La Iglesia quiere darle visibilidad en España al drama de la trata. Solo el año pasado la Policía identificó a más de 10.000 mujeres víctimas. El cardenal Carlos Osoro ha presentado las indicaciones que ha dado el Vaticano para combatir la prostitución forzada o la explotación laboral, mientras que la catedral de Madrid acoge una muestra fotográfica promovida por la Conferencia Episcopal
A Egonu la engañaron. Con solo 18 años le ofrecieron la posibilidad de trabajar en España como empleada doméstica y dejó a su familia en Guinea para poder mejorar su calidad de vida desde este lado de la frontera invisible que separa los países ricos de los pobres. Llegó a España y quienes la trajeron la amenazaron con dañar a su familia en su país, además de obligarla a ejercer la prostitución para poder pagar una supuesta deuda de 40.000 euros.
La obligaban a prostituirse todo el día y al terminar la jornada la cacheaban para sacarle todo el dinero. Su suerte cambió cuando fue detenida y deportada a su país natal, pero ella quiso volver a España para intentar recuperar a un hijo que tuvo aquí, y lo consiguió…, con el peaje de volver a vender su cuerpo a cualquiera. Pudo huir de las amenazas de los tratantes y escapar. Hoy se beneficia de la labor de las oblatas del Santísimo Redentor, una de las entidades de Iglesia que combaten la trata en España. «Soy libre y protagonista de mi vida, gracias a Dios y a las personas con buen corazón que ha opuesto en mi camino», dice hoy Egonu.
Su caso es similar al de miles de hombres y mujeres captados con engaño en sus países de origen y trasladados a España para ser explotados sexual y laboralmente, en un negocio que mueve en España cerca de cinco millones de euros al día, y en el que solo durante el año pasado la Policía identificó a más de 10.000 mujeres.
Un fenómeno invisible
Para dar una respuesta desde la Iglesia, la sección Migrantes y Refugiados del dicasterio vaticano para el Desarrollo Humano Integral publicó hace escasamente dos meses el documento Orientaciones pastorales sobre la trata de seres humanos, un texto que el cardenal Carlos Osoro presenta este viernes 29 de marzo en la sede de Alfa y Omega, a las 19:00 horas, en un acto organizado por la Sección de Trata de Personas, de la Conferencia Episcopal, y la Vicaría para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación del Arzobispado de Madrid.
Las orientaciones constituyen un material de trabajo que la Santa Sede propone a diócesis, parroquias, congregaciones religiosas, escuelas, universidades, organizaciones de Iglesia y otras instituciones de la sociedad civil para comprender este fenómeno, reconocerlo e identificarlo, y responder ante él desde el compromiso con las víctimas. Concretamente, el documento aboga por acabar con la prostitución forzada centrándose en la demanda más que en la oferta, y dar facilidades a las víctimas de trata para acusar a sus explotadores y acceder a papeles y a una forma digna de ganarse la vida en el país donde son rescatadas. De este modo, desde el Vaticano se sugiere que se persiga y castigue a los clientes de prostitución y se anime a las supervivientes a participar en la acusación a sus explotadores, bajo la condición de recibir protección adecuada.
Como complemento, se dará a conocer la exposición Punto y seguimos. La vida puede más, una muestra itinerante de fotografías promovida por la Sección de Trata de la Conferencia Episcopal para sensibilizar acerca del drama vivido por estas personas, y dar a conocer la labor de diversas instituciones de Iglesia implicadas en este ámbito. La muestra –algunas de cuyas fotos y textos ilustran estas páginas– se podrá visitar hasta el 8 de abril en la catedral de Madrid. Recoge imágenes y frases de personas que han sido víctimas de la trata, así como información de los proyectos de acogida y acompañamiento de las congregaciones religiosas en los que participan.
La necesidad de compensar a las víctimas
En esta línea de visibilización, la sede de la Comisión y Parlamento Europeo en Madrid acoge el martes 2 de abril la jornada Acceso a la justicia y a la compensación a víctimas de trata, organizada por las religiosas adoratrices y dirigida especialmente a profesionales de las fuerzas de seguridad, la abogacía, fiscalía, judicatura, servicios públicos y ONG, con el objetivo de concienciar a los principales actores sociales de la necesidad de compensar económicamente a las personas que han sufrido esta explotación.
Según Marifrán Sánchez, de la Conferencia Episcopal, «hoy en día no hay la suficiente conciencia de lo que supone el fenómeno de la trata. Queda muchísimo por avanzar y hay mucha ignorancia. Es verdad que poco a poco estamos saliendo en los medios de comunicación, pero no se habla lo suficiente de este problema todavía».
En la misma línea se encuentra la colaboradora de Alfa y Omega Ana Almarza, religiosa adoratriz y directora del Proyecto Esperanza de lucha contra la trata de mujeres en España, para quien la sociedad «no es consciente de las causas que mantienen este fenómeno y de las consecuencias en quien la provoca y sobre todo en quien la sufre. Creo que estamos en el sí, pero todavía no. La trata sigue siendo invisible, una realidad oculta y desconocida. En las orientaciones se dice que “sigue existiendo un desconocimiento generalizado sobre la naturaleza y la envergadura de la trata de seres humanos”, y el Papa Francisco dice también que “hay mucha ignorancia y parece que también poca voluntad de comprender la dimensión del problema”. Por un lado, es una realidad cada vez más conocida, pero por otro dudo que preocupe mucho a la sociedad. No hay que olvidar que es un drama que viven personas migrantes, mujeres y niñas en su mayoría y, en un gran porcentaje del continente africano».
Trabajo en red
En la erradicación de este comercio de seres humanos colaboran estrechamente desde hace años instituciones civiles y religiosas. «Las administraciones se están implicando y favoreciendo cada vez más el abordaje de este asunto», dice Ana Almarza. Pero todavía hay lagunas que es necesario cubrir, sobre todo en los casos en que las mujeres víctimas acaban por ser deportadas.
«Cada caso es un mundo, y depende de la persona. Los Cuerpos y Fuerzas de seguridad del Estado, si no ven que es muy claro el testimonio y no tienen datos para abrir una investigación, inician los trámites de deportación. Pero esto a veces es muy difícil, porque la mujer olvida datos clave, porque no conoce directamente al tratante, porque tiene miedo… A veces no saben ni siquiera en qué país europeo están viviendo, y así no la pueden reconocer como víctima de trata», dice Almarza.
Por este motivo Marifrán Sánchez aboga por que «las ONG especializadas tengamos más protagonismo en la identificación de víctimas», de modo que no se las exponga de nuevo a sus captores. De hecho, «las mafias están al acecho de estas mujeres cuando son deportadas a sus países y las vuelven a captar para ser explotadas de nuevo, esta vez con más violencia y aumentando todavía más la deuda que dicen que tienen que pagarles», desvela Almarza, quien al mismo tiempo valora los últimos esfuerzos de la Administración en este campo, como el anuncio de una ley de trata de seres humanos, o el trabajo en un nuevo Plan Nacional Integral de Trata que incluye todos los fines de explotación, no solo el sexual, sino también la mendicidad, el tráfico de órganos, el abuso laboral o los matrimonios forzosos. «Esperamos que el nuevo plan mejore también al anterior en cuanto a evitar las deportaciones», añade.
Además, el trabajo de la Iglesia es fundamental: «Hay congregaciones religiosas que llevamos muchos años acogiendo a mujeres víctimas de la trata y haciendo incidencia política y social: adoratrices, mercedarios, oblatas, las religiosas de Villa Teresita… Trabajamos en red, buscando las fortalezas, complementariedades y funciones de cada cual», dice la directora de Proyecto Esperanza. Y Marifrán Sánchez valora que la Iglesia «se está moviendo muchísimo por impulso del Papa Francisco, y los tres últimos años ha habido un trabajo muy intenso en España de acompañamiento a las víctimas, que ahora queremos llevar a la sensibilización y concienciación, sobre todo entre los jóvenes».
Maestras de vida
En su trabajo con las víctimas de esta explotación hay un espacio para el trato personal, del que tanto Ana Almarza como Marifrán Sánchez han aprendido grandes lecciones. «Las mujeres con las que he vivido y con las que vivo actualmente que han sufrido la trata son mis mayores y mejores maestras de vida», dice la religiosa adoratriz, que convive a diario con víctimas de esta explotación en el Proyecto Esperanza que dirige su congregación. «Con ellas he aprendido a ver en zoom la realidad: por un lado la zona oscura de la sociedad y del corazón humano, de la capacidad de hacer daño, de vender a seres humanos; pero también he aprendido lo que es la confianza, la gratuidad, la capacidad resiliente para salir de una situación de dolor con esperanza y fortaleza».
A lo que la responsable de la Sección de Trata de la CEE añade que «me sorprende ver en estas mujeres su fuerza, su vitalidad, sus ganas de salir adelante, su capacidad para superar la frustración por el daño sufrido. Son personas que han sufrido muchísimo, que han pasado por experiencias aberrantes y muy dolorosas, pero todas ellas me han enseñado que es posible levantarse, y que la esperanza nunca muere».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Imagen. Sandra: «Me decían: “No vales nada, he perdido mi dinero contigo. Si estuvieras muerta, no le importaría a nadie”».
(Foto: Fernando Mármol Hueso)