Un obispo se ha reunido con organizaciones criminales para intentar lograr la seguridad de la población que las autoridades ya no garantizan. «Muchos sacerdotes son blanco fácil y viven bajo la presión del crimen organizado», denuncia el semanario católico de Ciudad de México. El 8 de junio, un sacerdote de Tijuana fue agredido con un destornillador
«Durante las últimas semanas, en distintas regiones del país, la violencia no ha dado tregua». El problema ha alcanzado tal magnitud, que el semanario de la archidiócesis de Ciudad de México, Desde la fe, ha dedicado a esta lacra su editorial. En el texto, también se habla de la inseguridad en la que viven los sacerdotes y de los intentos de algunos obispos de suplir el papel del Estado, ausente en algunas zonas del país, para lograr un mínimo de seguridad mientras «el país se está desangrando».
«Tamaulipas ha visto prolongadísimos combates en la disputa por el control de plazas entre carteles de la droga –describe el editorial–. En los primeros días de la semana que concluye, el penal de Reynosa se convirtió en zona de guerra ante la impotencia de las autoridades para controlar la situación; en Veracruz, desde enero hasta abril pasado, se habían dado 620 ejecuciones violentas; en Guerrero, todos los días se reportan asesinatos sin control; Oaxaca padece las mismas circunstancias cuando grupos criminales realizan actos de terror contra la población indefensa. A esto se suman amenazas a los ciudadanos, quienes deben sobrevivir en incertidumbre absoluta y estado de impotencia evidente».
El texto subraya que estos acontecimientos muestran la falta de seguridad, para las personas y la impotencia de las autoridades, que no son capaces de responder a la violencia criminal en parte debido a la corrupción y a la connivencia con las organizaciones criminales.
Un obispo en diálogo con los delincuentes
Esta inoperancia ha movido a la Iglesia a actuar, intentando influir en la situación por su autoridad moral. «El 28 de mayo pasado –desvela Desde la fe–, el obispo de Chilpancingo-Chilapa, monseñor Salvador Rangel Mendoza, no ocultó el acercamiento que sostuvo con miembros de la delincuencia para acordar lo que las autoridades ya no garantizan: seguridad».
Su iniciativa ha sido criticada por las autoridades, pues desvela la realidad de la situación frente a la postura oficial de que «todo va bien», amparada solo en datos macroeconómicos. «La realidad –contrapone el medio de Ciudad de México– es que el país vive la pobreza y miseria que son campo fértil para la delincuencia y la corrupción». «Mientras se consumen fuerzas y recursos en campañas políticas y en sostener a los partidos, la violencia hace metástasis en las zonas más deprimidas y pobres. Eso pone en grave peligro nuestro futuro».
Atacado con un destornillador
La implicación de la Iglesia no es gratis. Además de sufrir robos y otros crímenes como el resto de la población, «muchos sacerdotes, en comunidades apartadas del país, son blanco fácil y viven bajo la gran presión del crimen organizado que les impide realizar su misión evangelizadora, prohibiéndoles incluso pronunciar la palabra “narcotráfico”, pues lo pagan con la vida».
El último caso de un sacerdote víctima de la violencia tuvo lugar el 8 de junio en la diócesis de Tijuana, cuando un atacante agredió al sacerdote Antonio Zambrano, presuntamente durante un robo. Primero le atacó con un cuchillo, y al arrebatarle el cura este, le clavó un destornillador en la cabeza. No era la primera vez que Zambrano sufría un ataque.
Fides / Alfa y Omega
Foto: REUTERS/Gael González