En el marco del primer gran evento del Año Santo, compartimos la reflexión de Marcelo Figueroa, teólogo y biblista argentino: «El comunicador ecuménico debe ser portador de una parresía adicional que abra ventanas a la esperanza donde otros cronistas solo ven desesperanza».
En el marco de los eventos del Jubileo de la Esperanza, entre el 24 y 26 de enero, se llevará a cabo el “Jubileo de la comunicación”. En el ministerio profesional de la comunicación cristiana confluyen una amplia variedad de temáticas, contenidos, recursos y principios éticos-espirituales diferenciales. Cristo, el Hijo del hombre, el “gran comunicador” es nuestro modelo para seguir en esta bendita profesión. El Dios que es Verbo y Palabra, nos muestra el camino profesional desde la semiótica de sus acciones, la profundidad de sus enseñanzas y la simbología evangélica de su encarnadura e inculturación.
La comunicación ecuménica contiene estos principios, pero incorpora otros; lo que la hacen distintiva, exigente y apasionante. Intentaré en estas líneas, delinear cinco principios que considero de ayuda en este verdadero llamado ministerial-profesional. No se trata de un “pentateuco” periodístico, sino de un pentagrama sonoro en clave ecuménica comunicacional. Tomo “prestado” el concepto de “sinfonía de la humanidad”, de la que Cristo es primogénito y redentor del documento que es citado en el programa sinodal de la comunicación: El mensaje del Papa Francisco para la “Celebración de las segundas vísperas de la solemnidad de la Conversión del Apóstol San Pablo, al final de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos”, el cual tomaré como referencia principal.
1) Una comunicación ecuménica basada en el amor:
Quizá la primera barrera hacia el ecumenismo sea el desconocimiento de mi prójimo perteneciente a otra confesión cristiana. Esa falta de información – o lo que es peor la mala información – nos puede llevar a aislarnos para “protegernos” por prejuicios o temor dentro de nuestra religión. San Juan viene a nuestro auxilio al decir “En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor” (1 Jn.4, 18). La comunicación es información, y ésta, al decir del Papa Bergoglio debe ser portadora de la “bondad, la verdad y la belleza”. El profesional que se adentre en la comunicación ecuménica debe hacer uso de estas tres llaves hermenéuticas de conocimiento, insistiendo en ellas hasta que el amor se encarne y transforme en la fuente nuclear de su sintaxis profesional.
En el mensaje del Papa Francisco referenciado líneas arriba leemos: “Esto permite a Jesús concluir que la pregunta correcta no es “¿quién es mi prójimo?” sino: “¿me hago yo prójimo?” Sólo este amor que se convierte en servicio gratuito, sólo este amor que Jesús proclamó y vivió, acercará a los cristianos separados los unos a los otros. Sí, sólo este amor, que no vuelve al pasado para poner distancia o señalar con el dedo; sólo este amor, que en nombre de Dios antepone el hermano a la férrea defensa del propio sistema religioso, sólo este amor nos unirá. Primero el hermano, luego el sistema”.
2) Una comunicación ecuménica sustentada en la oración.
Bajo riesgo de parecer auto referencial, he descubierto en todos estos años que la oración es la fuente periodística fundamental en la comunicación ecuménica. Antes de enfrentarme a la página en blanco, durante su preparación y luego de la publicación, orar al Señor Jesús que rezó por la unidad, me resulta imprescindible. El profesional que busca navegar en los mares del ecumenismo encontrará una barca segura en la oración al Señor quien descansa confiado en la proa del teclado del escritor. Al decir del Papa Francisco: “Juntos, como hermanos y hermanas en Cristo, imploremos con Pablo diciendo: “¿Qué debemos hacer, Señor?”. Y al hacer esta súplica ya tenemos una respuesta, porque la primera respuesta es la oración. Rezar por la unidad es la primera tarea de nuestro camino. Y es una tarea santa, porque es estar en comunión con el Señor, que rogó al Padre ante todo por la unidad” (Ibid.).
3) Una comunicación ecuménica requiere una conversión espiritual:
El ecumenismo es un ejercicio sinodal. El periodismo ecuménico es un peregrinaje hacia la diversidad reconciliada. La comunicación ecuménica requiere, partiendo de nuestra conversión cristiana, una nueva conversión espiritual hacia los horizontes infinitos de la gracia del Señor de la unidad. Esta conversión requiere dejar de lado toda cizaña proselitista, abandonar la soberbia de la superioridad confesional, y no caer en el pecado de la “aceptación piadosa” del otro dentro de nuestra “pureza” profesional. Esta última, la más dañina, se asemeja a la parábola de la oración del publicano y el fariseo (Lc. 18, 10-14). Para convertirnos espiritualmente en genuinos comunicadores ecuménicos, es necesario, partir del amor y transitar el camino de la oración. Tomamos nuevamente como referencia el mensaje de Francisco. “Necesitamos esta conversión de perspectiva y ante todo de corazón, porque, como afirmó hace sesenta años el Concilio Vaticano II: «El verdadero ecumenismo no puede darse sin la conversión interior» (Unitatis redintegratio, 7). Mientras oramos juntos reconozcamos, cada uno, que necesitamos convertirnos, dejar que el Señor nos cambie el corazón” (Ibid.).
4) Una comunicación ecuménica centrada en la palabra de Dios.
La Biblia es el libro ecuménico por excelencia. En la palabra de Dios encontramos la fuente inagotable de referencia para toda comunicación ecuménica. Un periodismo que prescinda de las palabras del Evangelio al hablar de ecumenismo corre el riesgo de subsumirse en ideologías o en los legalismos de su propia religiosidad. Aquí el comunicador ecuménico debe caminar sabiamente en el equilibrio de la interpretación de los textos sagrados. Por un lado, no debe diluir o “edulcorar” su pertenencia confesional para acomodarla a la teología de otras confesiones. Eso sería no solo traicionarse a sí mismo, sino no ser honesto con el lector. Por otro lado, debe tener docilidad y apertura espiritual para comprender, aprender y conocer otras miradas cristianas de la palabra de Dios. Esto enriquecerá su acercamiento a las escrituras y aportará valor integral a su tarea periodística. Cito nuevamente al Santo Padre: “Pablo no cambia de vida según sus propósitos, no se vuelve mejor por realizar sus proyectos. Su conversión nace de un cambio existencial, donde el primado ya no le pertenece a su perfección frente a la Ley, sino a la docilidad para con Dios, en una apertura total a lo que Él quiere. No a su perfección sino a su docilidad, de la perfección a la docilidad. Si Él es el tesoro, nuestro programa eclesial no puede sino consistir en hacer su voluntad, en conformarse a sus deseos. Y Él, la noche antes de dar la vida por nosotros, oró ardientemente al Padre por todos nosotros, «que todos sean uno» (Jn 17,21). Esa es su voluntad. Todos los esfuerzos hacia la unidad plena están llamados a seguir el mismo itinerario de san Pablo, a dejar de lado la centralidad de nuestras ideas para buscar la voz del Señor y dejarle iniciativa y espacio a Él”. (Ibid.)
5) Una comunicación ecuménica en salida requiere coraje
«“¿Qué debo hacer, Señor?”. Y el Señor —narra Pablo— me dijo: “Levántate y ve a Damasco”» (Hch 22, 10). Levántate, nos dice Jesús a cada uno de nosotros y a nuestra búsqueda de unidad. Levantémonos entonces, en nombre de Cristo, de nuestros cansancios y de nuestras costumbres, y continuemos, vayamos adelante, porque Él lo quiere, y lo quiere «para que el mundo crea» (Jn 17,21). Oremos, pues, y sigamos adelante, porque esto es lo que Dios desea de nosotros. Es esto lo que desea de nosotros” (Ibid.). Con este párrafo culmina el Papa Francisco el documento del que hemos bebido en abundancia en estas líneas. La comunicación ecuménica es siempre en salida. Si se me permite el término, se “obsesiona santamente” en creer que el ecumenismo es una herramienta fundamental hacia un paz posible en un mundo flagelado por guerras fratricidas, muchas veces subsumidas por posiciones religiosas fundamentalistas. Este coraje en el periodista ecuménico es, a mi entender, fundamental. El comunicador ecuménico debe ser portador de una parresía adicional que abra ventanas a la esperanza donde otros cronistas solo ven desesperanza. Y la esperanza que no defrauda, como lema que de este año jubilar, es también horizonte indispensable en la comunicación ecuménica y debe anidar en el corazón del profesional que la desarrolle.
MARCELO FIGUEROA