Intervención en la Organización de los Estados Americanos
“Una de las lecciones que podemos aprender –dijo Auza– es la importancia de la dignidad humana y la necesidad de defenderla cuando es atacada”, sobre el descubrimiento de América.
Declaración del Arzobispo Mons. Bernardito Auza, Nuncio Apostólico y Observador Permanente de la Santa Sede en la Organización de los Estados Americanos durante la sesión extraordinaria sobre el tema: “Encuentro de Dos Mundos”, pronunciada en Washington, D.C., el 12 de octubre de 2017.
“Esta lección debe aplicarse –indicó el Arzobispo– en el contexto de la esclavitud moderna y la demanda y los factores culturales, educativos, económicos y ambientales que lo impulsan”. Otra lección que se puede aprender, dijo, es el heroísmo de muchos en el pasado para defender la dignidad humana, como San Pedro Claver, Antonio de Montesinos y Bartolomé de las Casas, que sirven de modelo para el presente.
Declaración del Arzobispo Mons. Bernardito Auza
Señora Presidenta,
Quiero expresar mis más profundas condolencias a los Representantes de Estados Miembros de la región del Caribe, de Estados Unidos y México, por la enorme pérdida de vidas y bienes en sus países, por causa de los recientes huracanes y los dos terremotos en México. De la misma manera, comparto las condolencias de la Santa Sede a los Estados Unidos tras los trágicos eventos que recientemente sucedieron en Las Vegas.
La Misión Permanente de Observación de la Santa Sede a la Organización de los Estados Americanos está muy contenta de unirse a este evento tan especial de las Américas, para reflexionar sobre el Encuentro de dos mundos, y la llegada de Cristóbal Colón a este hemisferio en 1492. El legado de este primer Encuentro continúa siendo sujeto de reflexión.
Una de las lecciones que se puede aprender de los errores cometidos en varios lugares de este Encuentro de dos mundos, es que no podemos pasar de largo e ignorar los ataques que suceden en contra de la dignidad humana. Hoy por ejemplo, no debemos ignorar los continuos abusos que están afectando a muchos segmentos de la sociedad en este hemisferio, muchas veces a los más vulnerables como mujeres y niños, y algunos de los más marginados y excluidos, como las personas indígenas. El mes pasado, durante su visita a Cartagena, el Papa Francisco hizo una particular llamada de atención a las formas contemporáneas de esclavitud humana diciendo: ” […] en tantas regiones del mundo, millones de personas continúan siendo vendidas como esclavos. Ya sea que mendigan por alguna expresión de humanidad, momentos de sensibilidad, o navegan por mar y tierra porque lo han perdido todo, principalmente su dignidad y sus derechos humanos”.
Si vamos a erradicar esto azote, debemos llegar a las causas fundamentales, como los conflictos violentos, la pobreza extrema, el subdesarrollo y la exclusión, la falta de educación, la falta de oportunidades de empleo y las catástrofes ambientales. Debemos también atacar la demanda que impulsa la esclavitud moderna: un egoísmo insensato que alcanza niveles inimaginables de irresponsabilidad moral en trata de mujeres y niños para explotación sexual, en la venta de órganos, tejidos y embriones, y en el mal llamado turismo de trasplantes. Esta trata tan terrible se agravia con la corrupción por parte de funcionarios públicos y personas comunes dispuestos a hacer cualquier cosa por alguna ganancia financiera.
Sin embargo, en el corazón de todo este mal, está la pérdida absoluta del respeto a la dignidad humana y una indiferencia total a los sufrimientos de dichos seres humanos. El Papa Francisco mencionó que la esclavitud ocurre cuando las “personas son tratadas como objetos”, lo que conlleva a que sean… “engañadas, violadas, vendidas y revendidas frecuentemente por diferentes propósitos, y al último ya sea matadas o devastadas en mente y cuerpo, para finalmente dejarlas tiradas o abandonadas”.
Así como nos esforzamos hoy para lograr una mayor justicia en las Américas, deberíamos ser inspirados por las vidas de aquellos individuos heroicos, tanto del Viejo como del Nuevo, que lucharon valientemente contra tales abusos. El 10 de Septiembre con su visita a Cartagena, el Papa Francisco recordó el gran testimonio de San Pedro Claver, un misionero jesuita de España, que dedicó su vida a trabajar y vivir con los esclavos llevados de África a Colombia. Fue capaz de restaurar la dignidad y esperanza de miles y miles de esclavos que llegaron de África a través de Europa “en condiciones absolutamente inhumanas y llenos de pavor sin esperanza alguna”. Con Pedro Claver, también recordamos a los dominicos españoles: Antonio de Montesinos en Santo Domingo y a Bartolomé de las Casas en Chiapas, quienes defendieron a las poblaciones indígenas de toda forma de explotación, incluyendo la esclavitud y el trabajo forzado.
Señora Presidenta,
Quisiera concluir recordando una de las exhortaciones del Papa Francisco, invitando a todo el pueblo de Colombia a la reconciliación y sanación como elementos fundamentales para una paz duradera. Creo que estas palabras del Papa van muy de acuerdo con el tema de este encuentro de dos mundos. El Santo Padre dijo que el “camino de reintegración a la comunidad, empieza con el diálogo entre dos personas.
Nada puede reemplazar este encuentro que sana; ningún proceso colectivo nos exenta del desafío de juntarnos, aclarar, perdonar”. También agregó que las heridas históricas requieren que haya justicia, para que las víctimas y sociedades puedan tener la oportunidad de conocer la verdad y que así podamos evitar la repetición de estos crímenes; pero esto es solo el comienzo de la respuesta. Lo que también es necesario es un cambio en la cultura: “responder a la cultura de la muerte y la violencia con la cultura de la vida y el encuentro”. Esta es la cultura en la que dos mundos pueden convertirse en uno y juntos prosperar.
Rosa Die Alcolea
Imagen: Cristóbal Colón
Cuadro de Dióscoro Puebla 1862
(Wiki commons)