En este tiempo cuaresmal, volvemos a proponer algunas palabras de los Pontífices sobre la realidad del demonio, «el tentador por excelencia» que «ha invadido la tierra con el odio». Un enemigo, con el que no se puede dialogar, al que hay que combatir con las «armas espirituales» de la fe. Un pérfido «encantador» que «no puede obstaculizar la construcción del reino de Dios».
Ciudad del Vaticano, 4 de marzo 2024.- Cuaresma es tiempo de conversión, de penitencia, y de reconciliación. Un tiempo para acoger la vida nueva que brota de la Pascua. Un tiempo propicio para emprender caminos de fe, incluso atravesando desiertos cargados de vacío e incertidumbre, rechazando las tentaciones y los engaños del maligno. Los Pontífices han hablado repetidamente de la realidad del demonio, «pecador desde el principio» y «padre de la mentira».
Benedicto XVI: Jesús se deja tentar y sigue siendo el Hijo de Dios
En el Evangelio de Marcos leemos que «el Espíritu llevó a Jesús al desierto y en el desierto permaneció cuarenta días, tentado por Satanás». El Papa Benedicto XVI recuerda esta página en el Ángelus del 1 de marzo de 2009. «Incluso en la situación de extrema pobreza y humildad, cuando es tentado por Satanás», Jesús «sigue siendo el Hijo de Dios, el Mesías, el Señor».
En Tierra Santa, al oeste del río Jordán y del oasis de Jericó, se extiende el desierto de Judá, que a través de valles pedregosos, salvando un desnivel de unos mil metros, se eleva hasta Jerusalén. Después de recibir el bautismo de manos de Juan, Jesús se adentró en aquella soledad guiado por el mismo Espíritu Santo, que había venido sobre Él, consagrándole y revelándole como Hijo de Dios. En el desierto, lugar de la prueba, como muestra la experiencia del pueblo de Israel, aparece con vivo dramatismo la realidad de la kénosis, del vaciamiento de Cristo, que se despojó de la forma de Dios (cf. Flp 2, 6-7). Él, que no ha pecado ni puede pecar, se somete a la prueba y, por tanto, puede compadecerse de nuestra flaqueza (cf. Hb 4, 15). Se deja tentar por Satanás, el adversario, que desde el principio se ha opuesto al plan salvífico de Dios para la humanidad.
Pío XII: El maligno ha invadido la Tierra
Las acciones de Satanás corrompen al hombre, siembran el odio y la guerra». El Papa Pío XII, en un periodo histórico aún desgarrado por las heridas de la Segunda Guerra Mundial, pronunció estas palabras en su radiomensaje de 1953 dirigido a la Acción Católica italiana y señaló el amor auténtico como el verdadero antídoto contra el «enemigo de Dios».
El demonio ha invadido la tierra con el odio: reavivan, prepotentemente, el amor. Muchos siguen siendo malos, porque hasta ahora no han sido suficientemente amados. Vivifiquen todo lo que caerá bajo la influencia de sus rayos. Sean es decir, como María y con María, instrumentos de vida en las almas, que hoy mueren de frío y de hambre, pero que podrían volver a la casa del Padre, si se conmovieran con sus palabras, llevadas por su ejemplo.
Pablo VI: El diablo es un pérfido encantador
El diablo es «el enemigo número uno, es el tentador por excelencia». En la audiencia general del 15 de noviembre de 1972, el Papa Pablo VI recordó que una de las mayores necesidades de la Iglesia «es la defensa contra ese mal que llamamos demonio». A través de múltiples grietas, incluidas las «seducciones ideológicas», este perturbador, astuto y oculto encantador «puede penetrar fácilmente y alterar la mentalidad humana».
Sabemos así que ese ser oscuro e inquietante existe realmente, y que con prodigiosa astucia sigue actuando; es el enemigo oculto que siembra errores y desgracias en la historia de la humanidad. (…) Este sería un capítulo muy importante de la doctrina católica sobre el demonio y la influencia que puede ejercer sobre individuos, comunidades, sociedades enteras o acontecimientos, que es necesario volver a estudiar, mientras que hoy en día no se le da importancia.
Juan XXIII: Al demonio se lo combate con la fe
En la lucha contra el demonio hay que utilizar «armas espirituales». Así lo subrayó el Papa Juan XXIII, en una coyuntura histórica minada por la guerra fría, en su radiomensaje de 1961 dirigido al mundo entero «por la concordia de los pueblos y la tranquilidad de la familia humana».
Para seguir a San Pablo en sus amonestaciones – que se refieren a la actitud contra esos espíritus malignos dispersos en el aire – es interesante la descripción que nos deja de todo buen combatiente, puesto a punto contra su adversario. «In omnibus perfecti stare: ciñan sus caderas con la verdad; lleven sobre su pecho la coraza de la justicia; calcen sus pies para que sean veloces a las conquistas del Evangelio de la paz, Evangelium pacis. Empuñen el escudo de la fe, con el que extinguirán los dardos de fuego del maligno; tomen el yelmo de la fortaleza y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios». Toda una figuración de armas espirituales, a través de las cuales, amados Hermanos Nuestros e hijos, disciernen indicaciones de lo que puede ser, de lo que debe ser el asidero del buen cristiano en todo tiempo y circunstancia, y ante cualquier acontecimiento. Guerra espiritual que proviene del Maligno y de inclinaciones naturales indisciplinadas; pero siempre guerra: y siempre llama nefanda que todo lo puede penetrar y arrollar.
Francisco: El maligno siembra la división
Durante su pontificado, el Papa Francisco recuerda repetidamente que con el diablo «nunca se dialoga». «Jesús – subrayó el Pontífice en la audiencia general del 27 de diciembre del 2023 – nunca dialogó con el diablo, lo expulsó. Cuando fue tentado en el desierto, no respondió con el diálogo, simplemente respondió con las palabras de la Sagrada Escritura, con la Palabra de Dios. La única respuesta posible es la Palabra de Dios. En su homilía, durante la misa presidida el 11 de octubre del 2022 con ocasión del 60º aniversario del inicio del Concilio Ecuménico Vaticano II, Francisco subrayó que «el Buen Pastor ve y quiere a su rebaño unido».
El Concilio nos recuerda que la Iglesia, a imagen de la Trinidad, es comunión. El diablo, en cambio, quiere sembrar la cizaña de la división. No sucumbamos a sus halagos, no cedamos a la tentación de la polarización. ¡Cuántas veces, después del Concilio, los cristianos se han desvivido por elegir un bando en la Iglesia, sin darse cuenta de que están desgarrando el corazón de su Madre! Cuántas veces han preferido ser «partidarios de los suyos» antes que servidores de todos, progresistas y conservadores antes que hermanos, «de derechas» o «de izquierdas» antes que de Jesús; erigiéndose en «guardianes de la verdad» o en «solistas de la novedad», antes que reconocerse hijos humildes y agradecidos de la Santa Madre Iglesia. El Señor no nos quiere así. Todos somos hijos de Dios, todos somos hermanos en la Iglesia, todos somos Iglesia, todos. Somos sus ovejas, su rebaño, y lo somos sólo juntos, unidos.
Juan Pablo II: El diablo no puede obstaculizar el reino de Dios
Aunque poderoso y astuto, el demonio no es más que una criatura “subordinada a la voluntad y al dominio de Dios”. Juan Pablo II, en su audiencia general del 20 de agosto de 1986, subrayó que «la historia de la humanidad puede considerarse en función de la salvación total, en la que se inscribe la victoria de Cristo».
Si Satanás obra en el mundo por su odio contra Dios y su reino, esto está permitido por la Providencia divina, que con poder y bondad («fortiter et suaviter») dirige la historia del hombre y del mundo. Aunque la acción de Satanás causa ciertamente mucho daño – de naturaleza espiritual e indirectamente también de naturaleza física – a los individuos y a la sociedad, no puede sin embargo anular el fin último al que tienden el hombre y la creación entera, el Bien.
En la victoria de Cristo sobre el diablo, concluye el Papa Wojtyla, «participa la Iglesia». Y aunque la historia terrena siga desfigurada por los engaños del demonio, todo creyente está llamado a «luchar por el triunfo definitivo del Bien».
AMEDEO LOMONACO
Imagen: Jesús tentado por el diablo