La juventud católica tal vez sea hoy una minoría en España, pero tiene un gran potencial de incidencia. Esta es la convicción del XX Congreso Católicos y Vida Pública, que se propone movilizarla y animarla a participar «en la vida social y cultural de España», cuenta el nuevo presidente de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), Alfonso Bullón de Mendoza
Siguiendo la estela del reciente Sínodo de los obispos, Fe en los jóvenes es el título del Congreso Católicos y Vida Pública, que la ACdP y su obra más conocida, la Universidad CEU San Pablo, celebran en el campus de Montepríncipe (Madrid) del 16 al 18 de noviembre. Para Alfonso Bullón de Mendoza, elegido en julio al frente de la ACdP, esta será la primera edición como presidente de un congreso del que precisamente él fue su primer director, allá en 1999, cuando comenzaba la andadura de unos encuentros hoy consolidados como referencia que anima el compromiso público de los católicos seglares en España.
¿Qué destaca usted del Sínodo de los obispos sobre los jóvenes?
Lo fundamental está en el espíritu con que se ha celebrado, un espíritu que ha sabido conjugar términos que, mirados superficialmente, parecen incompatibles, como son apertura y fidelidad, exigencia y misericordia, acogida y compromiso. Esta capacidad de conjugar términos nunca puede ser el resultado de un cálculo humano y, muchos menos, de un estudio de marketing. Solo puede ser el resultado del Espíritu, con mayúscula.
¿Cómo cree que puede conseguir la Iglesia que la sientan más suya los jóvenes, uno de los grandes retos que se planteaba este Sínodo?
La Iglesia es, en sí misma, joven, porque Cristo vivo y resucitado es joven y, por lo tanto, no se trata de añadir algo que la Iglesia no sea, sino de mostrar lo que realmente es, su verdadero rostro. Porque la Iglesia es tan antigua como joven, como lo es la Verdad misma. A mi juicio, la clave está en que pastores y laicos seamos capaces de mostrar el verdadero rostro de Jesucristo, su profunda novedad, su perfecta contemporaneidad con el joven de hoy. ¿Cómo? Pues con apertura de miras, como nos pide el Papa Francisco, con horizontes grandes que permitan al joven encontrar espacios de encuentro y acogida, de Gracia, en los que la recuperación de lo humano sea posible.
¿Qué quiere aportar este XX congreso?
Con aportar algo de lo que acabamos de señalar ya me conformaría. Pero me gustaría añadir un aspecto más que es perfectamente congruente con el carisma de la ACdP, y es la cuestión de un liderazgo juvenil cristiano. La ACdP tiene por vocación, desde su fundación en 1908 por el padre Ángel Ayala, la formación de jóvenes que con espíritu evangélico se consagren al apostolado católico. Nuestro primer nombre fue Asociación de Jóvenes Propagandistas. La ACdP no solo nació de un grupo de jóvenes, sino que la formación cristiana de una juventud comprometida con la sociedad forma parte de nuestra propia naturaleza. Es más, una asociación exclusivamente formada por «mayores» –lo digo con todo el respeto– sería una asociación truncada. La asociación es a la juventud lo que el fuego al calor, de modo que no se puede entender la una sin la otra.
Acaba usted de celebrar su primera asamblea general de la ACdP como presidente. ¿En qué cree usted que debe renovarse la asociación?
Hacia dentro de la asociación nuestro objetivo es extender los centros existentes para hacernos presentes en toda España y la incorporación de jóvenes a nuestro proyecto. Pero nuestro objetivo no puede ser un crecimiento del número sin más, sino que este crecimiento, que siempre será más una gracia de Dios que un esfuerzo nuestro, deberá ir acompañado de un crecimiento en santidad y formación. Sin santidad y sin formación, espiritual y doctrinal, por parte de los antiguos y nuevos propagandistas, nuestra labor será infecunda, cuando no algo peor. Eso lo tengo muy claro.
En cuanto a la proyección hacia fuera, la asociación quiere ser una presencia pública, quiere comparecer en el debate que se está librando hoy por lo que el Papa san Juan Pablo II llamaba el «alma de Europa». Que la situación se muestra crítica tanto en lo que a España se refiere como a Europa, y más en general en Occidente, es algo que a nadie se le escapa. Y qué duda cabe que los católicos tenemos una responsabilidad muy seria de la que, más tarde o más temprano, deberemos responder.
Jóvenes participantes en el Sínodo de los obispos sobre los jóvenes, en el aula sinodal del Vaticano
Foto: CNS
Frente al diálogo con no creyentes que ha habido en otros Católicos y Vida Pública, esta vez se plantea un foro de debate con jóvenes de diversas universidades, públicas y privadas. ¿Un microcosmos de la realidad plural y compleja de la juventud en esta sociedad, donde los católicos son minoría, si bien una minoría importante?
Es verdad que los jóvenes católicos son hoy una minoría en España y en Europa, pero la cuestión decisiva es si serán una minoría importante –y no solo en términos cuantitativos– o no. Solo serán una minoría importante si poseen una conciencia madura de su propia identidad cristiana, pues de lo contrario no solo serán una minoría, sino que serán además una minoría irrelevante. Es oportuno traer a colación la expresión que en su momento popularizó Benedicto XVI, cuando se refirió a que los jóvenes cristianos serán una minoría con incidencia en la vida social y cultural de España y de Europa a condición de que constituyan una «minoría creativa». La ACdP se pone desde ahora al servicio de los jóvenes católicos que tengan esta vocación. Todos nuestros medios estarán a su servicio, con la única condición de nuestra común fidelidad al Evangelio.
Un periodista abre (el italiano Filippo Passantino, que fue colaborador en el Sínodo) y otro periodista clausura el congreso (Antonio Olivé, CEO de Rome Reports). ¿Por qué?
Quizá porque el director del congreso es periodista… Bromas aparte, el periodismo y los grandes medios de comunicación son algo más que meros instrumentos para la transmisión de noticias o mensajes. Concebirlos así es un error. Los medios son auténticas mediaciones y eso quiere decir que no hay transmisión del mensaje sin los mensajeros. Por eso, hoy día más que nunca, la labor evangelizadora recae de un modo muy especial en los periodistas católicos. Sin hombres y mujeres comprometidos con el Evangelio en los medios de comunicación, la transmisión de la Buena Nueva y la comunicación del Anuncio que conlleva el cristianismo quedaría claramente reducida.
R.B.
Imagen: Alfonso Bullón de Mendoza, presidente de la Asociación Católica de Propagandistas
(Foto: Guillermo Navarro)
20 años de «ecumenismo católico»
El Congreso Católicos y Vida Pública celebra su XX edición, una longevidad que «desde luego, no dábamos por descontada en 1999». Alfonso Bullón habla de primera mano. Él fue su primer director, una responsabilidad que le encargó el entonces presidente de la ACdP, Alfonso Coronel de Palma, fallecido el pasado 5 de febrero. Uno de los principales objetivos era entonces ofrecer a la Iglesia un espacio para el encuentro de cristianos de distintos carismas y sensibilidades, y de este modo impulsar una acción evangelizadora conjunta en la vida pública, algo que Coronel de Palma denominaba «ecumenismo católico». «El objetivo sigue plenamente vigente», asegura Bullón de Mendoza. «No hay más que echar un vistazo a los programas de los 19 congresos anteriores», en el que, junto a los principales protagonistas católicos en la sociedad civil durante estas dos décadas, aparecen políticos como Alberto Ruiz Gallardón, el socialista portugués Antonio Guterres (actual secretario general de la ONU) o el líder de Solidaridad, Lech Walesa. Junto a esos nombres, Bullón insiste en recordar a los presidentes de la ACdP que le han precedido (Coronel de Palma, Alfredo Dagnino y Carlos Romero) y a los directores del congreso que le han sucedido (Carla Díez de Rivera, José Francisco Serrano y, el actual, Rafael Ortega), quienes han logrado que Católicos y Vida Pública sea hoy «una venturosa realidad plenamente consolidada y que presta un gran servicio a la Iglesia y a la sociedad».
Un congreso de experiencias de vida cristiana
«Se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo», decía Juan Pablo II a los jóvenes durante su última visita a Madrid en 2003. Esto viene a ser lo que se propone mostrar el XX Congreso Católicos y Vida Pública a través de testimonios en ámbitos como la relación abuelos-nietos, el voluntariado o la presencia católica en las redes sociales y el universo digital. Sin olvidar el discernimiento vocacional a la vida sacerdotal y religiosa, a cargo del obispo auxiliar de Madrid Jesús Vidal, antiguo rector del Seminario Conciliar.
Más que personalidades públicas y rostros conocidos, Católicos y Vida Pública apuesta este año por esas historias personales. «Con el tiempo, los discursos a los que no acompaña una vida terminan por cansar», dice el presidente de la ACdP. «Lo principal que hemos querido transmitir con el programa de este año es la posibilidad misma de ser y vivir como cristianos, de ser plenamente fieles al mensaje de Jesucristo en el mundo de hoy, y más en concreto en un mundo como el nuestro extremadamente marcado por los grandes medios de comunicación y que es, de un modo muy especial, el de los jóvenes».
En un congreso dedicado por primera vez específicamente a los jóvenes, no faltará la habitual Noche Joven del sábado, con las actuaciones musicales de La Voz del Desierto, NFW, Jesús Cabello y César Hidalgo. Habrá además sendos congresos paralelos para adolescentes y niños. El primero, destinado fundamentalmente alumnos de colegios del CEU, abordará temas como el «acercamiento a la realidad de las personas sin hogar» con una visita a un albergue de los Hermanos de San Juan de Dios. Mientras que los más pequeños, hijos de congresistas adultos, abordarán los mismos temas que sus mayores pero a través de diversos talleres y actividades lúdicas.
Una de las novedades de este año será el Punto Digital Católico, pensado como «espacio de encuentro entre las nuevas tecnologías el cristianismo», iniciativa que, para Bullón de Mendoza, entronca con la propia tradición de la ACdP. «Una cosa que los Jóvenes Propagandistas aprendieron del padre Ayala, en un sentido muy ignaciano, fue la libertad que debían tener para usar resueltamente y sin complejos todos aquellos medios capaces de propagar el mensaje cristiano que tuvieran a su disposición. El periódico El Debate fue para nosotros un ejemplo indeleble de cómo puede el apostolado católico servirse de los medios y la tecnología más moderna. Y en la época de internet y de los grandes medios de comunicación, ¿debemos acaso retraernos de su enorme potencial y no ponerlos al servicio de la evangelización?», se pregunta.