fallece el 30 de noviembre de 1943, a los 29 años de edad, en el campo de exterminio nazi de Auschwitz. Pero, frente al ruido del horror nazi, ella articula un pensamiento y una espiritualidad novedosos, asentados en la convicción de que somos nosotros quienes debemos ayudar a Dios. Su particular conciencia del amor, su ausencia de rencor, su dolor y, en definitiva, su muerte, se proyectan más allá de ese momento histórico y de su religión judía para proponernos a todos un nuevo futuro.