El encuentro de jóvenes con personas necesitadas puede tener un impacto profundo de experiencia transformadora en sus vidas. Un grupo de jóvenes de La Matanza (Buenos Aires), tras vivir una experiencia junto a religiosas de la Obra Don Orione en la localidad de Sáenz Peña (Chaco, Argentina), decidió luego dedicarse a ayudar a los pobres de su comunidad.
“Hacen falta jóvenes realmente transgresores, no conformistas, que no sean esclavos del móvil, sino que cambien el mundo como María, llevando Jesús a los demás, cuidando a los demás, construyendo comunidades fraternas con los demás, realizando sueños de paz”. Estas palabras que el Papa Francisco pronunció durante el Rezo del Ángelus en la Catedral de Asti, el 20 de noviembre de 2022, cobraron vida entre un grupo de jóvenes en Argentina.
En los remotos barrios de la ciudad de Presidencia Roque Sáenz Peña (Provincia del Chaco-Argentina), un grupo de jóvenes, acompañados por religiosas de la Obra Don Orione, se embarcaron del 19 al 22 de julio de 2023 en una misión que cambiaría sus vidas para siempre y daría frutos hasta el día de hoy. Lo que comenzó como un viaje de servicio pronto se convirtió en una experiencia transformadora, donde el verdadero significado de la evangelización se reveló en cada acto de bondad y compasión.
Desde el comienzo del día y hasta el anochecer, estos jóvenes se entregaron por completo a la tarea de hacer el bien: organizaron talleres para los niños del barrio, compartieron momentos de oración y reflexión con las familias y acompañaron con su ayuda a aquellos que carecían de recursos. Cada acción, por pequeña que fuera, estuvo impregnada de amor y cuidado genuino.
Pero más allá de las obras materiales, lo que realmente dejó una impresión duradera fue el espíritu de alegría y camaradería que caracterizó cada momento compartido. Entre risas y sonrisas, estos jóvenes descubrieron la verdadera esencia del servicio: no solo se trataba de hacer cosas por los demás, sino de estar verdaderamente presentes, de compartir la vida y las experiencias con aquellos a quienes servían.
En las noches tranquilas, bajo un cielo estrellado que parecía susurrar secretos de eternidad, surgieron conversaciones profundas y significativas. Los jóvenes compartieron sus propias historias de fe y esperanza, mientras escuchaban con atención las experiencias de aquellos a quienes estaban sirviendo. En esos momentos de intimidad y conexión, se forjaron lazos que trascenderían las fronteras del tiempo y el espacio.
A través de sus acciones, estos jóvenes demostraron que servir a los demás no solo es una forma efectiva de llevar el mensaje de Cristo, sino también una fuente inagotable de alegría y realización personal. Que su ejemplo inspire a otros a seguir su camino, sembrando semillas de amor y esperanza dondequiera que vayan.
El testimonio de dos jóvenes misioneros
Miqueas, un joven de 16 años, nos comparte su transformadora experiencia: Su barrio, marcado por la violencia, las peleas y la presencia de armas y drogas, solía ser su escenario cotidiano. Miqueas pasaba sus días en la calle, causando disturbios junto a sus amigos. Sin embargo, un día recibió una invitación para visitar la “Casita Mi Esperanza”, un espacio de su Parroquia destinado a los jóvenes del barrio.
Actualmente, Miqueas participa activamente en el grupo de jóvenes de la Parroquia, quienes se reúnen tres días a la semana con el objetivo de alejar a los chicos de la calle. Además, colabora en la Casita Mi Esperanza, donde trabaja con los más pequeños. Su tarea consiste en organizar juegos y brindarles contención, mostrándoles que hay alternativas de vida más positivas. Esta etapa de su vida le permite ayudar a otros y convertirse en un líder positivo.
Candela tiene 14 años y proviene de un Barrio humilde. Su participación en varios espacios de su Parroquia ha sido enriquecedora. En el espacio de pre-juventud y en Exploradores, comparte momentos con los niños, brindándoles un lugar donde reunirse los domingos. Además, forma parte del Club parroquial en las áreas de folklore y canto.
Lo que más la motivó a participar en esta misión fue la oportunidad de experimentar realidades desconocidas. Visitar familias, conversar con distintas personas y mostrar interés genuino en sus vidas se convirtió en una experiencia gratificante. Candela percibió la emoción de la gente del barrio ante su visita, lo que le permitió entrar en los hogares de las familias visitadas para rezar junto a ellas y acompañar las diferentes situaciones familiares.
Un momento significativo fue la visita a una señora que recibió a los misioneros, a pesar de ser varios, y compartió con ellos su dolor: un hermano con problemas neurológicos que sufría de convulsiones. Juntos rezaron e imploraron bendiciones para su casa y familia.
Esta misión dejó en Candela buenas experiencias y un deseo grande de seguir misionando, pues quiere comunicar su vivencia y entusiasmar a otros jóvenes, mostrándoles la belleza de alegrar la vida de las personas para que se sientan acompañadas, incluso a la distancia.
HNA. MARÍA JESÚS NIEVA, PSMC