Han transcurrido 80 años desde la persecución a la Iglesia de los años 30 del siglo XX, pero no se ha borrado ni se puede borrar la memoria histórica católica.
Lo esperábamos hace mucho tempo y por fin ha llegado. El Martirologio matritense del siglo XX ve la luz exactamente 80 años después del final de la sangrienta persecución religiosa española y completa de serie de martirologios que diócesis y congregaciones religiosas comenzaron a publicar a partir de 1939, con criterios y características muy desiguales. Los que se publicaron entre los años 40 y 60 tuvieron la ventaja de contar con testigos que habían vivido la tragedia y conocido a los mártires.
Sin embargo, este Martirologio, que es prácticamente el último de los diocesanos, viene a llenar con creces un inmenso vacío. Pero ha sido necesario el esfuerzo de un valioso equipo de colaboradores generosos e inteligentes, coordinados por monseñor Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid, para que pudiera ser realidad este imponente volumen de 850 páginas, espléndidamente editado por la BAC.
Esta obra es el monumento perenne que la archidiócesis matritense levanta a los 427 sacerdotes y seminaristas mártires de aquel trágico trienio, que comenzó en Madrid el mismo 18 de julio de 1936, a las cinco de la tarde, cuando fue incendiada la iglesia de San Andrés, que estuvo ardiendo durante ocho días y quedó totalmente destruida. El coadjutor de la misma, José Varela, trató de impedir el incendio pero fue maltratado por los incendiarios. Del clero parroquial murieron cinco sacerdotes (Alfonso Sánchez Sánchez, Manuel López García, Francisco Pérez Iglesias, Hilario Relaño Miguel y Jacinto Guerra). De todos estos queda constancia bien documentada en el Martirologio. La obra incluye también a otros sacerdotes extradiocesanos, martirizados en Madrid.
Una persecución cruel
Estas páginas están dedicadas al clero diocesano madrileño, pero justo es recordar en esta ocasión que el martirologio es mucho más amplio si tenemos en cuenta a los centenares de religiosos y a las religiosas, algunos de ellos ya beatificados y uno canonizado, san Pedro Poveda Castroverde.
Como dato para la memoria histórica de la capital de España, quiero recordar que el 20 de julio fueron asesinados en Madrid cuatro religiosos ya beatificados: los dominicos Luis Furones, prior del convento de Nuestra Señora de Atocha y Jacinto García Riesco, así como las dos religiosas de la Caridad del Sagrado Corazón de Jesús, la madre Rita Dolores Pujalte Sánchez muy anciana, casi ciega y enferma, y la hermana Francisca del Corazón de Jesús Aldea Araujo, también bastante enferma. Un grupo de milicianos irrumpió en el apartamento donde se habían refugiado las dos religiosas, las arrastraron violentamente obligándoles a bajar los 120 peldaños de la escalera, y en una furgoneta, sin resistencia alguna por parte de ellas, las condujeron a las afueras de Madrid. Las llevaron por la carretera de Barajas, y las fusilaron en un descampado cerca de Canillejas. Cada una recibió nueve tiros después de haber avanzado unos pasos por orden de sus verdugos. Eran hacia las tres de la tarde del mismo día 20 de julio de 1936. Fue la primera sangre de mujeres consagradas a Dios vertida en Madrid cuando apenas había iniciado la guerra. El hecho tuvo un epílogo macabro por cuenta de algunas mujeres del pueblo que insultaron los cadáveres, pues estuvieron 48 horas sin enterrar, y las exaltadas mujeres, secundadas por algunos milicianos, obligaron arma en mano a dos médicos a realizar la autopsia, y quedaron maravillados porque las dos mártires conservaban los miembros flexibles, como si acabaran de morir, y exhalaban un perfume muy intenso y agradable. Son testimonios que nos dan idea de los niveles de crueldad que alcanzó aquella persecución tanto en la capital de España como en todo el territorio republicano durante el trienio 1936-1939.
Rigor metodológico
El Martirologio es una obra modélica y única en su género, pues ha sido elaborado con un rigor metodológico digno de todo encomio. Supera con creces la abundantísima bibliografía sobre nuestros mártires; está enriquecida con fotografías de cada sacerdote y seminarista; y se completa con diez valiosísimos índices: lugares de nacimiento, edades, fechas y lugares de martirio, lugar actual de sepultura, pertenencia diocesana, oficios, lugar de ejercicio del ministerio en julio de 1936, alfabético de apellidos, de nombres y de lugares.
Al prólogo firmado por el cardenal arzobispo de Madrid sigue la introducción en la que monseñor Martínez Camino describe las características del Martirologio y elogia al equipo de sus colaboradores, así como a los familiares de los mártires que han cedido fotografías y aportado informaciones que perviven en sus familias a pesar de que han transcurrido 80 años, pues no se ha borrado ni se puede borrar la memoria histórica católica. El Martirologio garantiza la permanencia para siempre del recuerdo de aquellos testigos de la fe. Esperamos poder invocar en nuestras oraciones a muchos de ellos, a medida que la Iglesia los eleve a los altares.
Vicente Cárcel Ortí
Investigador de la Historia contemporánea
de la Iglesia en España.
Imagen: Milicias de la CNT-FAI
profanan la Iglesia del Carmen de Madrid, el 29 de julio de 1936.
(Foto: ABC )