Herrera Oria se dio cuenta muy pronto de que los periódicos no salen adelante si no es con la contribución de profesionales concienzudos, bien formados y motivados. Y envió a tres redactores de El Debate a Estados Unidos para que aprendieran los secretos de los planes de estudio de las universidades de periodismo
Solo una persona con capacidad de trabajo, conocimientos profundos y voluntad de encarrilar la profesión de periodista, como era Ángel Herrera, podía conseguir resultados visibles. Pero es que él lo tenía muy claro: hacer periódicos cada vez mejores tenía que pasar necesariamente por preparar concienzudamente a quienes querían trabajar en este sector. Contra viento y marea puso manos a la obra y en el seno del periódico que dirigía, El Debate, empezó a consolidarse una Escuela de Periodismo que, en sus diez años de existencia, formó a más de 200 profesionales y llegó a ofrecer una carrera de cinco años.
Lo peor fue el comienzo. Nadie concebía en los años 20 del pasado siglo que el periodismo pudiera ser enseñado en las aulas porque, a juicio de casi todos, se trataba de un arte para el que únicamente valían las cualidades innatas, esas que se necesitan para escribir inspirados poemas o pintar espléndidos cuadros. El resultado era que las redacciones estaban pobladas de individuos que carecían de toda preparación y sin ganas de entregarse a la tarea. No faltaban compañeros ilustres, con capacidades notables y con una entrega fuera de toda duda, pero buena parte del conjunto era gente desganada, rutinaria, escéptica o bohemia.
Herrera Oria se dio cuenta muy pronto de que los periódicos no salen adelante si no es con la contribución de profesionales concienzudos, bien formados y motivados. Por eso comenzó a atraer hacia El Debate a cuantos jóvenes iba conociendo y que fueran como arcilla moldeable. Pero no era suficiente. Había que dar un paso más. Para ello envió a tres redactores a Estados Unidos, para que aprendieran los secretos de las cabeceras exitosas y los planes de estudio de las universidades que habían incorporado estas enseñanzas a su oferta. Él mismo se aplicó a conocer cómo era la formación de los periodistas en los países europeos.
El parón de la guerra civil
Ya solo era cuestión de poner en marcha su propia escuela, a la sombra del diario que dirigía. Fue en marzo de 1926 cuando ofreció un cursillo de tres meses, con la dirección de un sacerdote y periodista, Manuel Graña, donde se apreció que el trabajo intenso en aquella improvisada aula podía dar excelentes resultados. Al año siguiente ya fue un curso completo (ahora hace 90 años) y de esta manera se llegó a la articulación de una carrera de cinco años que se inició en 1932 (aunque también había un curso intensivo para quienes llegaban con otras carreras terminadas). Fue una experiencia inolvidable y provechosa para los que siguieron aquellos estudios, pero que no pudo concluir porque al desencadenarse la guerra civil no se le permitió a la Editorial Católica el continuar con sus actividades. Para entonces ya no se contemplaba aquel proyecto con el escepticismo y la desconfianza de lustros anteriores.
Los que habían pasado por allí podían aspirar a ocupar puestos de relieve en la prensa española, porque se notaba que iban provistos de una formación que no era habitual. No podía ser de otra manera cuando se seleccionaba con mucho cuidado a los candidatos a inscribirse en esta escuela y cuando se ponía a su disposición un elenco de profesores entre los más competentes de la redacción de El Debate. El propio Herrera Oria daba clase de editorialismo, como su sucesor en la dirección del diario, Francisco de Luis, se ocupaba del reporterismo; Manuel Graña de la redacción, Vicente Gállego del diseño y Nicolás González Ruiz o Bartolomé Mostaza de la gramática. Personalidades como el futuro ministro José Larraz impartió economía y cuestiones filosóficas o religiosas sacerdotes que llegaron a obispos, como Bueno Monreal, García Goldáraz y Eugenio Beitia. Todos los alumnos tenían que dedicar muchas horas semanales a realizar prácticas, a escribir textos que, si su valía los hacía merecedores de tal honor, pasaban a ocupar un espacio en las páginas de El Debate.
Esta escuela no pudo reanudar sus tareas tras la guerra, porque el Estado franquista quiso asumir en solitario la formación de los periodistas pero, de alguna manera, tuvo continuidad a través de algunos profesores de la Escuela Oficial y plenamente con la creación en 1960 de la Escuela de Periodismo de la Iglesia, que también impulsó Ángel Herrera, por entonces obispo (cardenal más tarde). Los estudios de comunicación en las tres universidades CEU han heredado los valores que dieron vida a la Escuela de Periodismo de El Debate.
Juan Cantavella
Autor de La Escuela de Periodismo de El Debate. Los primeros pasos para la formación de periodistas en España (CEU Ediciones)
Imagen: Miembros de la Escuela de Periodismo de El Debate, posando con Herrera Oria (sentado, en el centro de la imagen) en 1926
(Archivo de la ACdP)