Los abusos contra menores, dentro y fuera de la Iglesia, han existido, existen y continuarán existiendo. Es un hecho. Por eso, no se puede sostener que ese flagelo es «cosa de otro país» o de «otras culturas». Sería tanto como creer que el problema puede extirparse simplemente con normas o leyes. Para ir a fondo se requiere un cambio de actitud, asegura Hans Zollner, uno de los organizadores de la cumbre de presidentes de conferencias episcopales convocada por el Papa para abordar ese tema. Un encuentro que permitirá abrir la puerta al análisis de otros abusos, incluso contra mujeres consagradas
«No debemos ilusionarnos con que este mal desaparecerá completamente. Esta sería una ilusión muy peligrosa, porque se pensaría que con una norma, con una ley, con medidas de prevención se podría quitar el mal de una vez y para siempre. No está en nuestras manos esto, este es un mal que ha existido siempre y continuará existiendo, por desgracia. Lo que debemos hacer es despertarnos y empeñarnos con todas las fuerzas para que no suceda», anticipa el sacerdote jesuita, a pocos días del inicio de esa reunión que ha captado el interés de la prensa internacional.
Presidente del Centro para la Protección de los Menores de la Universidad Gregoriana de Roma y miembro de la Comisión para la Tutela de la Infancia del Vaticano, Zollner es quizás el mayor especialista en el tema. Por eso, Francisco lo incluyó entre los organizadores del encuentro de presidentes de episcopados, previsto del 21 al 24 de febrero en el Vaticano.
Interés personal del Papa
Entre otras cosas, el sacerdote jesuita anticipó cómo se dividirán los trabajos. El primer día estará dedicado a «la responsabilidad», el segundo a la «rendición de cuentas» y el tercero a «la transparencia». El Pontífice asistirá personalmente a todas y cada una de las sesiones, ya que «está muy empeñado», «se interesa personalmente» y «sigue de cerca las preparaciones».
«Por primera vez se pone sobre la mesa y claramente la cuestión sistémica; por primera vez se hablará del sistema de la Iglesia, su estructura, sus procedimientos y todo aquello que hace parte de un organismo tan complejo, grande, variado», dice Zollner.
Al reunirse el martes con la prensa internacional en un hotel de Roma, subrayó que el objetivo principal del encuentro es «educativo» y pretende transmitir a los obispos la gravedad de su ministerio en los campos pastoral, jurídico y espiritual. Se trata de una «etapa importante» en una «larga carrera» que la Iglesia católica comenzó hace 35 años: cuando en Estados Unidos explotaron los primeros escándalos.
Los abusos –añadió–ocupan una prioridad del pontificado de Jorge Mario Bergoglio; y ese fue el motivo por el cual convocó esta reunión, pero en tres días «no se puede cambiar toda la vida de la Iglesia». Por eso hay que rechazar consideraciones extremas, según las cuales este encuentro resolverá todos los problemas pendientes o, por el contrario, será un fracaso.
«Nosotros haremos lo posible y creemos que podrá surgir algo importante, especialmente por las aportaciones de personas de diversas proveniencias, de realidades y continentes», apuntó Zollner. De entrada, adelanta, la Iglesia necesitaría algunos cambios jurídicos y una mayor claridad en los procesos, pero esto no acabará por sí solo con un problema enraizado en una cierta mentalidad.
«Esta no es la solución definitiva y esa seguramente es la fuente de la desilusión de los católicos en los Estados Unidos, quienes pensaban que con el Protocolo de Dallas (establecido en 2004 por la conferencia episcopal de ese país) todo estaba resuelto. Pero no era así, se necesita la voluntad proactiva para poner en práctica el espíritu de la ley».
Investigaciones empíricas
En los últimos días el problema de los abusos (también sexuales) contra las mujeres consagradas irrumpió en la preparación de esta cumbre, por la explosión del caso de la comunidad de Saint Jean, el instituto religioso francés al cual se refirió el mismo Francisco públicamente al asegurar que sus integrantes fueron reducidas prácticamente a la esclavitud.
Al respecto, Zollner anticipó que durante la cumbre también se abordará este problema pero de manera tangencial, porque la crisis de los últimos días no cambiará el foco prioritario del encuentro, es decir la protección de los menores. «Entiendo que esto puede no bastar, se quisiera incluir todas las perspectivas, pero –y esta es una opinión personal– quiero que hablemos de los niños, que son los más indefensos, los más vulnerables y no tienen voz. Si nuestro trabajo es bueno, estoy seguro que podrá aplicarse a otra clase de abusos, como aquellos contra las mujeres o los adultos, que también suelen ser vulnerables», agregó.
Más adelante, el jesuita señaló que la única institución mundial que ha encargado investigaciones empíricas sobre el tema de los abusos es la Iglesia católica. Ni siquiera las otras religiones, iglesias cristianas u organismos sociales (deportivos, policiales, educativos) se han atrevido a analizar en profundidad este fenómeno. Pero para la Iglesia la transparencia debe seguir siendo la línea a seguir: «¿Existe una estadística de abusos en España?», cuestionó; e inmediatamente replicó: «Si no se conoce es porque, seguramente, no existe».
Por lo pronto, en el encuentro vaticano se escucharán testimonios de víctimas procedentes de diversos países, algunos africanos y asiáticos. Pero los presidentes de las conferencias episcopales ya fueron invitados a reunirse con afectados en sus respectivos países. Esta invitación, explicó Zollner, busca superar una barrera construida sobre la negación.
Encuentros con las víctimas
«La motivación principal del encuentro con las víctimas es comprender verdaderamente; porque cuando uno se sienta durante una hora o más con una víctima y escucha su grito de ayuda, el llanto, las heridas de la psique, del cuerpo, del corazón y de la fe, no puede quedarse como antes. Si uno verdaderamente escucha se transforma», indicó.
Y continuó: «El punto es verdaderamente escuchar, abrir la mente, las orejas y el corazón. Por eso la condición para todos los participantes es que escuchen, en sus propias lenguas y con sus contextos, lo que significa estar profundamente herido y darse cuenta del impacto espiritual de estos actos. Porque la mayor parte de las víctimas no eran extrañas, eran personas muy cercanas a la Iglesia y a muchos de ellos les quitaron la fe, la fe en otras personas y sobre esto debemos hacer mucha más conciencia».
Andrés Beltramo Álvarez (Ciudad del Vaticano)
Imagen: Hans Zollner entrega al Papa Francisco, un regalo
hecho por una víctima de abusos sexuales
cometidos por sacerdotes de Canadá, el 9 de octubre de 2015.
(Foto: Universidad Pontificia Gregoriana)