El cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, celebró la misa de clausura de la conferencia con motivo del 80º aniversario de la publicación del Código de Camáldoli. En su homilía, subrayó que el Reino de los cielos está entrelazado con nuestras vidas, que la santidad de Dios debe estar allí donde hay muerte, insignificancia, mal. E invitó a los cristianos a resistir al mal perseverando en la fe y pidiendo la plena implicación de los laicos en el crecimiento de la democracia.
Ciudad del Vaticano, 24 de julio 2023.- El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, celebró la misa de clausura del congreso que se celebró estos días en el monasterio camaldulense, con motivo del 80º aniversario del Código de Camáldoli, que en 1943 un grupo de intelectuales católicos, laicos y religiosos, en este mismo lugar, bajo la guía de monseñor Adriano Bernareggi, elaboraron mediante un debate sobre el magisterio social de la Iglesia, sobre los problemas de la sociedad, sobre la relación entre el individuo y el Estado, entre el bien común y la libertad individual.
Aunque hoy – dijo el cardenal – el contexto histórico y eclesial ha cambiado, el temor a lo que llama «una guerra inesperada en el corazón de Europa» es tan fuerte que – señaló – parece querer revivir la macabra nostalgia totalitaria».
La santidad de Dios está donde está la muerte y el mal
A la luz de las lecturas litúrgicas del día sobre las tres pequeñas parábolas del Evangelio de Mateo, la del trigo y la cizaña, el grano de mostaza y la levadura, el cardenal señaló que «la santidad de Dios está presente donde hay muerte, insignificancia, mal».
Subrayó asimismo que el Reino de los cielos «está mezclado con nuestra historia, con nuestra vicisitud personal». Las tres parábolas insisten sobre todo en la brecha – añadió – es decir, en la desproporción entre realidades distintas; en la necesidad de discernir lo que significa estar en el mundo; y, finalmente, en saber esperar. Esta desproporción, este discernimiento, este saber esperar son el espacio de la fe. Y ese espacio es la condición de la historia».
El mesianismo de Jesús no es político ni una utopía
El cardenal Parolin prosiguió diciendo que «el verdadero problema para el creyente que vive en la historia es doble: resistir al mal y perseverar en la fe sin buscar atajos acomodaticios». Y subrayó que «el mesianismo de Jesús no es político, es decir, no tiende a expresar un estado, un poder mundano. Él ve la presencia del Reino de los cielos en la historia como descarte, contradicción, ocultamiento».
Luego añadió una aclaración útil para despejar el campo de posibles interpretaciones engañosas: «El mesianismo de Jesús es un mesianismo de la persona. No es una utopía. Pensarlo como utopía ha sido una de las contradicciones históricas que la cristiandad ha soportado. El mesianismo de Jesús es la persona que vive con el Dios que vive en él e inventa sus acciones cada día en la historia común de la humanidad’. Recordando la historia de Job, el cardenal destacó también que «Dios no tiene necesidad de quien lo defienda o justifique, sino de quien crea en la sabiduría secreta de su palabra».
Una guerra inesperada parece reavivar nostalgias totalitarias
Consciente de lo que sucedió después del 25 de julio de 1943, cuando –añadió el cardenal – nos dimos cuenta de que el mal que se había manifestado en el corazón de Europa, «había cubierto nuestro propio país con una densa oscuridad y había penetrado en nosotros mismos», Parolin manifestó que cree que hoy debemos mirar aquella iniciativa del Código de Camáldoli como una iniciativa «necesaria», sacando de ella una lección útil. Además, el cardenal hizo una aclaración de contexto histórico y eclesial.
“Estábamos en la catástrofe del fascismo y de la guerra, en vísperas de la creación de lo que sería el ‘Partido católico’. Aunque ahora vivimos en una situación geopolítica totalmente distinta, ‘una guerra inesperada en el corazón de Europa parece querer revivir macabras nostalgias totalitarias’”
El giro antropológico actual hace puede cuestionar la fe
El cardenal Parolin tampoco olvidó aludir a la diversidad de condiciones eclesiales en comparación con lo que sucedía hace ochenta años: entonces no se imaginaba la renovación del Concilio Vaticano II, y sin embargo «ahora estamos viviendo – admitió – un giro antropológico que parece querer cuestionar la fe misma».
Sigue siendo válido – según el cardenal Parolin – hacer un discernimiento preciso para comprender la historia que nos ocupa y la necesidad de elaborar una cultura adecuada que – señaló – es en gran medida inédita hoy. Esta es la responsabilidad de todo el Pueblo de Dios hoy, subrayó. Y en este sentido – como, por otra parte, ya había exhortado el cardenal Zuppi, presidente de la Conferencia episcopal italiana, en la apertura de la congreso de Camáldoli – Parolin manifestó su esperanza de que aumenten los lugares de encuentro, de formación, las ocasiones de reflexión común, no sólo sobre las cuestiones civiles y sociales, sino también sobre las de la fe. Y dijo que el Sínodo actual es una expresión de todo esto con la participación de los laicos creyentes.
El testimonio de los cristianos en el crecimiento de la vida democrática
El cardenal secretario de Estado expresó su convicción de que la participación en el crecimiento democrático de la sociedad civil y de las instituciones necesita hoy de mujeres y hombres cristianos, conscientes de su fe, que testimonien, en todos los ámbitos de la vida común, su inspiración, los valores y comportamientos que su fe sigue fermentando, sin los cuales esta sociedad no será mejor. Y advirtió contra el individualismo exasperado que – según el purpurado – no devuelve a las personas la libertad que esperan, la felicidad que buscan, sino el autoconsumo.
«Necesitamos recuperar la pasión por el otro, el reconocimiento del otro, la acogida del otro», subrayó. Por último, volviendo al sentido de las parábolas a las que había aludido, subrayó que «el Reino de los cielos crece invisiblemente en la historia humana, allí donde vive el deseo de la plena dignidad humana; allí donde vive el amor a la libertad de las personas y de los pueblos, mediante el derecho y la justicia; allí donde vive la compasión por los demás, que es ya un anhelo de Dios».
ANTONELLA PALERMO
Imagen: El cardenal Pietro Parolin en el monasterio de Camáldoli.