El Papa Francisco celebró la misa de la Epifanía en la basílica de San Pedro, ante la presencia de seis mil fieles. Reflexionando sobre el modo en que los Magos afrontaron un largo viaje para llegar a Jesús dijo que no encontramos a Dios quedándonos quietos en alguna bella ideología eclesiástica, sino buscando los signos de su presencia en las realidades de cada día, especialmente tocando a los más pobres.
Ciudad del Vaticano, 6 de enero 2024.- Siguiendo el ejemplo de los Magos, los fieles están llamados a mantener «los ojos fijos en el cielo», con «los pies en la tierra» y «el corazón postrado en adoración». En la solemnidad de la Epifanía, el Santo Padre Francisco celebró la misa en la basílica de San Pedro, recordando el camino recorrido por los Reyes Magos para adorar al Niño Jesús, «el Rey que ha nacido».
Son la imagen de los pueblos en camino en busca de Dios, de los extranjeros que ahora son conducidos al monte del Señor (cf. Is 56,6-7), de los alejados que ahora pueden oír el anuncio de la salvación (cf. Is 33,13), de todos los perdidos que oyen la llamada de una voz amiga.
Los ojos vueltos hacia el cielo
La de los Magos es «la peregrinación humana de cada uno de nosotros, de la distancia a la cercanía». Los tres que vienen de Oriente emprenden el viaje «con los ojos dirigidos hacia el cielo», explicó el Papa, con la «mirada atraída por los astros celestes», no se quedan mirando la punta de los pies y replegados sobre sí mismos, «prisioneros de un horizonte terrenal, arrastrándose hacia abajo en la resignación o la queja». «Levantan la cabeza» y la Estrella de Belén ilumina el sentido de sus vidas, «los atrae y les muestra el camino», ésta «es la llave que abre el verdadero sentido de nuestra existencia», para que siga permaneciendo iluminada.
“Si vivimos encerrados en los estrechos confines de las cosas mundanas, si marchamos con la cabeza baja rehenes de nuestros fracasos y arrepentimientos, si estamos hambrientos de bienes y consuelos mundanos en lugar de ser buscadores de luz y amor, nuestra vida se apaga”
Mirar la realidad desde lo alto
La mirada, enseñan los Magos, debe apuntar hacia arriba, hacia el cielo, porque de ahí viene la ayuda del Señor; también significa «aprender a ver la realidad desde arriba», que es lo que necesita el cristiano en todas las etapas de su existencia.
Lo necesitamos en el camino de la vida, para que nos acompañe la amistad con el Señor, su amor que nos sostiene, la luz de su Palabra que nos guía como una estrella en la noche. Lo necesitamos en el camino de la fe, para que no se reduzca a un conjunto de prácticas religiosas o a un vestido externo, sino que se convierta en un fuego que arda dentro de nosotros y nos haga ser buscadores apasionados del rostro del Señor y testigos de su Evangelio.
“Lo necesitamos en la Iglesia, donde, en lugar de dividirnos según nuestras ideas, estamos llamados a volver a poner a Dios en el centro. Lo necesitamos para abandonar las ideologías eclesiales, para encontrar el sentido de la Santa Madre Iglesia. Ideología eclesial no, vocación eclesial sí”
Dios se revela en un Niño
Hay que recomenzar desde Dios, indicó el Papa, buscando en Él el valor de no detenerse «ante las dificultades”. Sino con la fuerza para superar los obstáculos, “la alegría de vivir en la comunión y la concordia».
Los Magos, mirando hacia lo alto, también tienen «los pies en la tierra», donde encuentran a Dios «en un Niño acostado en un pesebre».
“Dios, que es infinitamente grande, se ha revelado en este pequeño, infinitamente pequeño. Hace falta sabiduría, hace falta la asistencia del Espíritu Santo para comprender la grandeza y la pequeñez en la manifestación de Dios”
Caminar para dar testimonio del Evangelio
La fe es un don que nos impulsa a caminar por el mundo para ser «testigos del Evangelio», siguiendo a Jesús, cuya luz abre «destellos de luz en la espesa oscuridad que envuelve tantas situaciones sociales».
“Al Dios que viene a visitarnos no se lo encuentra quedándose quieto en alguna bella teoría religiosa, sino sólo poniéndose en camino, buscando los signos de su presencia en las realidades cotidianas y, sobre todo, encontrando y tocando la carne de nuestros hermanos. Contemplar a Dios es hermoso pero sólo es fructífero si asumimos riesgos, el riesgo del servicio es el de llevar a Dios”
Dios está en el rostro de los más pobres
Ponerse en camino es lo que hacen los Magos, que buscan a Dios y «encuentran a un Niño en carne y hueso».
“Esto es importante: encontrar a Dios en carne y hueso, en los rostros que pasan a nuestro lado cada día, especialmente los de los más pobres. Los Magos nos enseñan que el encuentro con Dios nos abre a una esperanza mayor, que nos hace cambiar nuestro estilo de vida y transformar el mundo”
Adorar a Dios que muere por amor
Ojos al cielo, pies en la tierra, con el «corazón postrado en adoración», así los Magos «no se refugian en una devoción desligada de la tierra; se ponen en camino, pero no vagan como turistas sin rumbo», y cuando llegan a Belén se postran y adoran al Niño, un rey venido para servir al hombre, «un Dios que se hizo hombre».
“Ante este misterio, estamos llamados a doblar el corazón y las rodillas para adorar: adorar al Dios que viene en la pequeñez, que habita en la normalidad de nuestros hogares, que muere por amor”
El Papa Francisco pidió que se redescubra el gusto por la oración de adoración.
“Hemos perdido el hábito de la adoración, hemos perdido esta capacidad que nos da la adoración, redescubramos el gusto por la oración de adoración, reconozcamos a Jesús como nuestro Dios, como nuestro Señor y adoremos. Hoy los Reyes Magos nos invitan a adorar, hoy falta adoración entre nosotros”
A Jesús ofrezcamos el don de nosotros mismos, concluyó el Papa, pidiéndole «la gracia de no perder nunca la valentía: la valentía de ser buscadores de Dios, hombres de esperanza, intrépidos soñadores que escrutan el cielo, la valentía de la perseverancia en el caminar por los caminos del mundo, con el cansancio del verdadero camino, y la valentía de adorar, la valentía de mirar al Señor que ilumina a todo hombre, que el Señor nos dé esta gracia, sobre todo la gracia de saber adorar».
FRANCESCA SABATINELLI