«El problema ya lo teníamos», dice el responsable de Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal Española (CEE).
12 de Noviembre de 2020.- Son las 18:00 horas de un lunes cualquiera en la plaza de Jacinto Benavente, en el centro de Madrid. Un taxi asoma su lucecita verde. Para. Toca carrera. Conduce Joseph –nombre ficticio–, de origen extranjero, que lleva apenas unos días al volante. Tiene que poner el GPS pues no domina todas las calles. Sí el idioma español. Se explica muy bien.
—Trabajo 16 horas cada día y suelo hacer unos 100 euros. Una mitad es para mí y la otra para el dueño de la licencia. Y tengo que pagar el combustible. Si esto sigue así, lo voy a dejar [confiesa].
Desgraciadamente, la historia de este taxista es la de muchas personas, que, por la pandemia, han visto cómo las condiciones del empleo han empeorado. Otros lo han perdido. Según los últimos datos, nuestro país acumula este año casi 650.000 parados más, de los que prácticamente 580.000 han perdido el empleo durante la pandemia. Sin contar con las personas que se encuentran en ERTE, en torno a 600.000.
650.000 parados más que hace un año. Casi 600.000 desde el inicio de la pandemia
Paro y precariedad, dos realidades que la pandemia ha agravado y que nutren las llamadas colas del hambre. «La pandemia ha agudizado problemas que ya existían», afirma Gonzalo Ruiz, presidente de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). Coincide Juan Fernández de la Cueva, director del Departamento de Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal, quien sostiene que «no ha sido el coronavirus el que ha provocado el paro y la precariedad». Y añade: «En los últimos 40 años, la media de desempleo ha sido del 17 % y, por tanto, el problema ya lo teníamos. Sucede lo mismo con la precariedad». El departamento episcopal que dirige organiza el próximo 21 de noviembre las XXVI Jornadas Generales de Pastoral del Trabajo, que analizarán la situación en el mundo del trabajo por la COVID-19 y plantearán retos y esperanzas a partir de una lectura creyente de la realidad.
Fernández de la Cueva pone el foco en una realidad concreta: la de los trabajadores pobres. Personas que tienen que aceptar «trabajos y sueldos» míseros, dada la situación económica, empleos que «no aseguran una vida digna». «El trabajo no libra de la pobreza y de que tengas una seguridad vital, esto es, vivienda, comida…», añade.
Esther Barba, presidenta de la JOC, ofrece su visión desde el mundo juvenil. «La pandemia ha provocado una destrucción de empleo muy significativa entre los jóvenes. Según el Instituto de la Juventud, solo el 33,5 % tenía trabajo tras el confinamiento, de los cuales un 29,6 % tiene un mayor riesgo de perderlo». «Los empobrecidos siempre salen perdiendo y los últimos siguen siendo los últimos si no se pone en el centro a la persona y a los colectivos más vulnerables, como es la juventud», agrega.
44 %
Es la tasa de paro juvenil en nuestro país. Es la tasa más alta de la Unión Europea.
Fernández de la Cueva y Ruiz comparten cuál debe ser el papel de la Iglesia en esta situación, que debe ir en dos direcciones: denuncia y concienciación, y acompañamiento. «Es bueno concienciar a la gente de que este bicho ha puesto de manifiesto la debilidad del mundo del trabajo, y de que cuando se vaya el virus lo tendremos que resolver», afirma el primero. «Hay que denunciar las injusticias, porque muchas veces hay detrás un afán de lucro. En estas ocasiones, los beneficios se detraen de los más débiles, los trabajadores, que no tiene más remedio que aceptar lo que les ofrecen», añade el presidente de la HOAC.
La Iglesia como subsidiaria
Luego está la dimensión del acompañamiento y de la atención a los trabajadores que peor lo están pasando. En la HOAC se hace a través del compromiso personal de cada militante en la parroquia, en la asociación de vecinos, en el sindicato o en el propio entorno laboral. En este sentido, el responsable de Pastoral del Trabajo en la CEE considera que la labor de la Iglesia tiene que ser subsidiaria. Ve necesario volcarse en ayudar, crear puestos de trabajo o responder a las necesidades.., «como lo ha venido haciendo en los últimos meses», pero añade que tiene que advertir a la Administración pública de que ella es la garante de los derechos y, por tanto, la primera responsable. También servir de conciencia para las empresas y recordar que «tienen una obligación social».
3,8 millones de personas se encuentran desempleadas en nuestro país, según datos del Ministerio de Trabajo
A pesar de las dificultades, Fernández de la Cueva cree que hay que afrontar esta situación como un reto. «La vacuna nos liberará de la situación médica, pero no de la social. Cambiarla supone una conversión personal y de estructura. No se trata solo de convertirse para ser más generoso y mejor, sino para implicarse en la dimensión social de la fe y ser germen de esperanza».
Carmen Sánchez es uno de esos rostros que hoy muestra un hálito de esperanza. Tras participar hace unos años, al quedarse sin empleo, en el Foro de Parados en Acción, iniciativa del Secretariado de Pastoral del Trabajo de la archidiócesis de Madrid, y formar parte de un equipo de iniciación de la HOAC, decidió poner en marcha un centro especial de empleo, Esencialjobs, que se dedica a la inserción de personas con discapacidad en el ámbito laboral ordinario. «Nuestro objetivo es visibilizar a personas extraordinarias», explica. Por eso, a cada uno de los trabajadores que emplean y envían a distintas empresas les ponen el sobrenombre de esencial. Esencial Francisco, esencial Julia…
Durante el Estado de alarma se mantuvieron a flote gracias a los sectores de limpieza y conserjería… pues en los demás hubo despidos y ERTE. «Fue una época dura», reconoce Carmen Sánchez, que superaron gracias al acompañamiento desde la «cercanía» y la «ternura» hacia cada esencial. Y también con medidas concretas, pues Esencialjobs adelantó la paga de verano a aquellas personas que todavía no habían percibido la prestación de los ERTE. Poco a poco, algunos trabajadores volvieron a incorporarse y otros, que no tenían esa posibilidad, se reinventaron. En agosto su empresa ya tenía más trabajadores empleados que antes de la pandemia.
75 años junto a los trabajadores
La Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) ha iniciado el año de su 75º aniversario. Tres cuartos de siglo desde que un 3 de noviembre de 1946 Guillermo Rovirosa pusiera en marcha el encargo de los obispos españoles de crear un movimiento especializado para la evangelización del mundo obrero y del trabajo.
«Sigue siendo necesaria una comunidad creyente de hombres y mujeres que desvelen la sagrada dignidad de cada persona», dijo Fernando Díaz Abajo, consiliario de la HOAC, en la Eucaristía que inició las celebraciones de esta efeméride. Según explica Gonzalo Ruiz, presidente de la HOAC, en Alfa y Omega, se trata de «celebrar la memoria de tantos militantes que nos han precedido» y de renovar la presencia en el mundo del trabajo. «Esta tarea sigue vigente», apunta.
Así, durante este año se trabajará en la difusión de la historia de esta realidad en las diócesis, una tarea que, según Ruiz, tendrá mucho de reconstrucción, pues «hechos y acciones se han perdido con el paso del tiempo».
Fran Otero