Entrevista a Fray Alain-Samuel sobre el carisma y la labor de los hermanos de San Juan de Dios
“El deseo de servir a los enfermos en una consagración a Dios ha sido siempre la primera razón de mi vocación”, nos confía fray Alain-Samuel Jeancler, responsable en Francia de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, con motivo del viaje a Liberia y Sierra Leona que realizó la curia general con sede en Roma.
Una comunidad que trabaja sea en las periferias, como en Madagascar o con lo consultorios móviles, sea en el corazón del Vaticano, con su farmacia frecuentada por toda Roma. Y evoca una virtud demasiado olvidada pero propicia para revitalizar el tejido social: la hospitalidad evangélica. El ejemplo más bello y reciente de esta Hospitalidad incondicional fue la que mostraron los 4 hermanos que dieron su vida cuidando a los enfermos del virus Ebola, en 2014, en Sierra Leona y Liberia.
Hermano Alain-Samuel, usted es el Superior Provincial de Francia de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. ¿Qué significa eso? ¿Cuál es el papel de un Provincial? ¿Qué le atrajo del carisma de esta orden?
— Hermano Alain-Samuel: Aunque soy responsable de la Orden Hospitalaria en Francia yo creo que, ante todo, esta función no me pertenece, sino que ha me ha sido confiada por y para el amor del Señor al servicio del bien común y a la comunión de las personas que hay que orientar, acompañar y servir. En todo caso es así como yo intento vivir mi función. Ser Provincial es un camino, es seguir el paso de los discípulos de Emaús, para hacer una relectura, con mis Hermanos, de la presencia del Cristo resucitado en nuestras vidas.
Llegué a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, ante todo para ponerme al servicio de las personas enfermas y desamparadas. Hay que precisar que somos una orden de Hermanos sanitarios, pues no tenemos formación de directores de recursos humanos o directores generales. Nuestra labor requiere mucha humildad, sentido común, generosidad, tiempo para dedicar el otro. Requiere acordarse del ejemplo de nuestro fundador, quien vivió una conversión radical que le llevó a emprender su obra consagrada al servicio de los demás.
Hoy su obra está presente en 53 países y atendemos a más de un millón de personas al año. San Juan de Dios tuvo que superar el desafío de la locura y experimentar en sus carnes los tratamientos inhumanos que se ejercían en su época en los hospitales. Fue así como tomó conciencia del sufrimiento de los enfermos y pudo tener una visión clara sobre su nueva misión: fundar un nuevo modelo de asistencia basado en el servicio. El comprendió, ya en su tiempo, que para ser líder se debía ser servidor, librarse de sí mismo para acercarse al prójimo y, a través de él, a Dios.
El deseo de servir a los enfermos dentro de una vida consagrada a Dios fue el origen de mi vocación. Así es la vida, que nos coloca en el curso de nuestra peregrinación terrenal en situaciones en las que debemos elegir y tomar decisiones que influyen en el curso de nuestra historia personal y en la de aquellos a quienes tenemos el cargo y la responsabilidad.
Y este período de Cuaresma es una ocasión propicia para parar y hacer balance del espacio que damos, desde nuestra fe en Dios, al compromiso, a nuestra disponibilidad para abandonarnos al amor de Dios que salva en las situaciones de sufrimiento, de enfermedad, de soledad. “A través de los cuerpos a las almas”, tal y como se refleja en nuestra misión a día de hoy.
En el siglo XVI, su fundador, Juan de Dios, basó su acción sobre una virtud que a día de hoy aún es vivida por 1.100 hermanos en todo el mundo: la hospitalidad.
¿Cómo se relaciona esta Hospitalidad y las obras de misericordia que el papa Francisco ha llamado a poner en práctica con motivo del último jubileo?
— Hermano Alain-Samuel: Una de las particularidades de los Hermanos de San Juan de Dios es pronunciar el voto de hospitalidad, además de los de pobreza, obediencia y castidad. Es a través de este voto que nosotros dedicamos nuestra vida a la asistencia de los más frágiles, esforzándonos para prestarles todos los servicios necesarios, incluso los más humildes y los que puedan comportar un riesgo para nuestra vida, a semejanza del Cristo que nos quiso hasta morir para nuestra Salvación.
Es una hospitalidad que se ejerce bajo múltiples realidades, ya sea tendiendo la mano a una persona desconsolada, con una presencia cálida con los niños que son víctimas del sida, con una acogida paciente, con actos cuotidianos que devuelven a la otra persona la confianza perdida, con una puerta abierta sin condición a una persona sin hogar, con una atención en todos los que son “la cara de los pobres, los enfermos, las personas que se encuentran en una situación de sufrimiento o dificultad”. El ejemplo más bello y reciente de esta Hospitalidad incondicional fue la que nos mostraron los 4 hermanos que dieron su vida cuidando a los enfermos del virus Ebola, en 2014, en Sierra Leone y Liberia.
Esta hospitalidad evangélica se basa en la experiencia que hacemos cada día de la misericordia de Dios: nuestro encuentro con Dios pasa por nuestro compromiso al servicio de las personas más frágiles para manifestarles este amor misericordioso que nosotros mismo hemos recibido. Las obras de misericordia son el reflejo de este deseo de querer y de querer el bien de nuestro prójimo, como lo hizo San Juan de Dios en su tiempo. Tan pronto como él escuchó la llamada de Dios, se puso en marcha en seguida, superó todos los obstáculos para manifestar ante las personas que llamaban a su puerta la misericordia divina, a través de la Hospitalidad. Una Hospitalidad que lo hacía feliz como lo exclamaba gritando por las calles de Granada en busca de personas de buena voluntad para que le ayudaran: “Haceros el bien Hermanos, haciendo el bien a los demás”. Nosotros podemos manifestar ahora con nuestras palabras y nuestros gestos que la misericordia lo puede todo y que nos hace profundamente felices.
¿Puede darnos algunas indicaciones geográficas y ejemplos de compromiso sobre el terreno que ilustren su acción?
— Hermano Alain-Samuel: Estamos presentes en los 5 continentes mediante 454 centros sanitarios, sociales y médico-sociales adaptados a las exigencias de las políticas locales, pero también y sobre todo a las necesidades de las personas que vienen a nuestras casas. La última casa que ha fundado la Orden, el año pasado, ha sido un centro de rehabilitación para enfermos psiquiátricos en Madagascar. Llegamos al país en 2007, donde fundamos una comunidad y un dispensario. Con el paso del tiempo, y una vez los Hermanos ya se habían puesto al servicio de las necesidades que se les presentaba en el terreno, detectaron un elevado número de enfermos psiquiátricos que salían del único hospital del país y que regresaban allí rápidamente por falta de acompañamiento para reinsertarse en la sociedad.
Así es como decidimos ofrecerles un sitio donde no solamente pudieran recibir cuidado, sino también a aprender un oficio, a convivir en sociedad y a reconstruirse física psíquica y espiritualmente.
En estos momentos que somos testigos de la crisis de emigrantes en Europa, hemos instalado hospitales móviles en Italia y en Eslovaquia para ofrecer primeros auxilios a las familias que llegan extenuadas después de meses de huida.
Aunque se remonta un poco más lejos en el tiempo, me gustaría citar el ejemplo de Fortunatus Thanhauser, un hermano alemán que en los años 70 fue enviado en misión a la India para abrir un dispensario en una región lejana de las montañas de Kerala. Cuando vio la gran afluencia de personas que, a menudo, recorrían decenas de kilómetros para ir a ser visitados o asistidos al dispensario, decidió construir un hospital. Actualmente es el más grande de la región, ¡dando respuesta a una población de casi 1 millón de personas!
También tenemos el primer centro de acogida nocturno de Europa, fundado hace más de 140 años en Marsella (Francia), en el que los hermanos continúan acogiendo, cada noche, unas 300 personas.
Podría citar muchos más ejemplos de obras que administramos en todo el mundo, ¡pero la lista sería demasiado larga! Todo esto es para mostrar que nuestras obras muestran la inquietud de la Iglesia por los que más lo necesitan. Es, en conclusión, la traducción de nuestro lema, “A través de los cuerpos a las almas”.
Y la farmacia del Vaticano, por ejemplo, es internacional y abierta a todos. ¿Cuál es el origen de esta misión?
— Hermano Alain-Samuel: El hecho de vivir tanto en la casa de los papas como en el Vaticano sirve también de ejemplo para ilustrar la universalidad de nuestro carisma de Hospitalidad. Además, lo que me fascina cada vez que visito cualquiera de nuestras casas es ver que, a pesar de las diferencias culturales de una comunidad u otra, todos vivimos la misma Hospitalidad.
La farmacia que administramos en el Vaticano la fundaron los Hermanos Hospitalarios en 1874, a petición del secretario de Estado de la época, el cardenal Antonelli. Una comunidad de Hermanos todavía vive allí, al lado de la Puerta Sainte-Anne, abasteciendo de cualquier producto que se puede encontrar en una farmacia convencional así como de numerosas pócimas que los Hermanos mismos fabrican y cuyo secreto sólo ellos conocen. Dos Hermanos de esta comunidad también están al servicio de la salud de los papas Francisco y Benedicto XVI como enfermeros.
Los casi 1.100 Hermanos hospitalarios cuentan con la colaboración de más de 60.000 laicos que le ayudan en su misión…
En un momento en que Internet ha tomado un sitio preponderante en la vida de nuestra sociedad, para nosotros la familia sigue siendo la primera red social que no debemos olvidar y que hay que amar. Es a partir de esta constatación y a partir de experiencias de vidas familiares, que nuestra Orden ha querido, a su manera, reprender este tema de la familia para explotar la riqueza y extender el círculo.
Así es como en 2009, nuestro superior general nos invitó a vivir la experiencia de Familia hospitalaria de San Juan de Dios, englobando, cada uno según su vocación, Hermanos, colaboradores, voluntarios y personas acogidas en nuestros centros. Y así como en cualquier familia, tratamos de vivir la misma experiencia de amor, aceptación y perdón mutuo.
¿Quién, mejor que una familia, sabe hablar este lenguaje del corazón en nuestras sociedades atomizadas, globalizadas y deshumanizadas? Dar vida y hacer vivir una realidad de Familia Hospitalaria en el mundo de hoy reviste un carácter y un sentido profundo de solidaridad y de fraternidad humana.
Con motivo de esta Cuaresma que comienza, somos llamados a “Hacer familia”, a “ser familia”, estando a la escucha y a la disposición de una llamada más interior, la que Dios mismo nos invita a hacer su voluntad. ¡Y qué es esta voluntad, si no la de amarnos los unos otros como él mismo nos quiso!
Anita Bourdin
Traducción realizada por Alba Felip
Imagen: fray Alain-Samuel Jeancler junto a los hermanos de Madagascar