En una capilla de la basílica romana del Esquilino se expone el cippus que tradicionalmente se cree que fue aquel al que Cristo fue atado para ser flagelado. Un antiguo y enigmático objeto devocional que cuestiona el significado profundo de las reliquias.
Ciudad del Vaticano, 2 de marzo 2023.- A lo largo de la pasillo derecho de la basílica paleocristiana de Santa Práxedes, junto al reluciente y magnífico sacellum de San Zenón, hay una pequeña capilla en la que, dentro de un relicario en forma de templo dorado, obra en estilo Art Nouveau del artista Duilio Cambellotti y fechada en 1898, se expone una pequeña columna de piedra blanca y negra. En ella se dice que se encuentra la columna a la que Cristo fue atado para la flagelación.
Un elemento arquitectónico singular
Con sólo 63 cm de altura, es ligeramente cónica y mide unos 40 cm de diámetro en la base. La piedra es un tipo de granito, gabro diorita, con grandes cristales blancos, procedente de la parte norte del desierto egipcio oriental. Se trata de un lugar remoto, impermeable y desértico. Con toda probabilidad, los canteros pertenecían a las clases sociales más pobres, los damnati, lanzados sin remedio a trabajar trepando por paredes verticales. El transporte de los bloques era largo y difícil, y también lo era trabajar esta piedra, aunque muy valiosa. Se importó a Roma sobre todo en época de Julio Claudio, es decir, en el siglo I d.C. La forma de la columna sugeriría la de un trapecióforo, soporte para una mesa, o la de un labrum, una pila, pero esto no excluye su reutilización posterior. También la de una columna de flagelación.
Flagelación, tortura cruel
A diferencia de la fustigación, la flagelación era una tortura muy extendida en la antigua Roma, que se llevaba a cabo con el flagrum, un látigo de puntas afiladas que laceraba la carne. Cada domus, casa señorial, recuerda Cicerón, tenía una columna a la que ataban y castigaban a sus esclavos. También sabemos que la flagelación siempre precedía a la pena capital, especialmente a la crucifixión. En los Evangelios no se menciona nunca ninguna columna, pero tres hablan inequívocamente de flagelación para Cristo (Mc 15,15; Mt 27,26, Jn 19,1), mientras que Lucas se refiere a un castigo genérico (Lc 23,22).
El primer testigo
La primera en hablar de ello fue Egeria en su Itinerarium, en el año 383, durante el oficio del Viernes Santo en Jerusalén: «Aún no ha salido el sol; después de la despedida todos corren a Sión, a orar junto al pilar de la flagelación». El lugar del que habla Egeria, el monte Sión, corresponde al emplazamiento de la iglesia de los Apóstoles.
La columna en Roma
Siglos más tarde, la columna sería llevada de Jerusalén a Roma por el cardenal Giovanni Colonna, durante la Quinta Cruzada, en 1223. No pasará desapercibido que el apellido del legado papal en Oriente es el mismo que el de la reliquia y puede leerse en ambos sentidos: prueba de que fue una invención, un artificio para ganarse la benevolencia del papa Honorio III o, por el contrario, un regalo providencial, como él mismo creía. La columna se colocó en la basílica de Santa Práxedes, de la que el cardenal era titular. La solemnidad de la columna fue aprobada por la Santa Sede y se celebraba el cuarto domingo de Cuaresma.
Con el tiempo, parece que el anillo de hierro que se anclaba en la parte superior, para pasar la cuerda y atar las muñecas, fue donado en 1240 al rey de Francia, San Luis IX. En 1585, el Papa Sixto V donó una astilla de la columna a los habitantes de la ciudad de Padua.
La vieja cuestión de la originalidad de las reliquias
Las objeciones sobre la autenticidad o no de la columna parten de la reducida altura de la misma, como se ha dicho 63 cm, lo que habría obligado a los condenados a someterse al suplicio adoptando una postura antinatural. Pero es precisamente este detalle el que la hace verosímil: los golpes de la flagelación no debían tocar órganos vitales porque ello habría aumentado el riesgo de muerte. Por ejemplo, no se debía herir la zona del corazón. Atado a un soporte tan bajo, el prisionero era obligado a inclinarse hacia delante, evitando así exponer a los golpes la parte del cuerpo que debía ser preservada. En este sentido, la columna de San Práxedes tendría una altura coherente.
La columna de San Práxedes en el arte
La iconografía particularmente dramática y cruel de la flagelación de Cristo está muy extendida y muchos artistas, de los menores a los mayores, se han medido con ella, baste pensar en Piero della Francesca, hasta Bramante y Caravaggio.
La columna es siempre alta y esbelta, coronada por un capitel o una estatua de tipo antiguo. O se la imagina más allá de los contornos del cuadro, elevándose hacia lo alto, como en el caso de Antonello da Messina. La columna resume todo el mundo pagano. La figura de Cristo, con su sacrificio, es su contrapeso, su redención.
Por otra parte, la forma cónica ligeramente truncada igual a la de Santa Prassede no sólo se encuentra en algunos frescos de la basílica donde se conserva, como en el fresco del pintor florentino Agostino Ciampelli, artista de la Contrarreforma, sino que también se encuentra en otros lugares, como entre los ángeles del Ponte Sant’Angelo con los instrumentos de la Pasión. Es una de las más bellas, sosteniendo en sus brazos la columna de Santa Prassede. En la base de la estatua figura la emblemática inscripción: Tronus meus in columna, ‘mi trono está sobre una columna’ (Sir 24, 7). Esta escultura es obra de Antonio Raggi, ejecutada según un diseño de Bernini, de quien fue colaborador y alumno.
A partir del siglo XVII, la forma de carrete de la columna romana se generaliza en la iconografía de la flagelación, signo de la difusión de su devoción más allá de la Urbe, con varios artistas de Toscana, pero también del Véneto y de otras zonas. De nuevo, en un cuadro de la Badia Fiesolana, un artista anónimo florentino del siglo XVII no omite representar con gran detalle los característicos cristales blancos sobre el fondo negro de la columna.
El significado de la reliquia
La columna es un objeto que no puede decir más de lo que es posible. No es una inscripción como el Titulus Crucis y menos aún el mapa detallado de la Sábana Santa. Sin embargo, es un elemento que encaja perfectamente en el relato de la Pasión. La basílica de Santa Práxedes está vinculada a la vida de la doncella del mismo nombre, que vivió en el siglo II e hizo todo lo posible por ocultar a los cristianos perseguidos enterrándolos. Según la tradición, la sangre de los mártires era secada por ella con una esponja y recogida en el pozo del centro de la iglesia, en el punto donde hay un disco de pórfido.
La columna de la flagelación, por tanto, resume el significado de un testimonio vivo de Cristo y de su Pasión en el que se refleja el sacrificio de los mártires. El gran número de reliquias conservadas en la basílica parece evocar este vínculo. El culto de la columna de San Práxedes no está vinculado a pruebas históricas materiales, sino que es un verdadero recuerdo de la historia.
Otras columnas de la flagelación
La columna romana no es la única a la que se atribuye la flagelación. Una segunda se encuentra en Jerusalén, en la basílica del Santo Sepulcro, recordada por un peregrino anónimo de Burdeos en un escrito fechado en 333, mientras que San Cirilo de Jerusalén la recuerda en una catequesis de 348. Algunos estudios intentan conciliar ambas tradiciones refiriéndose a dos flagelaciones distintas de Cristo: la primera en el pretorio con Pilatos, la segunda en el palacio de Caifás. Se cree que otras dos columnas son las de la flagelación: en Estambul y en la basílica del Santo Sepulcro de Bolonia.
MARÍA MILVIA MORCIANO
Vatican News
Imagen: La columna de la flagelación en la Basílica de Santa Prassede en Roma.