Se han cumplido tres meses desde que los colegios se vieran obligados a cerrar sus puertas como medida para evitar la propagación del Covid-19, ¿quién iba a pensar que lo harían hasta el próximo curso?.
La educación es uno de los ámbitos que más se ha visto afectado por la crisis sanitaria. Con todas las escuelas cerradas, por un lado, los estudiantes han tenido que continuar con su aprendizaje, a partir de las clases online y, por otro, los profesores han tenido que adaptar los programas educativos a dicha situación. Todo ello, nos está dejando como resultado un nuevo modelo educativo y además, nos estamos dirigiendo a pasos agigantados hacia nuevos avances en transformación digital educativa.
No cabe duda de que el aprendizaje online está jugando un papel fundamental en la educación y que su éxito es incuestionable. Demostrando que cubre varios aspectos de la enseñanza presencial. Aun así, continúan existiendo ciertas áreas críticas de la educación presencial que no pueden ser reemplazadas, por varias razones. La primera porque los más pequeños disponen de menos facultades para desarrollar tareas de forma autónoma. Es decir, requieren más atención y su independencia, por tanto, es más limitada. Por otro lado, la necesaria interacción entre los jóvenes, por ejemplo, también es irremplazable y para los profesores, además, las aulas se convierten en el espacio idóneo para detectar cuando un alumno no comprende ciertos temas, motivar a los estudiantes, generar entusiasmo en ellos o para percibir sus emociones. En tercer lugar, el bienestar de los alumnos y los profesores depende de esta interacción vital. Pero, sin ninguna duda, son los niños con más problemas los más perjudicados al no poder estar de forma presencial en los colegios.
Es evidente el gran papel que juegan los profesores en el aula, su labor va más allá de la entrega de material. Su rol también implica conocer a los alumnos, comprender lo que les motiva, aumentar su confianza, ponerles retos, etc. Por todas estas razones, no debemos excedernos en el nivel de cambio. Los profesores, sin duda, aprovecharán la tecnología de la manera más eficaz.
La educación a distancia ha cogido impulso en los últimos meses, y el futuro de la educación está tendiendo hacia este nuevo modelo educativo que compatibiliza y combina el aprendizaje presencial y online; siempre sin olvidar que el contacto directo con las personas seguirá siendo fundamental para una enseñanza eficaz.
Por otra parte, una de las consecuencias de la imposición de este modelo interactivo puede verse reflejado en el aumento de la brecha académica, reducida hasta la fecha. En gran parte este aumento viene dado porque los niños con menos recursos, no tienen la posibilidad de disponer de un ordenador o incluso, no todos tienen una buena conexión a internet que les permita conectarse a las clases.
Es mucho más fácil ayudar desde las aulas a todos aquellos niños cuyo entorno familiar no es propicio para el trabajo, por ejemplo, un entorno o espacio pequeño en el que los padres por diversos motivos no pueden estar tan pendientes de la educación de sus hijos o no valoran tanto la educación. Por estas razones, es mucho más productivo que los niños acudan de forma física a los colegios.
La tecnología ya estaba cambiando la educación antes de que se declarase el cierre de los colegios, pero este hecho lo está acelerando y van a pasar a ocupar un papel fundamental en muchos aspectos educativos. Por un lado, para personalizar el aprendizaje, los programas de software cada vez son más sofisticados, utilizan la inteligencia artificial para «conocer» al alumno y dirigir las preguntas al nivel adecuado. A medida que los alumnos mejoran, las preguntan se vuelven más difíciles. También, para permitir a los alumnos acceder a los materiales después de las clases para revisar y asegurarse de que lo entienden. Y por último, por ejemplo, los alumnos ya pueden experimentar ambientes, como el Amazonas o Pompeya, mediante el uso de la realidad virtual.
A las puertas de un nuevo paradigma educativo, los profesores necesitan desarrollar sus habilidades y conocimientos técnicos para aprovechar al máximo las oportunidades que ofrece el aprendizaje on-line. Pero, la mayoría de los elementos fundamentales para ser un gran profesor, no han cambiado: la compasión, el amor por el tema que enseñan, la empatía, la paciencia, la dedicación. Un profesor puede ser técnicamente brillante, pero no muy bueno con su función, y viceversa.
La pregunta clave en la educación tiene que seguir siendo «¿qué es lo que hace que la enseñanza y el aprendizaje sean excelentes?» y la siguiente pregunta es «¿cómo aprovechamos la tecnología para ayudarnos a lograr una gran enseñanza y aprendizaje?». La tecnología es sí misma no es la respuesta, pero nos ofrece increíbles oportunidades para impulsar la educación en nuevas y emocionantes direcciones.
Neil Tetley
Director de Hastings School