Las prisiones españolas han comenzado ya a abrir sus puertas tras dos meses «muy duros» en los que los internos «se han portado muy bien y han mostrado mucha responsabilidad», asegura la delegada de Pastoral Penitenciaria de Madrid.
«De forma paulatina y gradual». Así han comenzado a abrir las cárceles españolas sus puertas a partir de la orden emitida por Instituciones Penitenciarias la semana pasada, una apertura que contempla tanto las salidas de permiso y las comunicaciones de los internos con sus familiares, como la entrada de los capellanes penitenciarios a los centros.
La orden entró en vigor el miércoles de la anterior semana, pero la desescalada se va a ir produciendo poco a poco. Desde Instituciones Penitenciarias aseguran que, dentro de esta gradualidad, los capellanes se van poder comunicar con los presos solo a través de los locutorios, y los internos que salgan de permiso –siempre dentro de su provincia y solo en aquellas zonas en las que se haya pasado ya a las fases 1 y 2–, deberán firmar un consentimiento por el que acceden a pasar 14 días de cuarentena tras volver de nuevo al centro.
Para María Yela, delegada de Pastoral Penitenciaria en Madrid, se trata de «un paso muy importante, una esperanza enorme» para la población penitenciaria española, porque en los ya más de dos meses de confinamiento los internos de las cárceles «se han comportado con mucha responsabilidad, y es justo que se les reconozca».
Fuera de Madrid, Jaume Alemany, capellán de la prisión de Palma de Mallorca, cuenta que «a los capellanes por ahora no nos dejan entrar, pero estamos pendientes de hacerlo en cualquier momento». La alternativa de poder verles en los locutorios es un mal menor, «porque no podemos ponernos en contacto con todos los internos que conocemos, solo con unos pocos». Sobre los permisos, «tampoco nos han confirmado ninguno, aunque tenemos preparado un piso de acogida para cuando puedan empezar a salir», explica Alemany, quien cree que, de todos modos, «esta situación se solucionará pronto y esperamos que nuestra actividad se normalice lo antes posible».
Durante todas estas semanas, a los internos que disfrutaban del tercer grado desde las distintas delegaciones de Pastoral Penitenciaria se les buscó un lugar para quedarse si no lo tenían, y allí han podido ser monitorizados mediante una modalidad telemática distinta de las habituales pulseras de control, para atestiguar su presencia. «No han presentado problemas», afirma Yela. «Lo han pasado muy mal, pero los informes de los CIS (centros de inserción social) son muy positivos. Se va a estudiar caso por caso que puedan ser reconocidos con mejores condiciones en su tercer grado, porque han sido muy responsables».
«Pacientes y solidarios»
En cuanto a los internos que han permanecido en el interior de las cárceles, «se está estudiando levantar las sanciones a quien las tuviera y haya demostrado un buen comportamiento durante el confinamiento», señala la delegada de Pastoral Penitenciaria de Madrid. Para Yela, «todos los internos han percibido que las medidas tomadas dentro de la prisión han sido por su bien, para proteger su salud, y han mostrado mucha paciencia y una gran solidaridad. Hay patios en los que se aplaudía a las 20:00 horas, se han escrito muchas cartas desde la prisión a los enfermos por coronavirus, los presos se han ayudado unos a otros…».
Todo esto se ha producido en una situación nada fácil, porque «se han interrumpido las visitas, las salidas al patio han estado más espaciadas para no coincidir todos al mismo tiempo, han cortado las actividades habituales, los talleres, el gimnasio… Es verdad que ellos están allí por haber cometido un delito, pero hay que tener mucho equilibrio y perseverancia para aguantar todo este tiempo».
Por todo ello, María Yela ve con buenos ojos «que se pudieran aliviar las sanciones e incluso estudiar la concesión de algún indulto», todo para valorar «cómo la población reclusa ha estado muy a la altura de las circunstancias y, de este modo, estimular su evolución de cara a su reinserción».
En este sentido, Yela cuenta que «los internos se asustaron mucho los primeros días, al igual que estábamos los de fuera». Afortunadamente, las medidas tomadas ayudaron a que el virus no se extendiera por las prisiones, hasta el punto de que solo ha habido que lamentar en toda España tres fallecimientos de presos, todos con patologías previas. «La posibilidad de contagio era muy alta», asegura, «porque hay que tener en cuenta que la población reclusa tiene muchas patologías asociadas y es de riesgo; y además el índice de problemas de salud mental es mayor que en el exterior, por lo que es más proclive a realizar actos impulsivos». Junto a ello, también valora la actitud de los funcionarios, «que no lo han tenido tampoco nada fácil y debemos darles las gracias».
Por último, la delgada de Pastoral Penitenciaria de Madrid también destaca la ayuda de muchas parroquias de Madrid, que estos días han ofrecido alimentos a muchos presos en tercer grado que no disponen de ingresos, y la oración de numerosos monasterios de clausura «que han escrito cartas a los internos y han orado mucho por ellos».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Imagen: Varios presos salen de un centro penitenciario en España.
(Foto: Juan José Úbeda)