Este fin de semana, catedrales y parroquias se unirán a la jornada por los afectados de la pandemia convocada por la Conferencia Episcopal Española, para rezar por los fallecidos y el consuelo de los familiares, también por nuestros mayores, para dar las gracias por la labor de tantos profesionales y para reclamar luz y comunión ante la crisis social y económica.
Este fin de semana va a ser especial. Celebramos la fiesta de Santiago Apóstol, patrón de España; también la de san Joaquín y santa Ana, el Día de los Abuelos. Pero, sobre todo, las catedrales y templos de nuestro país se llenarán de plegarias al cielo por las miles de víctimas de la pandemia. Personas con nombres y apellidos, con familias que no las han podido despedir, a las que el duelo se les ha hecho cuesta arriba. Este fin de semana, 25 o 26, cada Iglesia diocesana celebra la jornada por los afectados de la pandemia, una iniciativa que surgió de la Conferencia Episcopal Española (CEE).
Un día cuyo centro será la Eucaristía, que se ofrecerá por el eterno descanso de todos los difuntos y el consuelo y la esperanza de sus familiares. Además, se tendrá muy presente el trabajo realizado por tantos profesionales en los días más duros de la pandemia, a los que se quiere reconocer y dar las gracias, del mismo modo que se pedirá «luz, comunión y entrega fraterna» para hacer frente a la crisis social y económica que ya vivimos.
Durante las celebraciones se rezará especialmente por los mayores y por las residencias de ancianos, que se han visto golpeados con especial fuerza por el COVID-19. De hecho, desde la CEE se ha querido poner el foco en este colectivo, y de ahí que se haya hecho coincidir con el Día de los Abuelos (26 de julio).
Esta idea recorre el mensaje de la CEE para este día. «Desde el pasado mes de marzo –arranca– hemos podido contemplar cómo los más afectados por este virus han sido los mayores, falleciendo un gran número de ellos en residencias, hospitales y en sus propios domicilios. También nuestros mayores son los que más han sufrido el drama de la soledad». En la nota los obispos reflexionan sobre una sociedad que da demasiada importancia a los jóvenes, cuando los mayores «nos ayudan a valorar lo esencial y a renunciar a lo transitorio».
Oración y protección
Estas reflexiones aparecen en forma de oración en el subsidio litúrgico elaborado para la ocasión, que la propone para el momento posterior a la comunión de estas celebraciones. Un texto que pide para estas personas protección, pues «son fuente de enriquecimiento para las familias, para la Iglesia y para toda la sociedad»; y apoyo, para que «cuando envejezcan sigan siendo para sus familias pilares fuertes de la fe evangélica, custodios de ideales hogareños, tesoros vivos de sólidas tradiciones religiosas».
Concluye: «Señor Jesús, ayuda a las familias y a la sociedad a valorar la presencia y el papel de los abuelos. Que jamás sean ignorados o excluidos, sino que siempre encuentren respeto y amor».
Por toda la geografía española
Este recuerdo y oración por las víctimas tendrá lugar en todos los rincones de España. La archidiócesis de Madrid celebrará una Eucaristía en la catedral de La Almudena el domingo 26 a las 12:00 horas, presidida por el cardenal Carlos Osoro y retransmitida por Telemadrid. En Barcelona será la basílica de la Sagrada Familia la que recibirá el dolor y la esperanza de tantas personas ese mismo día a las 19:00 horas. También habrá Misas en Valladolid (sábado a las 11:00 horas), Oviedo (domingo a las 12:00 horas), Zaragoza (domingo a las 12:00 horas) o Córdoba (domingo a las 12:00 horas), que será emitida por TRECE.
Otras diócesis como Burgos, Vic, Jaca o Cartagena han decidido programar las ceremonias religiosas de esta jornada antes o después del 25 y 26 de julio. En el caso concreto de Cartagena, el obispo decidió trasladarla al miércoles 22 para hacerla coincidir con el homenaje civil. Así, primero hubo Eucaristía y luego el citado recuerdo de toda la sociedad.
Otras diócesis han decidido no programar nada especial más allá de sumarse a las intenciones de oración, pues ya habían organizado funerales por las víctimas de la pandemia. Es el caso de las diócesis gallegas, que lo hicieron conjuntamente el pasado 13 de junio, o Albacete, que lo hizo justo hace una semana.
En lugares especialmente afectados por rebrotes de COVID-19, como es el caso de Barbastro-Monzón y Lérida, se ha optado por aplazar esta jornada hasta que la situación vuelva a la normalidad para evitar la propagación del virus. En estas zonas se ha recomendado en los últimos días la limitación de la movilidad. De hecho, los templos en Barbastro-Monzón han vuelto a reducir su aforo hasta el 50 % tras regresar a una fase 2 flexibilizada.
Apoyo después una pérdida dolorosa
Iñaki Tejada perdió a su suegra durante la pandemia, aunque en la conversación que mantiene con Alfa y Omega la llama madre. «Madre política, la madre de su mujer», apostilla. María Luisa Zabalbeitia, de 95 años, había vivido con el matrimonio durante los últimos 30 años y desde hace un año lo hacía en una residencia al necesitar una mayor atención. Él, su mujer y sus tres hijos vivieron una situación muy complicada: primero con María Luisa confinada en la residencia, sin apenas contacto, y luego ya en el hospital, donde falleció. Allí pudieron, en sus últimos momentos, despedirse de ella. Pero Iñaki es consciente de que la mayor parte de los familiares de las víctimas no han tenido esa suerte.
También tuvieron la posibilidad de darle el último adiós e inhumarla en un acto religioso. Reconoce que se quedaron «muy en paz», aunque reconoce que no es lo mismo que cuando la oración es comunitaria y colectiva. «Tiene otra fuerza, otro color», añade.
Por eso, él va a asistir al funeral que se celebrará en la catedral de María Inmaculada, en Vitoria, donde vive, el próximo 25 de julio. «Hemos tenido que despedir a nuestros familiares en la más absoluta intimidad y casi en la clandestinidad. Creo que tener un acto emotivo y solemne de toda la familia diocesana nos va a reconfortar y nos va a dar mucha esperanza. Reunirnos con nuestro obispo a la cabeza y rezar por todos en un acto de recuerdo y despedida nos va a ayudar a atenuar la angustia, sobre todo, de la gente mayor, que ha vivido esta situación con preocupación, aislamiento y sin la familia», explica Tejada.
Además, continúa, va a servir para que las personas que han perdido a seres queridos salgan del anonimato: «Esta experiencia tan dura la han vivido muchas personas y este acto público nos va a permitir entrar en contacto con ellas y compartir la situación. Que nos podamos comprender y apoyar va a ser bueno».
En Albacete, el funeral diocesano fue hace una semana. Al inicio de la celebración se nombraron uno por uno los nombres de las víctimas que sus familiares habían inscrito. Entre ellas, los padres de Antonio Rubio. Los perdió en 15 días y ni siquiera los pudo acompañar en los últimos momentos ni despedirse. Pero se siente agradecido a Dios porque le escuchó y sus padres abandonaron esta vida rápido y sin sufrimiento. Así lo narra él mismo: «Primero falleció mi madre en escasos tres días desde que empezó con síntomas. 15 días después falleció mi padre, sin llegar a saber que su esposa ya lo estaba esperando con el Padre».
Y añade: «Gracias porque Él siempre escucha si se lo pides con fe y confianza; Él no falla nunca. En la pena hay consuelo, en la esperanza hay ilusión, en la fe hay esperanza, en la vida hay alegría».
Rubio concluye afirmando que la situación vivida nos debe recordar que hay personas en el mundo que viven una situación permanente de pandemia. «Para nosotros, probablemente, haya sido algo temporal, para ellos, su vida cotidiana. Dejemos nuestro granito de arena para que, cuando nos llegue el momento de abandonar este mundo, sea un poquito mejor y más agradable», sostiene.
Fran Otero
(Foto: CNS)
Carlos Osoro, cardenal arzobispo de Madrid
y vicepresidente de la CEE
«Estamos dándoles la despedida que no pudieron tener»
«En todas las Misas rezamos por los fallecidos, entre ellos muchos ancianos, y sus familias. Ahora estamos dándoles la despedida que a veces no pudieron tener y acompañando en un duelo complicado, con la certeza de la Resurrección. Es hermoso hacerlo como comunidad cristiana».
Luis Argüello, secretario general de la CEE
«Celebrar la Eucaristía por los difuntos reorienta la mirada»
«Un vínculo nos une a los demás. La mayor parte de las veces no somos conscientes de ese misterioso lazo de comunión. La fragilidad, que la enfermedad pone de relieve, aviva la conciencia del vínculo, la muerte lo acrecienta, pero parece romperlo al dejarlo sometido al poder del paso del tiempo. Celebrar la Eucaristía por los difuntos reorienta la mirada, los muertos ya no están en el pasado, sino en el horizonte de esperanza de nuestro futuro. El vínculo, recreado de nuevo en el Misterio Pascual, ya no se debilita por el transcurso de los días, sino que se fortalece al contemplar la Vida nueva y eterna de la que vivos y difuntos somos partícipes».
Juan José Omella Omella,
cardenal arzobispo de Barcelona
Esperanza y agradecimiento
Me gustaría aprovechar la jornada por los afectados de la pandemia para dirigir un mensaje de pésame a las familias que han sufrido la muerte de alguno de sus familiares. En medio del dolor y del vacío causado por la ausencia de nuestros seres queridos fallecidos emerge con fuerza las palabras de Nuestro Señor Jesucristo: «No temáis. Yo he vencido la muerte y he abierto las puertas a la vida eterna».
También me gustaría aprovechar este día para agradecer y resaltar la gran labor que llevan a cabo todas las personas y organizaciones que hacen posible la atención a las personas más vulnerables, y a las que han sufrido y sufren la enfermedad. En este sentido, quisiera tener un especial y sentido recuerdo para todo el personal sanitario, personal de limpieza o de mantenimiento, entre muchos otros, que lo han dado todo para cuidar a las personas enfermas. Incluso, en algunos casos, llegando al punto de dar la propia vida. Gracias, de corazón, por encarnar en vuestras vidas la solidaridad y el amor.
El 26 de julio, además, celebramos la fiesta de san Joaquín y santa Ana. Me gustaría dirigir unas palabras de aliento a todas las personas mayores. Quiero agradecerles todo el esfuerzo que han hecho a lo largo de su vida para confiarnos una sociedad más justa. De ellas hemos recibido la fe en Dios y la sabiduría acumulada por los años. No podríamos entender hacia dónde vamos si no somos capaces de entender de dónde venimos.
A todos ellos, les agradecemos la experiencia y el conocimiento que aportan cada día a nuestras vidas. Es un tesoro de valor incalculable que nos enseña a adaptarnos a un mundo que vive instalado en la instantaneidad y el cambio permanente.