En un video y en las palabras de Francisco, resuena el deseo ferviente de cesar la guerra, un viaje sin meta que destruye todo, que borra el futuro, la dignidad, la belleza, la fraternidad. En este día, en que la Iglesia celebra la solemnidad de María Madre de Dios, nos unimos a la oración del Papa, quien pide «abrir destellos de luz en la noche de los conflictos».
Ciudad del Vaticano, 1 de enero 2024.- Paz esperada, esperada e invocada, paz desgraciadamente todavía amenazada «por la tentación del egoísmo, del interés propio, del afán de lucro y de la sed de poder»: la paz. Entre las últimas palabras de 2023 con la llamada al Ángelus del 31 de diciembre «tengamos el valor de preguntarnos: ¿cuántas vidas humanas han sido rotas por los conflictos armados? ¿Cuántos muertos? ¿Y cuánta destrucción, cuánto sufrimiento, cuánta pobreza? Paz» es también la primera palabra que resuena en el nuevo año y en el mensaje que el Papa ha escrito para el 1 de enero de 2024, LVII Jornada Mundial de la Paz.
Una palabra, y al mismo tiempo un deseo para un mundo desgarrado por los conflictos, que Francisco confía indisolublemente a la Virgen María, que es Madre y comparte el sufrimiento humano. «Vuelve tu mirada misericordiosa sobre la familia humana, que prefirió a Caín antes que a Abel, intercede por nuestro mundo en peligro y turbulento», rezó el Papa el 27 de octubre de 2023 en la basílica vaticana rodeado de los Padres sinodales. «Madre, solos no podemos lograrlo, sin tu Hijo no podemos hacer nada», dijo en aquella ocasión, y lo demuestran las noticias que siguen llegando de la «amada» Siria y de la «atormentada» Ucrania, de Tierra Santa y Armenia, del Sahel y del resto del continente africano. Lo demuestran la obstinación de los gobiernos que no encuentran soluciones, el comercio de armas, la sed de poder, la brutalidad del terrorismo que se cobra víctimas en un silencio y una aparente incapacidad de reacción.
Oración y paz
Pero la fuerza mansa y santa de los creyentes para oponerse al odio de la guerra es la oración, y por eso Francisco llama a todos a dirigirse incansablemente a la Reina de la Paz y al «Hijo de Dios, que se hizo humilde Niño». Rompiendo el Rosario a lo largo del año, dirigiéndose a los fieles en las audiencias generales y en el rezo del Ángelus, en los encuentros y en los aniversarios, el Papa ha pedido y sigue pidiendo ayuda para que en la «noche de los conflictos se abran destellos de luz», para que María,» Tierra del cielo», «devuelva al mundo la armonía de Dios»:
«Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros recurrimos a ti, buscamos refugio en tu Corazón inmaculado. Imploramos misericordia, Madre de misericordia; suplicamos paz, Reina de la paz. Mueve los corazones de quienes están atrapados por el odio, convierte a quienes alimentan y fomentan conflictos. Enjuga las lágrimas de los niños —en esta hora lloran mucho—, asiste a los que están solos y son ancianos, sostiene a los heridos y a los enfermos, protege a quienes tuvieron que dejar su tierra y sus seres queridos, consuela a los desanimados, reaviva la esperanza».
Tecnología y paz
La paz no puede alcanzarse si no se reflexiona sobre el «sentido del límite», subraya el Papa en su Mensaje para la LVII Jornada Mundial de la Paz de hoy, en el que advierte tanto contra el riesgo de que los algoritmos socaven los «valores esenciales de la compasión, la misericordia y el perdón», como contra los peligros del «uso bélico de la inteligencia artificial», que requiere una formación adecuada en el uso de las nuevas tecnologías. «Lo último que el mundo necesita, escribe Francisco, es que las nuevas tecnologías contribuyan al injusto desarrollo del mercado y del comercio de las armas, promoviendo la locura de la guerra».
«Si lo hace así, no sólo la inteligencia, sino el mismo corazón del hombre correrá el riesgo de volverse cada vez más ‘artificial'», añade el Pontífice. Las aplicaciones técnicas más avanzadas no deben usarse para facilitar la resolución violenta de los conflictos, sino para construir los caminos de la paz.
Al final de su mensaje, el Obispo de Roma comparte su esperanza de que «esta reflexión anime a hacer que los progresos en el desarrollo de formas de inteligencia artificial contribuyan, en última instancia, a la causa de la fraternidad humana y de la paz».
«No es responsabilidad de unos pocos, sino de toda la familia humana. La paz, en efecto, es el fruto de relaciones que reconocen y acogen al otro en su dignidad inalienable, y de cooperación y esfuerzo en la búsqueda del desarrollo integral de todas las personas y de todos los pueblos».
GABRIELLA CERASO