La vice-postuladora de la causa de canonización del Pontífice italiano, Stefania Falasca, revela en el libro Papa Luciani. Crónica de una muerte que Juan Pablo I sufrió un dolor en el pecho el mismo día de su muerte del que nada supieron sus médicos
A los 33 días de ser elegido Papa, Albino Luciani murió repentinamente. Esto dio lugar a un sinfín de conjeturas, algunas de las cuales sugerían incluso que Juan Pablo I había sido asesinado. Este martes 7 de noviembre, la periodista de Avvenire Stefania Falasca ha puesto fin a todas las especulaciones. En el libro Papa Luciani. Crónica de una muerte, publicado hoy, la también vice-postuladora de la causa de canonización del Pontífice italiano desvela, al fin, las circunstancias de la muerte del Pontífice. El cardenal secretario de Estado Vaticano, Pietro Parolin, firma el prólogo.
Falasca ha tenido acceso a archivos secretos de la Santa Sede, a diferentes registros clínicos y ha interrogado a testigos inéditos. Entre ellos, destaca sor Margherita Marin, que trabajó al servicio del Papa y que es quien ha desmentido que el Pontífice tuviera fatiga o que hubiera fallecido agobiado por el peso de la responsabilidad. «Lo vi siempre tranquilo, sereno, lleno de confianza, seguro», ha explicado sor Margherita en el libro.
Dolor pectoral
Entre los documentos secretos, sobresale uno redactado en los días sucesivos a la muerte y en el que se habla de una indisposición que Luciani sintió la misma noche de su muerte, poco antes de la cena, mientras rezaba con el secretario irlandés John Magee. El documento fue escrito por Renato Buzzonetti, primer médico que acudió al lecho de muerte del Papa. En el informe, que envió a la Secretaría de Estado el 9 de octubre de 1979, se habla del «episodio de dolor localizado en la parte superior de la región esternal, sufrido por el Santo Padre hacia las 19:30 del día de la muerte, prolongado durante más de cinco minutos, que se verificó mientras el Papa estaba sentado y preparado para rezar con el padre Magee y retrocedió sin ninguna terapia».
Ante la desaparición del dolor, síntoma del problema coronario que esa misma noche le paró el corazón en 1978, no fue abierta la farmacia del Vaticano, no fue advertida sor Vincenza, enfermera del Papa, y tampoco se alertó al médico del Pontífice, Antonio Da Ros. Fue el padre Magee el que ha contado ahora que fue el mismo Santo Padre el que no quiso advertir al doctor.
Un café envenenado
Antes de conocerse esta afección papal, hubo quien atribuyó la muerte de Juan Pablo I a un café envenenado. Sin embargo, sor Vicenza y sor Margherita, que fueron quienes encontraron el cuerpo sin vida del Obispo de Roma, pudieron comprobar de primera mano que Luciani no había tocado el café que habían dejado para él en la sacristía a las 17:15 y, por eso, entraron en la habitación y descubrieron el cadáver.
Las dudas de los cardenales
Entre los documentos inéditos en el apéndice del libro de Falasca están recogidos también los registros clínicos en los que se evidencia que en 1975, durante un ingreso hospitalario, a Juan Pablo I ya le había sido diagnosticada una patología cardiovascular que entonces se consideró resuelta.
Asimismo, otro de los archivos revela las preguntas que los cardenales hicieron antes del nuevo cónclave convocado a la muerte de Albino Luciani a los médicos que habían atendido al Papa en su embalsamiento. Los purpurados quisieron saber si «el examen del cuerpo» permitía «excluir lesiones traumáticas de cualquier naturaleza», si era correcto el diagnóstico de «muerte repentina» y si «la muerte repentina era siempre natural». Los cardenales no excluían a priori la hipótesis de una muerte provocada. Desmentida, sin embargo, por los médicos.
Virtudes heroicas
El mismo día que en se publica en Italia el libro de Stefania Falasca –el martes 7 de noviembre–, el Vaticano ha celebrado una sesión ordinaria de cardenales y obispos de la Congregación para la Causa de los Santos. En ella, están llamados a pronunciarse sobre «la heroicidad de las virtudes» de Albino Luciani. De esta forma, todo parece indicar que en breve se anunciará la firma del decreto del Papa Francisco que convertirá en venerable al Papa de la eterna sonrisa.
Andrea Tornielli. Vatican insider
José Calderero @jcalderero
Alfa y Omega
Imagen: Juan Pablo I