No hace falta ser un lince intuitivo para aventurar que tras los primeros indicios de que en el Levante la fuerza desatada de la naturaleza iba a someter a la nación a una durísima prueba, la izquierda gobernante (o lo que sea) se aprestaba a poner cerco al presidente del Gobierno autónomo valenciano.
Se iban a repetir los casos ya conocidos desde el 11M al Prestige, cuando los fallos clamorosos de los equipos gobernantes pusieron un antes y un después en las pretensiones de continuar por parte de la derecha en sus respectivas poltronas. ¡Ingenuos!
A las pocas horas, cuando la magnitud de la riada era colosal e inabarcable, ya estaba todo desatado. Claro que la Generalitat cometió fallos en la superación de las capacidades de su Gobierno autónomo. Sin embargo, ha quedado fehacientemente claro por testimonios de técnicos avezados, ingenieros, militares, informaciones provinientes de Francia, incluso de la Aemet gala y del ministro del Interior de aquel país vecino, que era el Gobierno de Sánchez a quien correspondía el mando directo según las leyes y los protocolos establecidos desde hace años. Sánchez y sus ministros deberían haber asumido sus respectivas responsabilidades y no quedarse mirando a la luna de Valencia. Demasiado sospechoso. No valen los argumentos, más bien excusas, de que no desearon entrometerse en las competencias exclusivas del Gobierno de Mazón. No vale. O bien despreciaron la magnitud de la catástrofe o bien optaron por que Mazón y su muchachada se cocieran en su propia salsa.
El relato. Así lo entendieron los ciudadanos desesperados de aquella tierra cuando a los pocos días abroncaron en protesta histórica a unos y a otros. Lo sucedido lo conocen en todos los puntos del planeta. La izquierda, con su enorme y devastadora maquinaria mediática, todos a una como en Fuenteovejuna («Mazón es culpable») trataba de exculpar a un Gobierno de la nación que, como mínimo, había fallado en todos sus cálculos (Aemet en primer término y la Confederación Hidrológica en segundo, organismos dependientes del Gobierno nacional).
Como ocurrió durante la pandemia del Covid, Sánchez, Robles y Marlaska ordenaron a los uniformados salir a la palestra a decir lo que convenía a un Poder Ejecutivo fatuo, inútil y fulero. Pero el relato lo marcaron ellos utilizando al general en jefe de la Unidad Militar de Emergencias que se prestó al sainete, una vez que la señora ministra de Defensa dejó varado a la cadena militar que correspondía al JEMAD.
Por ventura el desvío hace 65 años del cauce del Turia y una presa que todavía no había sido volada y que aguantó a pie firme más de 37.000 millones de litros de agua evitaron una tragedia aún mayor.
El resto puede añadirlo en avieso lector.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 9.11.2024