(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Explotar a la gente en el trabajo para enriquecerse es transformarse en sanguijuelas y un pecado mortal. Con esta determinación lo ha asegurado el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada el pasado día 19 en Santa Marta, explicando las lecturas del día.
En la carta de Santiago hay una fuerte advertencia a los ricos que acumulan dinero explotando a la gente. Así, el Papa ha precisado que “las riquezas en sí mismas son buenas” pero son “relativas, no son algo absoluto”.
De este modo ha reconocido que se equivocan los que siguen la llamada “teología de la prosperidad” según la cual “Dios te hace ver que tú eres justo si te da muchas riquezas”. El Santo Padre ha precisado que el problema es no unir el corazón a las riquezas porque “no se puede servir a Dios y a las riquezas”. Porque se pueden convertir en “cadenas” que quitan “la libertad de seguir a Jesús”.
Tal y como ha explicado el Papa, Santiago en su carta dice que “el jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos está clamando contra vosotros; y los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor de los ejércitos”.
En esta misma línea, ha indicado que “cuando las riquezas se hacen con la explotación de la gente, esos ricos explotan el trabajo de la gente y esa pobre gente se convierte en esclava”. De este modo ha explicado cómo suceden las cosas hoy: ‘quiero trabajar’ – ‘Vale: te hago un contrato. De septiembre a junio’. Sin posibilidad de pensión, sin aseguración médica… En junio le despiden y julio y agosto debe comer del aire. Y en septiembre te contratan de nuevo. “Los que hacen esto son verdaderas sanguijuelas y viven de la sangre de la gente y la hacen esclava del trabajo”, ha precisado el Santo Padre.
Estos ricos –observa Francisco– engordan en riquezas y el apóstol dice: “Se han cebado para el día de la matanza”. Asimismo, ha advertido de que “la sangre de toda esta gente que ha sido chupada” y de la que “ha sido vivida, es un grito al Señor, es un grito de justicia”.
De este modo, el Santo Padre ha subrayado que la explotación de la gente hoy es una verdadera esclavitud. “Nosotros pensábamos que los esclavos ya no existían: existen. Es verdad, la gente no va a tomarlos en África para venderlo en América, no. Pero está en nuestras ciudades. Y están estos traficantes, estos que tratan a la gente con el trabajo sin justicia”.
Esto es peor –ha advertido– que ignorar al pobre. “Esto es dejar morir de hambre a la gente con su trabajo para mi provecho”, ha asegurado. “Vivir de la sangre de la gente. Y esto es pecado mortal. Es pecado mortal. Y es necesaria mucha penitencia, mucha restitución para convertirse de este pecado”, ha observado el Pontífice.
Para finalizar la homilía, el Santo Padre ha invitado a pensar en este drama de hoy. La explotación de la gente, la sangre de esta gente que se hace esclava, los traficantes de gente y no solo los que trafican con las prostitutas y los niños para el trabajo infantil, sino ese tráfico más ‘civilizado’: ‘yo te pago hasta aquí, sin vacaciones, sin aseguración médica, sin … todo en negro… ¡Pero yo me hago rico!’.
De este modo ha pedido que el Señor “nos haga entender hoy esa sencillez que Jesús nos dice en el Evangelio del día: es más importante un vaso de agua en nombre de Cristo que todas las riquezas acumuladas con la explotación de la gente”.