El limosnero, en misión en Ucrania, visitó las pequeñas comunidades situadas entre Jersón y Vínnitsa, llevando rosarios y camas. Después celebró la misa matutina en Bashtanka, en una iglesia destruida por los rusos. En su relato, el fuerte testimonio de quienes sobrevivieron a los ataques y ahora, tras la destrucción de la presa, lo han perdido todo: «Los ataques son continuos, las personas conviven con ellos».
Ciudad del Vaticano.- «Estas personas no tienen ni siquiera donde dormir porque el agua lo ha destruido todo». El cardenal Konrad Krajewski, limosnero del Papa enviado por sexta vez a Ucrania para llevar ayuda, pasó dos días entre Jersón y Vínnitsa, desplazándose en particular a las zonas inundadas tras la destrucción de la presa de Nueva Karjova. A Radio Vaticano – Vatican News, el cardenal, que partió de Roma el 22 de junio a bordo de un camión, relata la enormidad de la devastación y, por tanto, la gran cantidad de ayuda humanitaria que se necesita urgentemente. Krajewski entregó medicamentos y alimentos a la población de las zonas inundadas y ayudó a los voluntarios a descargar algunas camas de los camiones.
Seguir adelante
La amenaza aún está presente, no nos hemos acostumbrado estos días, pero ellos conviven con ella, están bastante tranquilos, casi se podría decir que no reaccionan a las sirenas, simplemente viven y nosotros intentamos seguir adelante junto a ellos», relata el limosnero. «Condujimos muy lejos hacia la presa, donde pueblos enteros quedaron inundados. Atravesamos los campos porque las carreteras también están destrozadas. Llevamos artículos de primera necesidad y camas, porque todos los pueblos estaban inundados y la gente no tenía dónde dormir».
Riesgos y temores
No era nada fácil conducir por esas zonas: «Cada pocos kilómetros estaba el ejército comprobando todos los documentos, porque tienen miedo de los distintos grupos rusos que operan allí», explica Krajewski. «Esta es una zona en la que todavía hay combates en curso». Además, también existe el riesgo de quedarse atascado con los vehículos.
«No tenemos vehículos todoterreno, así que tuvimos que tener mucho cuidado de no quedarnos atascados en algún sitio, porque todavía hay mucha agua. Atravesamos una zona en la que el coche estaba sumergido a mitad en el agua, utilizando también puentes para barcas, porque los antiguos puentes estaban destruidos. Nos encontramos con un grupo de lugareños que, al vernos, se podría decir que se volvieron locos de alegría porque alguien se acordara de ellos, porque alguien estuviera con ellos».
Los dones del Papa
Como en cada etapa de sus viajes, el cardenal Krajewski distribuyó rosarios del Papa a todos los que encontraba. La gente los besaba y se los ponía en el cuello. «Pasamos un rato juntos y a última hora de la tarde, ya con la oscuridad, regresamos a Jersón, donde de nuevo hubo un bombardeo constante durante la noche». A continuación, el cardenal celebró la misa matutina en Bashtanka, en una iglesia destruida por los ataques rusos y, en nombre del Papa, entregó al párroco fondos para la reconstrucción del edificio.
Mientras tanto, los ataques no cesan. En los pueblos de las zonas inundadas que visitó el purpurado reina una «total inseguridad», afirma: «Allí nadie sabe ni el día ni la hora porque los rusos disparan desde la otra orilla del Dnipro». El cardenal relata también lo peligroso que es desplazarse en una columna de tres coches, que pueden ser fácilmente blanco de los disparos. «Para no poner en peligro a la población local y no atraer el fuego sobre ellos, nos movimos rápidamente y no permanecimos mucho tiempo en ningún lugar», explica.
La historia del alcalde
«Aquí – añade – «están acostumbrados al peligro porque llevan muchos meses viviendo así… Nos contaron cómo han sobrevivido en este periodo. El alcalde del pueblo al que llegamos me dijo que cuando se enteró de la guerra partió inmediatamente como voluntario. Luchó cerca de Kiev, donde fue herido, perdió un ojo y también fue herido a la cadera. Desde el hospital se lo llevaron a su pueblo». Para entonces, los rusos ya habían llegado, y él se escondió entre los cañaverales y el bosque durante ocho meses para evitar que lo encontraran: «Cuando los rusos se fueron, se presentó a toda la gente del lugar, que inmediatamente lo eligió jefe de la aldea. Fue él quien se puso en contacto con los dominicos que estaban llevando ayuda a Jersón. Me dijo que estaban muy necesitados y me aseguró que toda la ayuda se distribuiría equitativamente, porque, como él mismo dijo: ‘Estoy vivo sólo porque el Señor me ha dado su ayuda’. Una historia increíble la de este hombre”.
BEATA ZAIACZKOWSKA
Imagen: El cardenal Krajewski en Jersón