El cardenal Osoro anuncia durante la celebración de la Sagrada Familia que un matrimonio se sitúa al frente de la nueva área de Familia y Laicos. Uno de los primeros puntos de la renovación de la pastoral familiar que deberán pilotar es el replanteamiento de los cursillos de novios
Se llaman María y José. «Sí, y nuestros hijos nacieron en [la clínica de] Belén», bromean ambos, tras anunciar el cardenal Osoro su nombramiento al final la Misa de la Sagrada Familia.
Por primera vez en su historia, el área de pastoral familiar de la archidiócesis de Madrid (que incorpora la hasta ahora Delegación de Apostolado Seglar) tiene al frente a un matrimonio, con experiencia directa de los retos y dificultades que afronta en el día a día la familia cristiana. Pero antes que eso, María Bazal González y José Barceló Llauger llegan a la Curia diocesana con una amplia experiencia en el acompañamiento a otras familias. Miembros desde hace más de 30 años de la Comunidad Cristiana de Matrimonios de Nuestra Señora de Nazaret y del Pilar, de inspiración ignaciana, Bazal y Barceló son respectivamente miembro del patronato y presidente de la Fundación Casa de la Familia. Esta entidad se ha convertido en los últimos años en una pieza clave en la pastoral de familia del Arzobispado. En colaboración con el Instituto Universitario de la Familia de la Universidad Pontifica Comillas, la Casa de la Familia lanzó a finales de 2017 el Informe Familia, en respuesta al reto planteado por la exhortación Amoris laetitia de contar con instrumentos que permitan conocer de forma rigurosa la realidad concreta de las familias y, a partir de ahí, desideologizar los debates y buscar sinergias con otros actores sociales. Una expresión más de esa Iglesia en salida que, en palabras del cardenal Osoro, debe «estar presente donde está la gente, no donde a nosotros nos gustaría que estuviera».
Lo primero, sin embargo, que destacan los nuevos responsables de Familia es el valor de la herencia que reciben del hasta ahora delegado diocesano, el sacerdote Fernando Simón, y su voluntad de «construir sobre lo que ya hay». A partir de ahí, consideran que «todo suma», y creen que la pastoral familiar se puede enriquecer con las «actividades exitosas en otros espacios», ya sea en Madrid o en otras diócesis.
Además de promover la evangelización de las familias, José Barceló explica de forma muy gráfica que la pastoral familiar aspira a transformar la sociedad: «Hay que disminuir el número de divorcios y de abortos». Y para ello, asegura, es necesario aplicar la filosofía del Cholo Simeone, el entrenador del Atlético de Madrid: «Partido a partido, es decir, familia a familia», poniendo en práctica esa pastoral cuerpo a cuerpo que propone el Papa Francisco.
«El testimonio es clave», añade María Bazal. «Ayuda mucho ver cómo otros matrimonios han superado determinadas situaciones de oscuridad gracias a que, en un momento dado, se han podido sentir escuchados, queridos y acompañados, no juzgados. Yo creo que eso puede ayudar y sanar mucho».
Un nuevo modelo de cursillos de novios
A falta –aclaran– de sentarse a hablar con el arzobispo para recibir indicaciones más específicas, uno de los aspectos clave en la renovación de la pastoral familiar a la que apunta la Amoris laetitia es el replanteamiento de los cursillos prematrimoniales, algo que se ha empezado ya a poner en práctica en Madrid. «Antes era una lección más de tipo teórico y ahora hay un enfoque mucho más testimonial», explica Barceló. Y no menos importante: «Ahora, todo aquel que está dispuesto a casarse por la Iglesia es para seguir después vinculado», añade.
«Don Carlos [Osoro] quiere que haya una formación previa a los novios, y luego un acompañamiento durante los primeros años de matrimonio, como dice la Amoris laetitia», aclara María Bazal. «Nos ha pedido nuevos materiales para avanzar en esta línea, pero todavía estamos pendientes de concretar esto con él».
Por su experiencia en estos cursillos, saben que se enfrentan a una realidad contradictoria en las parroquias. Por un lado, apunta el nuevo delegado, cuando «los jóvenes no han recibido la fe de su familia» y piden casarse por la Iglesia –tal vez por tradición familiar o porque el futuro cónyuge es católico–, «es muy difícil entroncar con ellos». Pero, a la vez, el menor peso que tienen hoy en la sociedad madrileña «los formalismos y las costumbres» facilita mucho las cosas. «Puede que haya disminuido el número de parejas». Sin embargo, «las que vienen a los cursillos normalmente han hecho una reflexión profunda y lo tienen muy claro», destaca por su parte Bazal.
«Yo veo ahora que la gente quiere coherencia de vida», añade. Y «desde ahí es mucho más fácil trabajar». No se trata ya de ir a una parroquia a «recibir unas charlas» por puro trámite, sino de «incorporar» a ese nuevo matrimonio a la Iglesia como parte activa de una pastoral familiar más horizontal y capilar, más «cuerpo a cuerpo». A lo Diego Pablo Simeone.
Ricardo Benjumea
Imagen: El cardenal Osoro durante la homilía,
en la fiesta de la Sagrada Familia.
(Foto: Archimadrid/José Luis Bonaño)